16. Sacrificio

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-¿Ambos están bien?

-Sí, es normal los desvanecimientos pero le recomendaría que la señora no se estrese, coma mejor y duerma mejor.

-¿Algo más?

-Por el momento es todo, saque cita para dentro de dos meses, hay que llevarle un seguimiento cada trimestre. Felicidades nuevamente. -el medimago me dejó, algo dentro de mí se llenó de alegría, entré a la habitación.

-Hola, ¿cómo te sientes? -estaba sentada en la camilla, su semblante era serio y triste.

-Bien, gracias por traerme. -intentaba pararse.

-Acuéstate, necesitas descansar.

-Quiero irme a mi casa.

-No entiendes que necesitas descansar.

-En mi casa lo haré.

-De acuerdo. -recogí sus cosas y se las acerqué, después la abracé pegándola a mi cuerpo y en un momento aparecimos en la sala de mi casa.

- ¿Qué hago aquí? -me gritó.

-Necesitas un descanso y aquí te cuidaré.

-Basta Rolf, esto solo lo haces por la nota.

-Publícala.

- ¿Qué?

-Ya te dije publícala, pero ahora necesitas descansar.

-No quiero nada contigo, es mi hijo y yo me haré cargo.

-Basta Lavander, te guste o no también es mi hijo y estaré cerca de él, aunque no te guste.

-Claro que no me gusta, ¿cómo estás tan seguro de que es tu hijo?

-Sé que no eres una cualquiera, también acepto que no recuerdo si me cuidé aquel día.

-Primero me tratas como una cualquiera, me buscas por la maldita nota, ahora quieres que te crea que te importo.

-Tú no me importas, me importa mi hijo.

- ¿Tu hijo?

-Sí, ningún Scamander ha crecido sin su familia.

-No es tu hijo y no estaré contigo.

-Si lo harás. Mañana me acompañarás a ver a mis padres, después haremos la fiesta de compromiso y el día de la boda de Blaise y Luna anunciaremos públicamente nuestro compromiso.

-Estás loco, no haré nada de eso.

-Te mandaré un imperius si es necesario. -en sus manos jugaba con la varita, veía en sus ojos la decisión sabía que lo haría. Ahora tendría que casarme con un hombre guapo, rico, que me da regalos que me encantan, que escribe tan romántico, pero no me amaba de verdad.

-Demonios. -me quejaba.

-No me gusta que te quejes tanto, deja de hablar y comienza a caminar a la habitación. -me señalaba la habitación.

-No lo haré.

-Porque eres tan terca. -se acercó a mí.

-No lo soy. -sentía su aroma, tan fresco y varonil.

-Si lo eres. -me tomó por la cintura.

-Que no. -tomé sus brazos, quería empujarlo, pero sentir esos brazos tan bien trabajados, me quedé un momento.

Malfoy y yo ¿juntos?... Es una maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora