Capítulo 24

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Con una calma que solo alguien como ella podía profesar en un momento así, Lisette se acercó al cuerpo inmóvil del señor Auclair.

—Todavía está vivo —declaró. No supe si estaba decepcionada o aliviada.

Yo no podía dejar de llorar. Camille chillaba a pleno pulmón en su cuna.

—Qué he hecho, qué he hecho. No quería que pasara esto.

Lisette se arrodilló delante de mí.

—Anna, escúchame, tenemos que irnos rápido. Cuando despierte sabrá lo que puedes hacer y estarás en peligro, ¿entiendes?

Entre sollozos, me las arreglé para preguntar:

—¿No tienes miedo de mí? ¿No crees que soy un monstruo?

—No, Anna. —Ella sacudió la cabeza y me miró a los ojos sin pizca de temor—. Ya sabía de lo que eras capaz, desde que salvaste a Inès.

La sorpresa hizo que mi llanto se cortara de golpe. Me sequé las lágrimas con las mangas del vestido. Lisette lo sabía. Lo sabía desde hacía meses y no había dicho nada.

—¿Por qué no me denunciaste? —pregunté—. ¿No ves que soy un peligro para todos?

Lisette extendió sus manos delante de mí y cerró los ojos. Un segundo después, la luz de su aura titiló y de las palmas de sus manos nacieron dos flores de luz.

La miré con los ojos abiertos de par en par.

—¿Cómo has hecho eso? —pregunté.

—Todas podemos hacerlo. Con algo de práctica y la enseñanza adecuada. —Cerró los puños y las flores desaparecieron en pétalos de luz.

—Pensaba que las mujeres no podían usar la magia —murmuré.

Lisette se encogió de hombros, pero estaba tensa.

—Podemos, al igual que los hombres con magia, pero supusieron que éramos demasiado estúpidas para aprender o que nuestros humores femeninos nos impedirían un buen control, por lo que decidieron vetarla para nosotras. Quizá podríamos haberlos convencido de lo contrario de no existir las concubinas como objetos de poder. Ahora les interesa especialmente esconderlo para mantenernos controladas y dóciles. —Agarró mi mano entre las suyas. Casi pude sentir el cosquilleo fantasmal que la magia había dejado en su piel—. La mayoría de mujeres ni siquiera saben de lo que son capaces, Anna. Su magia permanece dormida toda la vida. Yo sé usarla porque mi madre me enseñó, y su madre antes que ella, pero la mía es débil. —Me miró a los ojos y me apartó un mechón de cabello de la cara—. Tú, Anna, brillas como nadie que haya visto. No me extraña que tu magia no haya podido permanecer dormida.

Me ayudó a levantarme del suelo. Mis piernas temblaban y apenas podían sostener el peso de mi cuerpo, pero corrí hacia la cuna de Camille para abrazarla. No iba a dejar que nadie me separara de ella, por lo que quedarme aquí no era una opción.

—¿Qué vamos a hacer? —pregunté, mirando al señor Auclair.

—Recoge tus cosas. Todo lo básico que puedas necesitar para un viaje largo —contestó ella—. Mi equipaje y el de Inès ya está listo. Había pensado en robar el carruaje de Auclair para ir más cómodas.

La miré, alarmada.

—¿No será muy peligroso?

Ella sonrió.

—Déjamelo a mí.

La puerta de la habitación empezó a abrirse y ambas nos sobresaltamos. Cora asomó la cabeza y observó el desastre que mi magia había provocado.

—¿Qué ha pasado aquí? —preguntó, entrando con pasos vacilantes—. ¿Anna, Lisette? ¿Estáis bien?

—Cora, nos marchamos —dijo Lisette—. ¿Sigues segura de que no quieres venir?

Ella se arrebujó en la manta que cubría su cuerpo frágil.

—Segura. Sophie irá con vosotras.

Lisette asintió, como si no hubiera esperado otra respuesta.

Cora se acercó al señor Auclair y me pareció sorprendentemente tranquila pese a verlo ahí tirado como un muñeco de trapo.

—Yo vigilaré por si despierta. Daos prisa.

Calmé a Camille y la dejé un momento en su cuna para guardar algunos vestidos, varios camisones, ropa interior y prendas de abrigo en una bolsa de tela que Lisette me prestó. Al parecer, Francine había cosido varias antes de irse, quizá prediciendo que nos harían falta en algún momento. Le di las gracias mentalmente y esperé que fuera feliz allá donde estuviera.

Lisette, entre tanto, fue a por el carruaje. Si el cochero no se había marchado ya a su casa, quizá tendría que encargarse de él en lugar de tomarlo sin más, pero eso no me preocupaba.

Cuando regresó, Lisette despertó a Inès y a Sophie para llevarlas abajo. Le ofrecí a Cora relevarla en su labor de vigilancia para que pudiera despedirse de su hija; sin embargo, se negó.

—Es más fácil así —dijo—. Sé que ella estará bien con vosotras.

Yo sí la abracé antes de sacar a Camille de la cuna.

—Buena suerte, Cora —me despedí.

Lisette me estaba esperando en la cocina cuando bajé. Llevaba mi bolsa colgada de un hombro y una niña agarrada de cada mano.

—¿Estás lista? —preguntó.

Solté una profunda exhalación antes de asentir.

—Vámonos.

Las cinco salimos por la puerta de la cocina. El carruaje estaba esperando fuera, preparado para llevarnos a una nueva vida. Lisette se subió al asiento del cochero y tomó las riendas. Las niñas y yo entramos; me senté sobre el terciopelo, con Inès a un lado y Sophie al otro. Era irónico. Había llegado aquí hace un año en este mismo carruaje, y ahora lo estaba usando para escapar.

Lisette se puso en marcha sin perder tiempo. No miré por la ventanilla para observar la casa alejarse hasta desaparecer en la distancia. No creía que pudiera soportarlo.

Me llevé la mano al cuello y toqué el collar que el señor Auclair me había regalado para el baile del solsticio. Tiré del dije para quitármelo y observé la esmeralda incrustada en la rosa de plata. El color de los ojos de Vilem, pero también de mi hija. Pensé en arrojarlo por la ventana y olvidarme para siempre de este periodo de mi vida, pero nunca sería así. El señor Auclair se quedaría conmigo por muchos años que pasaran. Lo vería a él cada vez que mirara a Camille. Pensaría en él antes de dormir, al igual que pensaba en Fabién, en Maeve, en mis padres. Lo había amado más de lo que jamás amaría a ningún otro hombre, aunque al final resultara ser la ilusión de una niña ingenua.

Cerré el puño y noté los bordes de la joya hundirse en mi piel. Él había sido una parte importante de mi pasado, sí, pero mi futuro no había hecho más que empezar.

La concubina (El Valle #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora