15. Rolf Scamander

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Un dolor de cabeza le despertó, sabía que juntar alcohol con la poción daba por efecto secundario unas molestias solo de manera temporal, por lo que se levantó sabiendo que, en unos momentos, los dolores se irían. Buscó a tientas su reloj en la mesita de noche de su cama, no había nada, extrañada abrió bien los ojos restregándolos un poco, la habitación era amplia con las paredes pintadas de azul, el ventanal de la habitación era grande y las cortinas eran azul oscuro, una mesa pequeña en la esquina, un tocador de ébano y a un costado una puerta ligeramente abierta donde estaba el baño, le hizo saber que esa no era su casa, lo peor fue cuando sintió a alguien a su lado.

Un chico se dio la vuelta dejando ver que era Rolf, levantó las sábanas mirando con cierto temor, ambos estaban desnudos. ¿Qué demonios había hecho? ¿Cómo fue que pasó? El chicos se estiró tocando su mano con su piel, él se incorporó de inmediato. Ambos se miraban extrañados.

- ¿Qué haces en mi casa? -Rolf preguntaba.

-Lo mismo digo. -Lavander se cubría con la sábana.

-Ni siquiera te conozco.

-Claro que sí, anoche estuvimos hablando.

-Claro que no.

-Que sí.

-Que no.

-Soy Lavander y hablamos anoche pero después no sé qué pasó.

-Bueno de seguro, ya que hicimos lo que quisimos ahora lárgate-Rolf la gritó.

-Idiota. -Lavander le dijo molesta, él la trataba como una cualquiera, se levantó llevándose la colcha enredada en su cuerpo, buscó su ropa y después entró al baño.

- ¿Por qué traje a esa a mi casa? -Rolf se reclamó, no recordó mucho de anoche. Después de que ella se fue entró al baño a darse un baño en la tina, ya relajado en el agua rememoró las cosas de anoche.

Llegó con sus amigas dispuesto estaba a terminar con alguna de ellas en la cama, bailó con ambas y regresó solo a su lugar donde una chica linda se le acercó, algo normal para él, después ella estuvo algo rara, él la dejó en la mesa y se largó a divertirse. Aquel día tomó mucho, ya dispuesto a irse vio a la chica recostada en la mesa, sintió lastima por ella y se la llevó a su casa, ella medio hablaba y le decía algo así de Ro-Ro, tenía la intención de dejarla en la sala, pero ella comenzó a besarlo, después a desvestirlo y él no se hizo de rogar.

-Creo que fue bueno el sexo.-recordó vagamente las cosas y de pronto se paró de un brinco, a su mente le llegó la charla que tuvo con ella sobre Blaise y Lovegood, pero lo peor es que mencionó el loco plan que se le ocurrió a su amigo. Salió de la bañera dispuesto a buscar a la chica, no quería que ella por accidente mencionara esa situación.

De golpes se daba contra la pared cuando se enteró en el bar que ella trabajaba en el Profeta, ya era conocida en el bar, se quería maldecir cuando le dijeron que escribía la sección de Sociales.

Con flores y unos pequeños presentes se presentó ante ella, claro estuvo que lo mandó al demonio, lo único bueno que sacó es cuando saldría el día de la boda, tenía un mes y medio para conquistarla o matarla, pero esa historia no saldría.

Cada que veía llegar flores para ella sabía que eran por la historia, Scamander no deseaba que saliera a la luz, pero ella no se dejaría comprar, aunque nunca tiraba las flores, éstas eran hermosas y dejaban un aroma exquisito en su lugar. Los regalos tenía que regresarlos eran bastantes ostentosos, las cartas solicitando una cita cada vez eran mejores. Empezaron por solo pedir una cita, después por pequeñas frases a su belleza y terminando por ser poemas, nadie la veía cuando las iba guardando y en casa volvía a leerlas, se imaginó que alguna vez alguien así la amaría para escribir cosas tan lindas.

Aun no le contaba a su jefe sobre la noticia que tenía en mano, esperaba hacerlo un día antes de la boda, ya faltaba una semana para la boda y esperaba que le diera la sección que ella quería.

Desesperado con cada día que pasaba y él no lograba que ella cediera un poco, la mandó a investigar. Todos los días mandaba las flores que más le gustan, buscó entre libros para hacer las cartas más cursis que se le ocurrieran, pero con cada paso que daba la conocía mejor. Sabía que adoraba tomar un capuchino, se acababa primero la espuma, después pedía crema batida y se podía acabar una botella en un café.

Los regalos y cartas ya eran algo que se imaginó mandar a la chica que le gustaba, porque comenzó a gustarle que ella amara las flores blancas como él, ama los mismo escritores que él, los regalos que compraba esperando que algún día ella se los quedara, eran pensando en ella.

Cansado de sus negativas, de los regalos regresados y seguramente en el bote de basura estaría sus cartas escritas para ella, lo mismo que las flores escogidas al gusto de ella, llegó a su departamento y esperó. Vio cuando las luces se encendieron, no tenía valor para acercarse, algo sentía y no estaba dispuesto a que ella se diera cuenta, quería sacar su varita y aparecer en su casa.

Tomó aire y caminó hasta que tocó la puerta, miedo tuvo de enfrentarse a ella, pero al mismo tiempo deseaba verla nuevamente, la puerta se abrió frente a él. Una chica de mirada tierna, hermosos ojos azules y cabello rubio, bonito cuerpo le miraba enojada. Algo le gritaba ella, pero él solo la admiraba, quería recordar nuevamente aquella noche, pero estaba demasiado tomado y solo pequeñas cosas venían a su mente, en un segundo ella se desvanecía, la tomó entre sus brazos y apareció en San Mungo, esperó varios minutos fuera de la habitación mientras la revisaban.

- ¿Qué tiene? -preguntó en cuanto vio salir al medimago.

-Felicidades señor, su esposa está embarazada, por los hechizos que hicimos sabemos que tiene seis semanas. -el medimago estrechó mi mano.

Malfoy y yo ¿juntos?... Es una maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora