Capítulo 27: Hoy es el día.

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Quince de Septiembre.

Muevo de arriba a abajo mi pierna, golpeando el botín negro contra el suelo una y otra vez. La desesperación me está matando.

Hoy es el día. El día en qué los demás vuelven de Italia.

James y yo volvimos a Barcelona hace dos días, y solamente hemos podido vernos a escondidas. Él apareció en su casa cuando llegamos de Madrid, escusándose diciendo que quería darles una sorpresa.

Pero su madre no es tan ingenua, y sabía que yo llegaba hoy. A si que su madre ahora también sabe que tenemos una relación indefinida. Aún que nosotros tenemos más claro que el agua que lo nuestro va en serio. Al menos por mi parte.

-¿Cuánto más van a tardar?-murmura el padre de Vanessa mirando (otra vez) el reloj. Creo que en diez minutos, lo ha mirado ya más de veinte veces.

Pero es normal. Llevan todo el verano sin verles. Y es por eso, por lo que están aquí todos sus familiares. James no ha podido venir, porque esta vez no tenía escusa para verme. Iba a notarse mucho, y mi padre y Lucas aún no saben nada. A si que hemos decidido que ya nos veríamos esta noche.

Sólo llevo sin verle una hora y me siento como si lleváramos tres siglos separados. Él es así. Me hace sentir como si no pudiera vivir sin él.

De repente, la puerta de la salida de pasajeros empieza a abrirse, dejando ver rostros que nunca hemos visto. La mayoría son jóvenes, y al igual que nosotros, estan aquí todos sus familiares recibiéndoles. Abrazos y lágrimas invaden el aeropuerto, y la empatía me invade. Me pregunto si cuando yo vuelva a Madrid de vez en cuando, también me recibirán en la estación de tren así.

Supongo que sí.

-Ahí están.-Susurra la madre de Lourdes, quién lleva llorando quince minutos, por la desesperación de ver a su hija. Son tan diferentes... Lourdes esconde más sus sentimientos, no le gusta exponer sus debilidades ante los demás. Por eso siempre parece la más fuerte, aunque no es así. Mientras que a su madre le da igual llorar delante de medio mundo, llora cuando le apetece, y muestra todos sus sentimientos en el lugar que sea.

Los chicos se lanzan sobre sus familias en cuanto salen por la puerta. Aquí todos lloran, hasta Lourdes.

Después de muchos abrazos, besos y lágrimas, las cuatro familias nos separamos y tomamos rumbo a nuestros hogares. 'Nos vemos esta noche' nos hemos dicho antes de regresar a casa.Ahora llega el momento de disfrutar del poco "verano" que queda con la familia. Aunque para mí es solamente un fin de semana.

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-He traído regalos.-Anuncia mi hermano con una sonrisa mientras deshace la maleta.

Saca los tres regalos muy bien envueltos de la maleta, y a primera vista, parece que son iguales.

Lo abrimos rápidamente a la vez y podemos ver una pequeña tarjeta plateada.

«Tenemos el gusto de invitaros a nuestra boda.

Os esperamos el 30 de Septiembre a las 12:30.

Lucas y Cristina.»

Al instante, mi madre se abalanza sobre él para abrazarle y sobarle de nuevo. Puedo notar como llora de emoción al igual que mi padre.

Madre mía. ¿Mi padre llorando? Nunca le había visto llorar. Siempre ha sido bastante frío, al contrario que mi madre.

La verdad es que hasta a mí me falta poco para llorar. Es increíble cómo pasa el tiempo. Hasta hace poco estábamos jugando a los papás y mamás en el jardín, y ahora se nos escapa de las manos. Incluso tiene una hija, que aunque a día de hoy no esté entre nosotros siempre estará presente en nuestra mente y corazón. Y sé, también, que a él y a Cris les ha afectado más de lo que intentan aparentar. La pérdida de un hijo no es algo que pueda olvidarse de un día para otro.

-Estoy muy orgullosa de tí, hijo.-Le dice mi madre llorando de alegría. Pero no todas sus lágrimas son de alegría. La pena también está hoy presente entre nosotros.

Pena de ver cómo Lucas, nuestro Lucas, desaparece de nuestra vera para hacer su vida y formar una familia.

-Hijo.-Dice mi padre antes de acercarse a él y darle uno de esos abrazos de hombres.-Estoy seguro de que serás el mejor marido de todos. Sé feliz.

Llega mi turno de desearle lo mejor y abrazarle y demás. Pero sinceramente, me aburren esos tipos de discursos.

Me abalanzo sobre él, y nos fundimos en un emotivo abrazo. El grandullón de la casa se va. Ya no será lo mismo discutir con él por ducharse primero o por quién pone la mesa cada día. Va a ser muy duro pasar por delante de su habitación y no ver sus cosas. Al igual que ya no están las mías.

Recuerdo cuando ví mi habitación vacía antes de irme a Madrid. Fué como una punzada en el corazón. Saber que a partir de ahora no vas a depender de nadie, y que si algo sale mal, siempre será tu culpa. El miedo de no saber hacerlo bien me invadía, pero sabía que debía hacerlo. Debía hacerlo. Al fin y al cabo, todo el mundo tarde o temprano acaba independizándose. Y ese fue mi momento. Al igual que ahora le toca a él.

-Te quiero mucho Lucas.-Susurro a mitad del abrazo.-Cuídala mucho. Confío en que seréis muy muy felices. Estoy segura.

-Gracias enana.-Susurra.-Yo también te quiero. Mucho más de lo que piensas.

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-¿Te ha dado mi hermano y Cris la invitación?-pregunto a James antes de introducirme una cucharada de yogurt helado en la boca.

-Sí. Han vendio hace una hora a mi casa a invitarnos a mí y a mis padres.

-Me da mucha pena que mi hermano se vaya de casa.-Admito.

-Tu también te has ido ya de casa, y has sido siempre la niñita mimada.

-Ya, pero él es mi hermano, ha sido siempre mi protección. Y no sé. Le quiero mucho y les deseo lo mejor.

-Algún día tú también te casarás, y seguro que él se sentirá igual que tú. O incluso peor.

-Lo sé. Pero lo mío será diferente. Porque yo me casaré contigo, y ellos no tendrán que preocuparse en si me tratará bien o no. Sé que lo harás.

-Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.-Susurra sonriendo antes de besarme corta y dulcemente.

-Por cierto, ¿tienes ya el traje para la boda?

-Sí. Aún me queda bien el traje de la graduación.-Admite entre risas.

-James, de eso hace más de cuatro años. ¿En serio no has engordado nada?- Agarro un poquito de carne de su barriga, haciendo señal de que ha engordado.

Aunque no es así. Está mucho mejor que antes, aunque, el siempre ha estado así de tremendo. Normal que tuviera a miles a sus pies.

-Anda ya, pero si sabes que estoy mucho mejor que antes.-Dice orgulloso.-He ido al gimnasio.

-A mí me falta acompañante...-digo pícaramente.

-Una lástima que no puedas venir conmigo. Tengo una novia muy pero que muy celosa.-Se muerde el labio, y pienso en cómo he podido encontrar a alguien tan idiota como yo.

-Puede que ella no se entere.-Digo en tono seductor colocando los cuellos de su cazadora vaquera.

-No me tientes. Sabes que con muy poco que me toques, pierdo los calzoncillos.

Abro mucho los ojos, sorprendida por su atrevimiento, y golpeo juguetonamente su brazo.

-¿Tú tienes ya tu vestido?

-No.-Admito.-Debería ir mañana.

-Cuando vayas avísame. No puedo perderme a mi Ariadna vestida elegante y sexy especialmente para mí.-Dice pícaro.

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Enemigos íntimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora