El invierno pasó, así como la primavera, y antes de darme cuenta ya estábamos en verano. Después de la marcha de Francine, Lisette rara vez se apartaba de mi lado. Cuando salía a pasear por los viñedos, ella me acompañaba. Si quería trabajar en el huerto, ella se sentaba cerca con un libro. Su compañía era muy diferente a la de Francine, ya que ambas preferíamos estar en un silencio amigable, pero le estaba agradecida igualmente. Al menos no me trataba como una frágil criatura y me insistía en que guardara reposo, como había hecho el doctor Vandame.
Cuando se acercaba la época de vendimia, mi barriga era tan grande que ya no podía trabajar. Caminar en exceso me agotaba y, muy a mi pesar, debía quedarme la mayor parte del tiempo dentro de la casa. Tras insistirle a Lisette en que iba a volverme loca sin hacer nada, ella accedió a enseñarme a leer. No fue una tarea fácil: ella seguía siendo voluble e impaciente y yo aprendía despacio.
El señor Auclair parecía más nervioso que yo ante la idea del embarazo, pese a que no era la primera vez que pasaba por algo así. Todos los días nos reuníamos en el salón y me preguntaba cómo estaba yendo todo. Había dispuesto que todos los sirvientes estuvieran pendientes de mí en todo momento en caso de que necesitara algo y me había asegurado que me concedería todo lo que le pidiera mientras estuviera en su mano. Él estaba convencido de que el bebé sería el varón que tanto anhelaba. El doctor Vandame le había asegurado que, por los síntomas que iba teniendo, debía ser un niño y no una niña.
—Se llamará Vilem —me dijo un día, mientras yo estaba recostada contra su cuerpo y él tenía una mano apoyada en mi vientre para sentir los movimientos del bebé—. Es el nombre familiar de los Auclair.
Era toda una declaración de intenciones: quería que nuestro hijo fuera el que heredara su nombre, aquel que continuara su legado. Y quería que fuera yo la que se lo diera, ninguna otra.
Con los días, yo llegué a convencerme también de que sería un niño mágico. Quizá por eso había podido matar con magia a aquellos hombres y mi visión se había alterado. Era la influencia de mi hijo no nacido lo que había despertado la magia en mí, tal vez como una forma de protección.
Era mejor pensar en eso que asumir la idea de que me había convertido en un monstruo.
Nunca encontraron a los bandidos, ni siquiera cuando la nieve se derritió en primavera. El señor Auclair no llegó a enterarse del ataque porque ni Lisette ni yo le dijimos nada. Con el paso de los meses, el miedo a ser descubierta fue disminuyendo y solo mis pesadillas eran la prueba de que había ocurrido realmente.
A la llegada del otoño, y con ello el fin de la vendimia, empecé a asumir que el parto era inminente. Estaba aterrorizada como nunca, pero también emocionada. Lisette se había trasladado a la guardería y había dejado nuestra habitación para mí y para el bebé. Cora pareció revitalizarse por esa época y hablaba conmigo más que nunca. Me daba consejos para recuperarme más rápido del parto y aliviar los dolores de las últimas semanas de embarazo.
—El primer parto siempre es el más difícil —me contó, mientras doblaba y guardaba varias prendas de ropa de bebé que había lavado y zurcido para que mi hijo pudiera reutilizar—. Yo estuve un día entero esperando a que Jacques viniera al mundo.
Jacques. No Sophie.
—¿Jacques? —pregunté antes de pensarlo dos veces.
Al ver su expresión tranquila tornarse triste, me arrepentí de mi curiosidad.
—Tuve a Jacques, luego a Sophie, a Jean, a Cécile y por último a Phillippe —respondió ella después de guardar silencio unos segundos—. Solo Sophie sigue conmigo.
No sabía que había llegado a ponerle nombre al bebé que nació poco después de mi llegada. Me pregunté a cuántos de sus hijos había tenido que renunciar por no ser mágicos y cuántos había perdido por otros motivos.
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La concubina (El Valle #1)
FantasyEl día de su boda, Anna es secuestrada y entregada al hijo de un rico comerciante. A partir de entonces pasa a formar parte de su corte de concubinas como una más. Nunca se ha considerado especial, pero al parecer tiene algo que la convierte en un b...