Paseos por París.

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Se encontraba en alguna parte de París, si miraba al cielo podría ver a lo lejos la gran Torre Eiffel. Una puerta de madera se encontraba frente a ella. Podía sentir la marca de su cuello palpitar, sabía que él se encontraba ahí. Comenzó a patear la puerta de madera con fuerza, cerca del cerrojo, volvió a dar patada una vez más y después de otra parada, la cerradura se cayó y la puerta se dejó abrirse.

El lugar parecía oscuro por las iluminaciones rojizas de las lámparas alrededor.

— ¿Sueles irrumpir así en todas las casas de las personas?— dijo la voz de Valentine, quien estaba sentado en una mesa de caoba, apartado de la iluminación. Su cabello rubio blanquecino brillaba desde la oscuridad.

— La Clave entera te está buscando y para mí fue tan fácilmente el encontrarte.— dijo Anna, él aire empujó la puerta cerrandola.

No tenía miedo a Valentine, jamás lo había tenido, después de todo, él no había intentado matarla aún.

— Me encontraste por qué te deje encontrarme.— dijo Valentine.

— Si, estoy segura de eso. Tu sucia marca...— le espetó ella.

— Así siempre podrás recurrir a mí cuando lo necesites.—

— Mataste a mi abuela.— le dijo Anna.

— No, los demonios mataron a tu abuela, joven Anna.— Valentine le estaba sonriendo con malevolencia.

— Mataste a mis padres.— volvió a decir ella.

Valentine no dijo nada, Anna quería con todas sus fuerzas golpearlo, matarlo, tal vez degollarlo y pasear su cabeza por todo París como una pelota de juegos, pero ya lo había intentado, así que si lo mataba, ella también moría, era como un espejismo, técnicamente si ella le hacía daño, también la afectaba a ella, y eso había pasado desde la marca. Si tan solo no hubiera aceptado aquella sentencia por Lauren Lovelace, o por Jonathan...

— Entonces, ¿A qué veniste? Anna.— le pregunto él.

— ¿Dónde está Jonathan?— dijo ella.

— A salvo.— fue la única respuesta de él.

— De lo único que deberías mantenerlo a salvó es de ti.— le replicó ella.

— No viniste hasta aquí solo para preguntar por Jonathan, has venido por algo más...— los ojos oscuros de él brillaron y ciertamente no era de felicidad normal, sus ojos brillaban así cuando jugaba.

— Siempre has intentado contarme la verdad sobre mis padres, así que adelante. Vine aquí para escucharla...— dijo Anna.

Valentine la estaba mirando pensativamente. Ella estaba sosteniendo la empuñadura de su espada de adamas y plata.

— Siempre creí que había algo especial en tu madre, ella conocía el dolor igual que yo.— estaba diciendo él. — ¿Sabías que conspiró conmigo? Solo para matar a sus propios padres, aquellos que la criaron. Aquí, en París. Jules y Lissette Montclaire. Fueron juzgados y después asesinados. Tu madre lo había anhelado tanto, que se lo consedí...

Jules y Lissette Montclaire, esos eran los nombres de sus abuelos maternos, aquellos que nunca había conocido. Aquellos de los cuales, su madre jamás le había hablado. ni tampoco se había tomado el tiempo para buscar.

Ella sintio su corazón estrujarse, le estaban comenzando a doler los ojos, sentía en su pecho una desesperación.

— No te estoy mintiendo, Anna. Y después de esa petición me hizo otra, así que yo le entregué a Stephen Herondale en bandeja de plata.— dijo Valentine.

𝑳𝑨 𝑯𝑰𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑴𝑨𝑮𝑵𝑼𝑺 𝑩𝑨𝑵𝑬 [𝑪𝑫𝑺] EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora