19. Maldito+Maldita=Maldiciones.

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Maldito infeliz, desgraciado, ¿por qué tienes un cuerpo capaz de provocar malos pensamientos?  Pero en cuanto su mente comenzaba a imaginarse algo más, ella detenía esos pensamientos, aquel día solo por milímetros le ganó cuando siempre era una ventaja amplia.

Salió de inmediato del estadio hasta su casa, se bañó y relajó un poco, pero aun así estaba enojada consigo misma porque su entrenamiento fue malo y todo por culpa de esa serpiente, a veces pensaba que él lo había hecho apropósito, pero de inmediato desechaba la idea, la culpable era ella por entrar al baño.

Durante días sus entrenamientos sentía que eran un asco y no era capaz de concentrarse, toda su mente estaba en ese recuerdo y aquella serpiente rastrera usando trajes a la medida viéndose tan guapo, no ayudaba en nada.

Aquel día no lo retó, no quiso acercarse a él ni un milímetro, sus noches estaban matándola, tenía que poner distancia prudente.

Después de seis horas de juego extenuante las dejó ir, todas cansadas y malhumoradas, se fueron directo a sus casas.

Ver a sus jugadoras tan cansadas y maldiciendo supo que era hora de darles tan merecidas vacaciones, solo una semana antes de la temporada las llamaría, no tenía un mal equipo todo lo contrario y él tenía que dejarlas descansar o en verdad perderían. Cerca de la chimenea donde todas se despedían esperando verse mañana, él les alegró el día diciéndoles que las esperaba una semana antes de la temporada, todas gritaron y recibió pequeños besos robados en sus mejillas, entraron inmediato a la chimenea desapareciendo, esperó un largo rato en ese lugar para ver a la única jugadora que no escuchó la noticia, la pelirroja,

Sintió que ya era mucho tiempo y ella no aparecía, caminó a los vestuarios, sus pasos causaban eco en las paredes, llamó varias veces, pero nadie le contestó por lo que entró al lugar con cautela, pero no había nadie. A unos pasos estaba de salir cuando una sombra vio pasar, miró por la ventana viendo que ella seguía fuera volando, se quedó observando como el viento jugaba con esa cabellera de fuego, parecía un fénix, su vuelo era tan grácil que nadie notaba la escoba solo a ella, parecía una danza perfectamente sincronizada.

Por una ventana cercana entró, dio un paso para acercarse a ella, pero se escuchó su voz decir maldita serpiente, se quedó en su lugar esperando entender que decía, solo segundos se detuvo para escuchar pero tarde se dio cuenta cuando vio la espalda desnuda de ella mientras caminaba a la regadera, maravillado se quedó observando esa piel blanca con pequeñas pecas en sus hombros con ese pelo tapando una parte de la espalda, ese trasero tan bien proporcionado, las piernas largas y torneadas. Ella corrió de inmediato sintiendo su mirada

-Maldita serpiente, ¿qué haces aquí? -con un hechizo no verbal, atrajo su varita.

-Te estuve buscando.

-Debiste esperar afuera. -ella le apuntaba con la varita alzada.

-Lo hice, pero me cansé de esperarte.

-Que conveniente.

-Es verdad, no tengo porque darte explicaciones.

-Yo creo que sí, estás en nuestros vestuarios o que te crees ¿qué por pagarnos tienes derecho sobre nosotras?

-Deja de decir estupideces.

-Sigo sin entender qué haces aquí.

-Ya te dije, solo quería avisarte que ya están de vacaciones.

-Ya era hora que recordaras que somos personas no animales.

-Basta, solo he querido que sean mejores cada día.

- ¿Mejores hasta casi matarnos de cansancio? Se nota que no conoces el concepto de mejorar y matar, pero que espero de un mortifago. -Theo se acercó a ella, la punta de la varita le tocaba el pecho.

-No eres quien para juzgarme.

-Para mí desgracia, si yo te hubiera juzgado estarías en Azkaban junto a tus padres.

-No me compares con esos.

-Maldita sea ¿por qué no moriste en la batalla?

-Hazlo ahora, lanza el avada.

-No soy tú. -Ginny bajó su varita, caminó a un lado de él, quería irse, pero él tomó su cintura volteándola, la tomó de su cuello y la besó. Ella quiso quitárselo, pero la otra mano de él tomó su varita y suavemente se la quitó, ese beso encendió fuego en sus venas, su cuerpo reaccionaba como leña seca, escuchó la varita caer al suelo y después las caricias de él recorriendo su piel. El fuego era tan intenso que no pudo más y se dejó llevar, también deseaba seguir probando esa miel de sus labios, sin miedo abrió su camisa de un tirón acariciando esa piel con la que soñaba cada noche aferrando sus manos a sus brazos, en un momento sintió cuando la tomó del trasero levantándola y pegándola a la pared, sus labios comenzaron a besar su cuello.

Bajó hasta sus senos donde el placer entró como marea, sus gemidos no podía detenerlos, esa manera de tocarla y de chupar sus pezones la perdían en un mar de deseo, se aferró a sus hombros con las uñas dejando la marca de ese fuego. No creyó sentir más pero cuando él entró en ella, un grito soltó, su cuerpo se arqueaba presa de una excitación mayor, llegar al clímax era subir al cielo mismo dejándose caer sobre él, ambos tenían la respiración agitada esperaron hasta que se calmaron, sin decir nada más él salió de ahí, ella se vistió rápido y también corrió queriendo escapar de lo que hizo.

Pero un incendio no se apaga con un vaso de agua, le era imposible dejar de pensar en él, quería nuevamente esos besos, esos labios en su piel, loca se estaba volviendo y merecido lo tenía ya que había engañado a Harry.

De improvisto visitó a Harry en su trabajo, la recibió con alegría y un abrazo, mal se sintió ella. La plática fluyó por momento, pero un beso robado le mostró un vacío, él no encendió nada, no provocó ni pizca de algo.

En cuanto se separaron un suspiro soltaron y de manera inconsciente lo dijeron.

-No son sus besos. -ambos se miraron, un rubor se extendió en sus mejillas, ambos agacharon la mirada avergonzados.

Malfoy y yo ¿juntos?... Es una maldiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora