~Capítulo 35: La carta de la salvación o...¿¡de la perdición!?

682 80 53
                                    

Al día siguiente Regulus se preparaba para volver a su trabajó, grandes bolsas de un tono grisáceo acaparaban sus ojos verdes, le fue imposible conciliar el sueño a sabiendas que su jefe que no era nada benevolente pudo haber lastimado a ese jóven...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Al día siguiente Regulus se preparaba para volver a su trabajó, grandes bolsas de un tono grisáceo acaparaban sus ojos verdes, le fue imposible conciliar el sueño a sabiendas que su jefe que no era nada benevolente pudo haber lastimado a ese jóven, apesar de que no estaba seguro de que todo aquello que le dijo el peliverde haya sido verdad no dejaba de solidarizarse con las personas que conocía, sin embargo por mucho que quisiera ayudarle no era nada ante el poder de Hades, además este lo tenía amenazado con lo que más amaba en la vida y no estaba dispuesto a poner en riesgo a su madre.

Entró a la mazmorra dónde tenía que hacer vigilancia, estaba seguro que tal vez el gobernador pudo haber sido duro en palabras pero jamás se le pasó por la mente que fuera tan Radical...no estaba preparado psicólogicamente para asimilar lo que observaba.

En aquel duro pedazo de concreto que hacía como cama yacía el joven francés con numerosos hematomas severos, la nivea piel estaba maltratada, su rostro no lo podía distinguir ya que se encontraba dándole la cara a la pared, por un momento creyó ver qué su respiración era nula, escandalizado abrió la reja para verificar su pulso.

Al acercarse solo pudo alarmarse más, aquel rostro podía competir con un papel, el sudor frío bañaba su frente y temblaba como si de gelatina se tratase lo único que no estaba pálido eran sus mejillas que estaban encendidas con un sonrojo que se extendía desde sus orejas y pasaba por el puente de su nariz, llevo su mano hasta la frente del prisionero y la alejo instantes después.

-Por los dioses este joven está ardiendo en fiebre...si no hago algo pronto morirá-Se quedó pasmado sin saber que hacer, al ser un prisionero era obvio que no podría llevarle al curandero para que lo atendiera, pero si no hacia nada y el joven moría se sentiría culpable y peor aún el gobernador lo castigaría severamente.

Decidió dejar de perder el tiempo e intentar hacer algo, tal vez no tendría cuidados profesionales pero tampoco le dejaría allí sin más, antes de salir por unos momentos de la mazmorra se quitó su camisa blanca y se quedó únicamente con el abrigo del uniforme, las temperaturas estaban bajas en Atenas y aquel peliverde estaba con el torso desnudo y con una alta fiebre, además se dió cuenta que estaba empapado.

Regulus dejo aquel calabozo por un par de horas y se apresuró en volver lo antes posible, en sus manos llevaba todo lo que pudo conseguir y le sería útil, lo primero que hizo fue secarlo y arroparle con una franzada que recién había comprado, por más de dos horas se dedicó a bajar la fiebre que poco a poco comenzaba a seder, además también vendo su espalda después de aplicar unas hierbas medicinales para evitar una infección, se le fue la mayoría del sueldo pero poco a poco iba notando mejoría en aquel peliverde.

Mientras el castaño se encargaba de bajar la temperatura del prisionero este emitía unos casi imperceptibles susurros.

-Ka-kardia...M-milo...

Llamaba entre delirios, constantemente se alteraba y fruncía el entrecejo como si estuviera teniendo una terrible pesadilla.

-Shh tranquilo, todo va a estar bien-Le intentaba calmar Regulus aunque se sentía hipócrita al proferir esas palabras por qué la verdad nada estaba bien.

Mi Verdadero Yo...[KardiaxDegel]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora