Jessamine

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Despierta"

Una voz en la cabeza de Anna, una familia y común.

"Despierta, pequeña Herondale"

Se despertó de golpe, los ojos le ardían y la luz que iluminaba no la dejaba ver.

Después de unos segundos su vista se volvió clara. A sus pies estaba la chica con el camisón blanco y pelo rubio.

"Tuviste sueños dulces, mini Tessa?"

— Tengo un dolor horrible de cabeza!— se volvió a recostar.

" ¿Donde esta tu galán, Bloodwheel?"

El cuerpo le dolía, intento levantarse. Los jeans que tenía estaban destrozados con sangre seca. Intento recordar lo último que había pasado.

— Soñe con mis padres, Jess!— le dijo al fantasma. Podía contarle a Jessamine sobre sus padres, lo había hecho antes por qué ella no sabía lo que había pasado por el mundo durante el último siglo.

Bridget apareció. Sus rizos grises callendo de el moño que llevaba.
Intento acercarse para ayudarla pero Anna le detuvo con la mano.

— Creo que ahora, solo quiero ir a mi habitación!— dijo ella, Bridget no dijo nada, solo asintió.

Paso la sala de entrenamiento, que estaba vacía como habitualmente, hasta que llegó al pasillo de las habitaciones, su pierna se sentía dormida.

En su habitación, el lugar siempre era el mismo, viejos muebles antiguos. La cama con postes, la alfombra y las pinturas sobre las paredes con paisajes.

Fue hasta el baño y se quitó la ropa mientras la bañera se llenaba de agua. Cuando se sumergió está se pinto con algo de rojo.

Su mano se acercó a su pecho, sobre la llave de oro, recordó el sueño de Magnus de cuando le regaló la cadena, la cerró sobre ella apretándola más contra su pecho.

Pensó que había sido egoísta de su parte, ver a todos y después dejarlos, a Magnus, Alec, Jace e Izzy.

Su armario aún tenía su ropa, usaba más sus jeans por qué siempre terminaba encontrándose con un demonio para enfrentarlo pero los vestidos no le impedían tampoco el enfrentarse a alguien o algo. Se puso un vestido rojo que le llegaba sobre la rodilla, como siempre no faltaban sus botas negras y su chaqueta de cuero, esta vez una café, como su cabello y salió, tal vez todos ya estaban abajo para la comida. Anna encendió su celular para ver la hora, era medio día.

Por el pasillo, iba tan silenciosamente como podía. Cruzo cerca del salón de armas sin voltear. Pero algo la detuvo, una risa retumbaba por el pasillo y en la sala de armas. Era de una mujer pero no podía ser Bridget o Evelyn, se regresó mirando por el contorno de la puerta.

Por dentro de vislumbró una cabellera verde. Era Violette.
A su lado estaba Steve, ambos sonreían y reían. Se veían como viejos amigos.

Anna estaba apunto de entrar pero miro como Steve acercaba su mano hacia Violette, se veía distraído y risueño ante Violette. Su mano se acercó al cabello de ella, sosteniendo un mechón entre sus dedos el cabello verdoso de ella.

Anna se alejó de umbral y bajo hacia el comedor, sus manos comenzaron a dolerle, las miró y tenían marcas de sus uñas sobre sus palmas, estaban rojas. No se había dado cuenta.

Al bajar Evelyn estaba sentada sobre la mesa, Bridget le estaba sirviendo café.

— Anna, querida! ¿Te sientes mejor?— preguntó Evelyn, había un hilo de angustia en su voz.

— Si, estoy mejor! Gracias por preocuparte.— intento liberar la tensión. Se sentó a la izquierda de Evelyn.

— ¿Donde esta Steve, bajara para comer?— pregunto de nuevo Evelyn mientras le daba un sorbo a su café.

— No lo sé! Debe estar muy ocupado con su amiga!— respondió Anna hostil. Se sorprendió por el tono de su voz

Steve apareció con Violette a su lado. Anna no levantó la vista hacia ellos, estaba acomodando la servilleta sobre su regazo.

Steve había puesto al tanto a Evelyn sobre que habían estado haciendo los últimos meses.
Violette lo miraba atentó. Pero Anna no miró a nadie a excepción de Bridget.
Cuando ella termino, se levantó de la mesa sin decir nada y se fue.

Todos la miraron irse. Los ojos de Steve la siguieron y casi impulsivamente estaba a apunto de levantarse pero no lo hizo, hasta que terminó de hablar con Evelyn sobre Violette y la orda de demonios que los habían atacado.

Anna fue hasta la biblioteca, era el lugar más tranquilo donde podía contener su humor y sus pensamientos. Se acostó sobre una larga mesa de madera. No le incomodaba.

¿Que pasa con tu lindo enamorado?

Era Jessamine de nuevo.

— No es mi enamorado!— respondió Anna con un sollozo.
Recordó cuando Steve le había dicho que la amaba y cuando ella lo lastimó diciendo que nada entre ellos podía pasar.
También recordó cuando lo beso, el suave y caliente tacto de sus labios con los de ella.
Se había sentido raro pero había sido algo hermoso, por que jamás había sentido un beso igual.
Intento alejar esos pensamientos.

Lo ví correteando por todo el instituto a esa chica.
Puede que sea más linda que tú. Por eso le gusta tanto.

— A veces no sé si quieres fastidiarme o eres mi amiga!— tenía la mano sobre su llave de oro.

Steve emergió del umbral de la entrada. Estaba con los brazos cruzados.
Anna se levantó rápido de la mesa.
Jessamine había desaparecido.

— Estabas hablando sola?— pregunto él, mientras se acercaba a la mesa donde ahora ella estaba sentada.

— Algo así!— respondió ella.
Estaba mirando como sus pies colgaban de la mesa. No era baja pero tampoco era tan alta. Le llegaba a la altura de la nariz a Steve.

— Estaba preocupado por ti!— dijo el, mirándola. Estaba sacando algo de su bolsillo.

— Sí, pues no se nota!— ella murmuró. Tenía la esperanza de que el no la hubiera escuchado.

Él le extendió su mano con la estela de ella.

— Se te cayó!— dijo él.

Anna se ruborizo cuando recordó que él la cargo en sus brazos y ella le estaba pidiendo que no trajera al Hermano Zarchariah.
Tomó la estela de sus manos.

— Gracias!— respondió ella.
Sobre el toque de sus manos parecieron sentirse chispas.

— Creo que sería buena idea incluir a Violette a nuestra misión!— dijo el, no la estaba mirando.

Ella cambio su rostro como si la hubieran abofeteado.
— Tal vez pueda ayudar!— intento explicar él ante la expresión de Anna.

Ella no sabía que decir. Pensó en cuando vio a Steve mirando a Violette, había visto brillo en sus ojos cuando la vió.
Se le hizo un nudo en la garganta a ella al pensar que a Steve tal vez le gustaba Violette.
Estaba buscando que palabras decirle.

— ¿Es lo que tú quieres?— logró preguntar ella. — ¿Confías en ella?. Es decir, ella apareció después de que eso idiotas se fueran...—

— Hablé con Evelyn, ella ha estado quedándoce aquí desde hace días. No creo que ella sea de los malos.

— ¿Por qué quieres que ella esté con nosotros?— no había pensado la pregunta, había salido inconscientemente. Ella se sorprendió. — Me refiero a que...— intentaba cambiar lo que había dicho. — ¿Podemos confiar en ella?—

— Creo que sí!— dijo él, fue su única respuesta.

Quería que Steve fuera feliz y si tal vez el podía ser feliz con Violette estaría de acuerdo. Al menos así ya no podría lastimarlo más.

— Entonces, sí!— respondió ella. Su voz parecía cortarse. Había tensión entre ellos.
— Aún que no me agradó mucho que digamos...—

Del umbral apareció Violette, con sus cabello verdoso.


𝑳𝑨 𝑯𝑰𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑴𝑨𝑮𝑵𝑼𝑺 𝑩𝑨𝑵𝑬 [𝑪𝑫𝑺] EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora