Capítulo 10: Como si fuese la primera y última vez.

80.7K 2.6K 555
                                    

Antes de leer, os recomiendo que leeáis este capítulo escuchando Uncover de Zara Larsson. He hecho un gran esfuerzo para hacer en muy poco tiempo este capítulo, pero es que me sentía mal por tardar tanto. Espero que os guste. Besos.

Me guía por unas cuantas calles de la ciudad, y llegamos a un edificio muy alto, todo hecho de cristal, precioso, y nos adentramos en él. No hemos hablado nada durante todo el camino, y sinceramente, cuando estoy con él no hacen falta las palabras para sentirme cómoda. Parece que él ya ha estado aquí más de una vez, pues saluda a dos o tres trabajadores en el camino hacia el ascensor. Entramos, y pulsa el botón 15, el último. Madre mía, mi piso en Barcelona es el quinto, y para mí es altísimo y este es el decimoquinto. Pero bueno, esto es Roma. Nos miramos de reojo con miradas cómplices y sonreímos. Noto como aprieta mi mano, que está bien agarrada a la suya. Se abren las puertas y puedo notar cómo mi mandibula roza el suelo.

 Es una enorme terraza desde la que se vé toda la ciudad, con una piscina llena de espuma, césped artificial, y velas iluminando el camino desde el ascensor en el que seguimos, hasta una mesa para dos, con pétalos de rosa, y dos copas.

 Dios mio de mi vida. Este chico es perfecto. Le miro y le sonrío como una tonta.

 -Vamos.- Me susurra, y estira suavemente de mi mano para que nos sentemos en la mesa.

 Retira mi silla, me siento y veo como él hace lo mismo. Coloco mi mano encima de la mesa, y la agarra con la suya. Algo que me encanta.

-¿Te gusta?- Me dice bajito. Me siento como si no existie nadie más que nosotros.

 -¿Que si me gusta? Me encanta Manu. Me encanta Roma, me encanta el sitio, me encantan las velas, me encanta la piscina, pero sobre todo me encantas tú.

 Y ríe. Su risa es una de esas que te tranquiliza, que te hace sentir que todo está bien. Y me alegro de que sea así, pues he dicho eso tan exaltada, que ni siquiera he pensado lo que estaba soltando por la boca.

 -Me alegro de que te guste, cariño. Tú también me encantas. Más que nada en este mundo.- me suelta. Y sonrío como una tonta. De nuevo. Creo que llevo haciéndolo toda la noche.-¿Quieres vino?

-Por favor.

 Y con toda la delicadeza y el arte del mundo, llena las dos copas. Creo que todo lo que diga o hag Manu me parecerá lo mejor del mundo.Y así es.

  -Brindemos por nosotros-dice agarrándo su copa.

  -Por nosotros-Le imito. Y entre mirádas de amor y cariño, brindamos.

 De no sé donde, aparece un camarero vestido igual que el día que conocí a mi acompañante. No tendrá mas de cuarenta años, alto, mirada gris y pelo rubio. Y después de que mi novio (suena bien, ¿verdad?) le dijera lo que queríamos comer, desaparece. Supongo que habrá pedido tambien algo para mí, y menos mal, porque no tengo ni idea de lo que quiero. Estar cerca de él me altera en todos los sentidos.

 -Vienes por aquí a menudo, ¿verdad?- le pregunto por toda la confianza que aparenta tener con los trabajadores.

 -Sí. Siempre que puedo.

 -¿Traes a aquí todos tus ligues?-alzo una ceja, esperando que la respuesta sea negativa.

 -No-ríe-la verdad es que eres la primera persona que me acompaña a este edificio. Suelo venir a despejarme, a nadar un rato, a tomar una copa, solo o con amigos, pero nunca con una chica. Es algo demasiado íntimo.

-Yo soy la excepción, entonces.-digo más para mí misma.

-Así es, Ariadna. Y espero con todas mis ansias que vengamos mas a menudo.- me dice con una mirada tierna y una leve sonrisa.

-Yo también lo espero, Manu.- le respondo con toda la seguridad del mundo.

Y nos acercamos poco a poco. Como si tuviéramos miedo de romper nuestros labios si los juntáramos, pero ambos dispuestos a hacerlo. Y cuando nuestros labios están a punto de rozarse, escuchamos a nuestro lado una tos falsa. El camarero. Joder, que vergüenza.

Nos sonreímos avergonzados y después de dejar nuestros platos en la mesa, el camarero vuelve a desaparecer. Que oportuno. Justo cuando estaba a punto de probar esos labios que llevan quitándome el sueño tres noches, aparece. Miro mi plato, y sé que mi chico ha elegido bien. Una ensalda de pasta con una pinta de escándalo. Me voy a poner las botas.

Entre risas, cariño y mucho, mucho amor, comimos rápidamente. Ahora estamos apollados a la barandilla de la preciosa terraza, con su brazo encima de mi hombro. ¿Hay algo mas tierno que esto? Dios, hoy muero de amor.

-¿Por donde nos hemos quedado antes?- Susurra a centímetros de mí, mirándome a los ojos.

-Ya te lo digo yo.- Y le beso, sin pensar en las consecuencias. Llevaba mucho tiempo esperándolo y no he podido resistirme. Ambos sonreímos a la mitad del beso. Y ahora sé, y estoy segura, de que sus labios estan hechos para mí.  Y mientra la luna nos observa, como dos locos enamorados, seguimos besándonos como si fuese la primera y última vez.

----------------------------------------------------------------------------

Paso rápidamente la tarjeta por la ranura, y se abre la puerta de mi habitación.  Tiro los tacones a un lado de la cama, y me deshago del vestido. ¿Donde habré metido mi bikini? Mierda, a este paso llegaré tarde. Mientras rebusco el graaaaaan armario de mi habitación en ropa interior, noto como alguien toca mi hombro. Y pego un salto sobresaltada.

-Joder James, casi me matas.-le digo con una mano en el pecho. Me giro y sigo con mi tarea- ¿Se puede saber que quieres? Tengo prisa.

-Primeramente, esta habitación es de los dos, y no tienes derecho a llegar y despertarme así por que sí.

-Tienes razón. Lo siento.-Le interrumpo y me giro a verle. Escucha lo que acabo de decir y abre los ojos de par en par y abre la boca bormando una gran O.

-¿Qué te está haciendo ese chico? Me acabas de pedir perdón, Ariadna.

Ruedo los ojos.

-Y segundo,-continúa- ¿qué haces en ropa interior? No es que me moleste, pero tienes novio, y no me hago responsable de mis actos.

La que abre los ojos ahora soy yo. Es verdad. Ni me había dado cuenta. Si es que las prisas no son buenas, ya lo decía mi abuela.

-Joder James, date la vuelta.

-Por favor, Ariadna, te he visto ya en bikini, y es lo mismo.

-He dicho que te des la vuelta, idiota.

-¿A donde vas a estas horas?

-No te interesa.

-No seas cabezota.

-A bañarme, no tardaré mucho.

-¿Con él?

-Si.

-¿Sabes que está prohibido, no?-alza una ceja.

-Soy consciente de ello.

-Te hecharán del hotel si os descubren.

-Correré el riesgo. ¿Has visto mi bikini negro?

-No. Tiene que estar ahí, mira bien.

Lo encuentro, y rápidamente me dirigo al baño a cambiarme. Me miro al espejo, y veo a una muy sonriente yo. Empiezo a desmaquillarme. En el poco tiempo que llevo con Manu, le he entregado mi corazón. Espero que lo cuide, está en sus manos. Cuando termino, ordeno un poco mi pelo, y salgo del baño.

-James, me voy. No tardaré. No te duermas, que no me llevo la tarjeta,¿vale?

Asiente mirando la tele desde la enorme cama. Salgo de la habitación, y cuidadosamente ando por los largos pasillos, pidiéndole a Dios que no aparezca nadie. Llego a la planta baja, y entro rápidamente a la zona de la piscina. Es precioso. Está todo iluminado con luces tenues. Veo a mi amor sentado en el borde de la piscina.

Me acerco lentamente a él, y le empujo. Pena de mí, que agarró mi mano y caímos los dos. Nado hasta la superficie, y veo a Manu muy cerca de mí.

-Te he hechado de menos.- Susurra.

Y nos fundimos en un beso. Lleno de amor, como siempre, y deseo, como nunca.







Enemigos íntimosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora