El barrio era agradable. A diferencia del vecindario en el que se había criado, aquí no había persianas rotas ni mosquiteras enrolladas en las puertas de madera envejecidas de las casas. El césped de todos los jardines estaba bien cortado, los setos podados y los parterres de flores muy cuidados. Los aros de las canastas de basquetbol tenían mallas de verdad, y si había algo acumulado en los caminos que conducían a las casas, eran bicicletas relucientes y tablas de skateboard, no coches desvalijados y apoyados sobre unos ladrillos.
Aunque este vecindario tenía veinte años menos, desprendía la misma sensación «familiar» que aquel en el que vivían la entrenadora Yoo Jeongyeon y su esposa Nayeon. Donde Chaeyoung también había vivido desde el día en que la entrenadora la había sacado de la destartalada guarida de su madre.
La entrenadora había contactado con los Servicios de Protección de Menores y había realizado todos los requisitos legales, que resultaban incomprensibles y aburridísimos para Chaeyoung, quien entonces tenía quince años. Supuso que la entrenadora se había presentado como tutora.
Fuera como fuese, el caso es que ella se quedó en casa de las Yoo hasta que terminó el instituto y entró contra todo pronóstico de jugadora de béisbol en el equipo varonil de la Universidad de Seúl.
Localizó la dirección que buscaba y pasó con el coche por delante de la casa lentamente, para estudiarla bien. A ambos lados de la puerta principal había un macetero de flores blancas. Por encima de la valla del patio trasero Chaeyoung entrevió la parte superior de un tobogán para la piscina. Había dos niñas pasándose una pelota en el jardín delantero. Tenían edad suficiente para desconfiar de los desconocidos, así que miraron a Chaeyoung con sospecha cuando ésta aminoró la marcha delante de ellas.
Continuó hasta el final de la manzana y dobló la esquina.
Se dio cuenta de que tenía las palmas empapadas de sudor por la aprehensión. Se enfadó consigo misma por esa reacción física. ¿Por qué le sudaban las manos, joder? Tenía tanto derecho como cualquier otra persona a pisar aquellas calles bien conservadas. La gente que vivían allí no eran mejores que ella.
Sin embargo, había sentido la misma ansiedad el día en que la entrenadora Yoo había entrado en el camino que conducía a su casa y había dicho:
«Aquí es».
Chaeyoung había observado la vivienda, con la alfombra de bienvenida delante de la puerta y la esplendorosa hiedra que trepaba por un enrejado, y se había sentido tan fuera de lugar como un pulpo en un garaje. Ése no era su sitio.
Pero preferiría morir a confesar que se sentía inferior. Con resentimiento y arrastrando los pies, había seguido a la entrenadora escaleras arriba y había atravesado la puerta principal.
—¿Nayeon?
—Estoy aquí.
Chaeyoung había visto a la esposa de la entrenadora en los partidos. De lejos no estaba mal, pero de cerca era aún mejor, pensó. Pero nunca se había parado a pensar demasiado en ella.
Nayeon se dio la vuelta para mirarlos cuando entraron en la cocina.
Llevaba rulos en el pelo y unos guantes de goma amarillos para fregar.
—Mira, ella es Chaeyoung—dijo la entrenadora.
Ella le sonrió.
—Hola, Chaeyoung. Soy Nayeon.
Chaeyoung mantuvo el entrecejo fruncido como diciendo: «¡A mí qué carajo me importa!», para que no adivinaran que su corazón latía más fuerte que antes de un partido de playoffs, con la esperanza de que no oyeran cómo le rugía el estómago. Había echado un vistazo a la puerta abierta de la alacena.
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Jugando Sucio |MiChaeng| [G!P]
Mistério / SuspenseUna noticia que llega hasta los medios internacionales, una mujer -sí, por una extraña mutación, tenía aparato reproductor masculino, pero ante los ojos de la sociedad seguía siendo mujer- logra ir contra las reglas y, después de largos juicios y de...