11 ''Sorpresas.''

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Mi madre tenía los ojos bien abiertos y mi nana estaba especialmente tranquila.
A cual de las dos debía mirar, ambas parecía querer decirme algo. Estábamos a oscuras, solo la luz que entraba por las aberturas del tejado nos iluminaba.
Ya me dolian las muñecas y los tobillos y todos ellos debían estar igual.
Mi madre movio sus pies llamando mi atención, yo la mire y capte que intentaba señalar algo que estaba cerca de mi.
No la entendia bien, así que mire a mi alrededor, no había nada, solo esa estructura que antes había tenido un bombillo, mismo que ahora estaba roto en el suelo. ¡Claro! Eso quería mi madre.
-Eres muy lista mamá.
Ella se dejó caer en la silla cuando al fin fue entendida.
Estire los pies para intentar alcanzar uno de los pedazos grandes. Lo hice, y lo empuje hasta mi espalda, pero, para llevarlo a mi mano debía lanzarme al piso y eso podría hacer demasiado ruido. No sabia que hacer, busque ayuda de mi nana con la mirada, pero ella seguía impasible. Estaba tan calmada que llegue a asustarme. ¿Y si la habían drogado? Este nuevo miedo me obligó a buscar la mirada de Leticia, la niña estaba siendo fuerte, mientras Alicia lloraba sin parar.
Debía hacerlo, era mi única oportunidad. Me lance al piso callendo de lado. Tome el  vidrio y luego de esconderlo comencé a cortar la soga a toda velocidad. Debía apresurarme, ya había pasado casi una hora desde que el maldito se había ido,  dejándome sola con la oportunidad de salvarme.
Acabe con la tarea de las manos y comencé con los pies. En el proceso me lleve un gran corte en la palma de la mano, pero era necesario, necesitaba salvar a esas dos niñas que no tenían la culpa. Acababa de terminar cuando escuche pasos acercándose. Como pude levante la silla y acomode las cuerdas para que no se notase que me había liberado.
Segundos después entró mi padre al lugar y como había prometido no estaba solo.
Traia del brazo a mi pequeña hermana. Arianna era una fiel copia de mi madre, con el cabello cobrizo y los ojos de un gris verdoso, o lo contrario. Estaba tan hermosa y grande. Aunque llevase varios golpes en el rostro y el vestido razgado, yo recordaba en ella, una mirada dulce y limpia. Ahora había dolor y mucho miedo. ¡Cómo había cambiado todo en ocho años!
Me asegure de que nadie más viniera detrás y respire tranquila cuando comprobé que él mismo cerraba la puerta. Claro, no podía arriesgarse y tener testigos.
-¡Bien, ahora esta toda la familia reunida! Dime por donde comienzo... a quien de estas personas quieres ver sufrir primero...-Lanzó a mi hermana al piso y se acercó a un extremo, donde estaba mi nana-...deberíamos comenzar por la vieja insolente que no supo respetar la mano que le dio de comer...- le propinó una bofetada que le saco sangre, pero mi nana seguía tranquila-...o mejor aún, por la madre insensata que nunca supo proteger a sus hijas y tampoco sirvió para darme un heredero...- a ella también le pego, y mi corazón latía deprisa mientras pensaba en que llegaría el turno de las niñas-...pero tal vez, tú  quieras que comience por este imbecil, este idiota que debía desaparecer de nuestras vidas cuando se le dio la oportunidad...- Erlin no recibió un golpe, pero no era necesario, el ya estaba bastante golpeado, llevaba horas inconsciente y eso, sin dudas, era preocupante-...¡Estoy seguro de que no quieres que comience por aquí! Las malditas gemelas causantes de todo. Si no fuese por ustedes- les dijo mirandolas a los ojos. Alicia le tenía pánico pero Leticia lo miraba con rabia- ¡¡ustedes son las culpables de todo!!
¿Por qué culpaba a dos niñas que nunca antes había visto?
-¡¡Déjalas en paz!!
Grite sofocada, odiaba ver a la las niñas llorar y eso estaban por hacer.
-¡¡Vaya!! No creí que serias tan maternal. Cuando supiste del embarazo me llamaste mostró, traidor, aprovechado. Dijiste que nunca me perdonarias el haberte impuesto una carga, y mírate ahora. Las defiendes como una fiera.
Sus palabras me estaban confundiendo. ¿Por qué hablaba como si ellas dos fuesen mis hijas? ¿Por qué...
Levante la mirada recorriendo a mi madre y luego a Alicia, a Leticia, a mi hermana, ellas...¡oh dios! Ese cabello, ese color de ojos tan peculiar, ese gesto al sonreir. Ellas...
-¡¡Cuando nacieron ya las amaba!!
Grite provocandolo, necesitaba que él lo dijese para poder creer lo que se acababa de meter en mi cabeza.
Erlin comenzaba a despertar, aturdido y confundido. Mi padre no podía verlo desde su posición pero para mi era fácil. Necesitaba que el encontrará la forma de safarse.
-¡Pero eso no es sufiente! Tenían que ser dos varones. Dos vigorosos varones, no dos niñatas debiluchas. ¡¡Tú tampoco me serviste!!
-¿Por que te empeñas en culpar a todos? Quizás eres tú quien no da varones. Quizás eres tú el del problema.
Sabía que ese comentario afectaría su orgullo como ningún otro. Acababa de poner en duda su hombría y eso lo afectaba demasiado.
-Repite lo que acabas de decir y estas niñas que llevas años buscando dejarán de respirar.
Acuno el cuello de Alicia entre sus dedos. Estaba afirmando que ellas eran mis hijas, casi lo había dicho claramente.
-¿Serias capaz de matar a tu propia nieta?
Erlin tenía los ojos abiertos como platos sin entender lo que escuchaba.
-¡¡Son tus hijas!!...- Exclamó apretando el agarre alrededor del delgado cuello de Alicia. Estaba asustada y sorprendida por lo que había escuchado. Todo estaba siendo demasiado, incluso para mi- Nacieron de ese vientre asqueroso que heredaste de tu madre, nunca fuiste una mujer eficiente, ¡por dios! ¡Diste dos hembras de un solo golpe! Ellas son las causantes de que todo esto haya pasado y pagarán.
-¡Nooo!
Grite ansiosa. Ya era un hecho, ellas...por dios...ellas eran mis hijas...ellas....¡Joder tanto tiempo buscandolas y estaban ahi!
Mi padre ladeo la cabeza esperando la frase que buscaba.
Sus comisuras se elevaron haciendome sentir nauseas. Necesitaba ganar algo de tiempo, solo algunos minutos bastarían para liberar a Erlin y él haría el resto.
-¡Hablas o la mato! Y luego siguen los demás.
-¡Están en Washington! Los guarde en una caja de seguridad en el banco nacional de Washington.
Las palabras salieron de mi boca sin que las pensará demasiado, sí tenia una caja en Washington, pero, con algunas joyas que habían logrado sacar de mi casa hacia ocho años. Eran joyas de la corona y su valor era incalculable.
-¿¡Como se te ocurrió semejante idea!?  Washington esta demasiado lejos de aquí.
-Y eso no es lo peor.
Asegure sonriedo. Sus manos ya no estaban en el cuello de mi hija. ¡Sí, porque ahora sabia que era mi hija!
-¿Que es lo peor?
Preguntó temeroso, yo sonreí satisfecha, había logrado mi objetivo, ahora yo tenía toda su atención.
-Primero ve y averigua si lo que te digo es cierto. Tienes contactos, no tardarás en descubrir si efectivamente hay una caja de seguridad en Washington a mi nombre.
-Te juro que si me estas mintiendo...
-¿Me crees idiota? Son mis hijas, no jugaría con algo así.
Miro a todos en la sala y me señaló con el dedo antes de salir. Mi padre era un hombre fácil de manipular cuando estaba nervioso, como en ese momento. Cuando sus pasos se alejaron lo suficiente me levante de la silla y corrí hacia Erlin sin dudarlo. Él era la primera persona que necesitaba liberar.
Sus ojos azules escudriñaban mi rostro mientras yo lo desataba. Estaba confundido y molesto, pero no era momento de enfados, nuestras hijas estaban en peligro.

Nuestras hijas...

Que bonito sonaba, aun no podía creer que ellas eran mis hija, esas que yo tanto amaba y que había buscando con desesperación.
-¿Me quieres explicar que significó toda esa conversación?
-Quiero...- Asegure acabando mi labor...- Pero no es el momento.

Le entregue el pedazo de cristal y corrí a mi silla para simular que seguía amarrada. Erlin me imito sin dejar de mirarme desafiante. Yo solo esperaba que me creyera cuando le contará que yo al igual que él, acababa de descubrirlo.
Pose mi mirada en las dos niñas, que ahora sabia, eran mis hijas. Estaban nerviosas, confundidas y sobre todo, asustadas. En especial Alicia.
Mi padre no tardó en volver, solo, nuevamente.
-Dame la llave y todo abra acabado.
Esa llave estaba en un cofre que yo tenía en mi casa, pero eso estaba demasiado cerca y nosotros necesitábamos salir, quizás con un poco de suerte, no tendríamos que usar la fuerza.
-La llave...
Dude antes de hablar. Necesitaba pensar en un lugar que estuviera lo suficientemente lejos.
-¡No me mientas!
Exigió al verme dudar. Así como yo lo conocí muy bien, el también sabia leer mi rostro como nadie. Pero yo podía mentir muy bien, había aprendido del mejor.
-La llave esta en mi apartamento en Washington. En la caja fuerte, la convinacion es...
Mis palabras se vieron interrumpidas por el sonido de las sirenas y de repente todo mi avance se vino abajo, él no se iria, saco un arma que antes yo no había visto y le apunto a mi hermana a la cabeza. Ella era quien tenía más cerca y no dudo en quitar el seguro y esperar a que alguien intentará entrar para amenazar la vida de su propia hija.
En ese momento no supe que hacer, si levantarme y atacarlo o si esperar a que todo acabará lo más pronto posible. Pero no tuve tiempo de decidir, la puerta se abrió y sucedio lo que yo menos había esperado....

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