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—Felices diecinueve, Jungkook.—Musitó un triste joven de cabellos naranjas prendiendo la pequeña velita de color azul que adornaba el cupcake de chocolate sobre su mesa de estudios.—Desearía que estuvieses aquí, fuera sido un gran día.

Jimin mantenía la mirada fija en la flama que se movía ligeramente a causa de su propia respiración. Habían pasado cuatro largos años desde que no veía a su amigo y primer amor. Según los padres de Jungkook el azabache se había ido a vivir junto a la abuela de su papá en Japón, algo que lo había desconcertado mucho porque el de grandes ojos avellanados no le había mencionado ni a su abuela, ni Japón, ni algo sobre irse de Ulsan. 

—Me arrepiento de no haberte dicho lo mucho que me gustabas, Koo. Eras un niño muy dulce y bonito...estoy muy seguro que lo sigues siendo, siempre lo has sido.

Los ojos de Jimin se cristalizaron. Se sentía realmente mal y no comprendía la situación por la que pasaba. Había tratado de comunicarse con Jungkook desde que abandonó el país mediante sus padres, pero parecía que no lo quisieran ayudar. Los primeros dos años le escribió miles de cartas pero nunca obtuvo alguna respuesta, después, cuando cumplió su mayoría de edad, trató de hablar con la señora y el señor Jeon para que le dieran la dirección del azabache en Japón, pero ya los padres de Jungkook no vivían allí. 

Era una situación estúpida. Él se sentía estúpido.

No podía borrarse de la mente los malos chistes de su pequeño amigo, ni sus berrinches por querer las mismas figuras de acción que él. Tampoco sus tiernos dientecitos, ni su largo cabello negro y lacio que solía cubrir una parte de su ojo izquierdo. Extrañaba muchas cosas de él, extrañaba escucharlo hablar, reír y cantar las múltiples canciones de Elvis Presley. 

Extrañaba la parte de él que se fue con Jungkook.

Jungkook suspiró feliz. Era su cumpleaños número diecinueve y su regalo había sido un teléfono que Mark le había dejado tener. La única condición era ser revisado todas las noches y no tener aplicaciones de mensajería o redes sociales. Solo podía ver vídeos, pero claro, a él le gustaba romper las reglas. 

Luego de  su regalo Mark se desapareció por completo del apartamento no sin antes cerrar todas las puertas con llave para impedir que Jungkook escapará —y tampoco sin advertirle lo que le pasaría si intentaba comunicarse con alguien que lo conociera—, el castaño se abalanzó contento en su gran cama y prendió su nuevo teléfono, buscando rápidamente una aplicación que le permitiera navegar en Internet. 

Cuando pudo entrar buscó a Park Jimin y lo resultados no se tardaron es aparecer. Le salió su red social, y le dió click a la primera para poder ver sus fotos. 

—Uh, bonito como siempre—sonrió, observando la foto en la que el pelinaranja salía sonriendo de tal manera que sus ojos se achicaban mientras que sostenía una lata de jugo de naranja.—Espero que te esté yendo mejor que a mí. Que seguramente es así. 

Rió y cerró el navegador. No quería sentirse triste y mucho menos en su cumpleaños. Era el único día en las que su tristeza y melancolía lo dejaba e intentaba ser feliz. 

Terminó por descargar una ''aplicación para hacer amigos'', cosa que iba en contra de todo lo que le había advertido Mark. Estuvo un rato tratando de crear el perfil y de tomarse una foto para ponerla allí. Y luego de una intensiva lucha pudo concretarlo. 

Le habían empezado a llegar muchos mensajes de hombres y mujeres, pero hubo uno que le llamó muchísimo más la atención. 

Hola manubrio.

—Pero que mierda.—Jungkook rió, observando como otros mensajes de la misma persona llegaban. No entendía nada de lo que le decía, pero era una situación algo divertida y extraña para él. 

Quizás podría llegar a ser amigo de él, pero no sería algo tan fácil ya que tendría que eliminar la aplicación todas las noches y volverla a descargar en las mañanas cuando Mark le dejará el teléfono. 

Pero quizás era un riesgo que podría tomar.

Nudes | VkookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora