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–¿Te dije que tengo a alguien más que quiere fotografiar su boda?– La mejor amiga de Kara, Sara, arrojó un paquete de ensalada bistro en el carrito de compras de Kara para acompañar la pizza de jamón y champiñones que acababan de seleccionar. Su dieta sin carbohidratos podría esperar otro día.

Kara levantó una mano. –Te lo dije, no me digas estas cosas en el supermercado. No lo recordaré. Envíame un correo electrónico y puedo responder. Pero debes saber que estoy bastante agotada. Además, hacer bodas con una niña pequeña a cuestas no es un picnic. El año pasado, todos querían cuidar a Izzy, porque no podía caminar y dormía mucho. Este año, mi pequeño demonio es un arma andante de destrucción masiva. ¿No es así, salchicha?

Como si sintiera que ella era la estrella de la conversación, Izzy levantó ambos brazos y dejó escapar un chillido agudo, lo que provocó que una mujer a la izquierda de Kara golpeara su carrito en una exhibición de rollos de cocina. Cayeron al suelo uno por uno. Kara giró la carretilla bruscamente. Detrás de ella, Sara resopló.

–Amo a tu hija, ¿te he dicho eso?

Izzy se aplaudió a sí misma. Kara no la culpó.

–No sé de dónde saca su ambiente testarudo, ¿verdad?– Sara le dio a Kara una sonrisa. –Te enviaré un correo electrónico, no hay problema.

Entraron en el pasillo del vino, con Kara levantando su carrito y depositando dos botellas de Malbec en él.

Izzy se inclinó hacia el estante e intentó agarrar una botella ella misma, pero Kara la detuvo justo a tiempo. –¡El desayuno de mamá!–, Gritó.

Más resoplidos de Sara cuando la mujer junto a Kara se volvió hacia ella, con los ojos muy abiertos. –Está bromeando–, le dijo Kara, con la cabeza llena de ruido y las mejillas llenas de sangre. –No lo bebo en el desayuno. Solo por la noche. Ella estaba compartiendo demasiado, ¿no?

La mujer se alejó.

Kara miró a Sara. –No digas una maldita palabra.

–¡Maldita!–, Repitió la niña.

Sara no pudo contener su risa por más tiempo, agarrando el carrito.

Kara puso su cara al nivel de Izzy. –¿Qué hemos dicho sobre maldecir en público?– Sin embargo, nunca podría estar enojada con su hija por mucho tiempo. Además, ella no debería haber jurado en primer lugar. Había sido un día muy largo. Besó a Izzy en la mejilla.

En respuesta, Izzy la abofeteó en la cara.

Kara se tomó un momento, luego empujó el carrito por el pasillo, esperando silencio hasta que salieron de Waitrose. –¿Recuerdas cuando dije que mi hija nunca haría esto o aquello? Escucho a los nuevos padres decir eso ahora también, y me río.

Sara arrojó unas palomitas de maíz dulces al carrito, antes de masajear los hombros de Kara. –Pareces un poco nerviosa hoy. ¿Qué has estado haciendo?

Kara le dio una mirada a Sara. –Una palabra. Aquababy.

–Oh no, no el temido Aquababy con los papás distantes. ¿Pensé que te dije que dejaras de ir?

Kara se encogió de hombros cuando pasaron la panadería. El olor a canela se deslizó por sus fosas nasales, y le costó mucho no meter todo en su carrito. –Izzy ama el agua. Pero estoy buscando otras opciones. Háblame de tu día, no lo pienses más.

La amiga más antiguo de Kara tenía un gran trabajo que lo llevaría a Boston durante las siguientes seis semanas, con el fin de llevarla allí permanentemente en un futuro no muy lejano. Kara no esperaba eso. Sus noches de pizza y vino quincenales eran su salvavidas.

Vorfreude •SuperCorp• auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora