S E V E N

243 19 11
                                    

Teeth: Part Two

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.













Teeth: Part Two

Cuando Nicole recibió esa mirada de obviedad de parte de Taylor que usualmente recibía cuando no captaba los sucesos de la película que estaban viendo, cuando estaba haciendo tarea y se preguntaba en voz alta cual era la raíz de cuatro o cuando ha...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.













Cuando Nicole recibió esa mirada de obviedad de parte de Taylor que usualmente recibía cuando no captaba los sucesos de la película que estaban viendo, cuando estaba haciendo tarea y se preguntaba en voz alta cual era la raíz de cuatro o cuando hacía algún comentario que pretendía ser sarcástico, se encogió en su lugar y miró sus tersas y pálidas manos.

—Debe ser una broma.

—¡No lo es! —rebatió la muchacha con el rostro rojo de vergüenza—. No sé para qué te lo cuento si te vas a poner así...

—¡Ya, ya! —exclamó la chica agitando ambas manos y acercándose más a la ojiverde—. Pero es que, vamos, Nicole. Eres muy inteligente, sabes la respuesta a esa pregunta.

Pero en realidad Nicole no la sabía, por eso acudía a su amiga; pero esta parecía no querer ayudar.

—Me lo planteé, sí —admitió ella con las mejillas a punto de explotar—, pero no tiene sentido, Taylor, ¡apenas lo conozco!

La pelinegra sonrió como si Nicole le causara algún tipo de ternura, como si su inocencia fuese tanta que lograse ablandarle el corazón.

—Eso no tiene nada que ver —pellizcó un trocito de pan blanco del sándwich que le había preparado su madre en la mañana. Queso y mantequilla, simple y delicioso, el favorito de Taylor—. Puedes sentirte atraída a una persona con tan solo mirarlo un par de segundos. ¿Viste a Finn un par de segundos?

Nicole quiso decirle que hace una semana y media que lo veía todos los santos días, pero se mordió la lengua y asintió reaciamente.

—Lo hice.

—¡Entonces puede gustarte! —sonrió ella, tan ampliamente que se le marcaron un par de arruguitas a los lados de sus ojos—. Puede que sea un papanatas, pero no creo que muestre su lado vulnerable todos los días. Y tú lo viste.

—Eso es lo que no me cuadra —puso los ojos en blanco y se echó hacia atrás, pegándose al espaldar de la silla y mirando el techo—. Si apenas nos conocemos, ¿cómo le inspire confianza?

CALM | Finn WolfhardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora