Almas Perdidas.

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El techo era de cristal, lo que dejaba dar una agradable vista a las estrellas y el cielo embellecido por la noche y la luz de luna.

Iban tomados de los brazos, Steve sosteniendo el brazo de Anna de una manera caballerosa.
Ella giró su cabeza hacia el y una ola del perfume de Anna se impregnó en el olfato de Steve. Ella siempre olía a chocolate, era como algo mágico. Tomo a Anna de la muñeca y la llevo a las escaleras entre toda la gente. Sintió con el pulgar el brazalete que siempre llevaba hecho con pequeñas rosas de color melón. El sabía qué había sido un regalo de una antigua novia de Anna. Él la conocía mucho aúnque tenía la duda de que guardaba algunos de sus secretos para ella sola.

Llevaban un año de conocerce pero Steve sabía que no aguantaria tanto tiempo ocultando sus sentimientos, se había fastidiado de no poder tocar a Anna de la forma en la que deseaba.

Ella se giró buscando a Tompson entre la multitud. Su vestido dejaba al descubierto parte de la espalda. Cuando giró de vuelta el bajo su mirada al collar que llevaba puesto, a un lado, debajo de la clavícula había una cicatriz. El siempre había deseado sentir la piel de esa parte de bajo de su mano, pero era de una forma tan íntima que Anna no aprobaría.

— Tal vez si nos separamos, lo encontraremos más rápido.— dijo ella.

Steve miro de reojo a un chico acercarse, aún no se separaban.

El chico hada se planto frente a Anna, no parecía engreído como las demás hadas que estaban en la fiesta.

— Debo admitir que la persona que planeo todo esto se esforzó demasiado!— dijo el chico mirando los candelabros y las paredes a su alrededor.

Tenía puesto un traje anaranjado, de su cuello colgaba un cráneo de cuervo de oro. Su piel era morena. Sus rasgos eran finos como todas las hadas y parecía atractivo.

Era igual de alto que Steve.

— Cosas así no parecen ser tu estilo.— respondió Anna.

— Tampoco el tuyo.— había una sonrisa coqueta en su rostro.

Steve estaba acostumbrado a que el mundo le dedicará ese tipo de sonrisas a Anna pero le sorprendió que ella se la devolviera.

— Adaon!— dijo ella con firmeza. 

— Anna Herondale. Sin duda eres la persona de la que todo el Submundo habla. Algunos piensan que eres la cazadoras de sombras más prometedora, otros  piensan que eres testaruda y odiosa, aún que realmente creo que te describe la segunda opción.—

Steve se quedó en silencio.
Anna estaba a punto de dar su respuesta pero recordó que aún Steve seguía a su lado.

— Creí que nos separaríamos, para encontrarlo.— dijo Anna sutilmente.

Steve solo asintió y se alejó de aquel lugar algo molesto. ¿Por qué Anna lo había alejado, solo para estar un momento a solas  con aquel chico hada? Fue lo que se preguntó.

— Aún no superas lo del puente?— preguntó Anna, divertida.

— No que estaba preparando para aquel beso!—

— Yo tampoco!— aún mantenía su sonrisa.

Adaon comenzó a mirar alrededor y comenzó a guíar a Anna a un pasillo cerca de la escalera. La tomo de la mano con fuerza y la llevo a una habitación. Entrando ahí comenzó a verificar si estaba vacía.

Anna se recargo sobre un escritorio de madera.

— Que hace en príncipe NoSeelie en una fiesta como está?.— preguntó ella.

— Las noticias corren más rápido que el río.— dijo Adaon ahora más calmado. — A La Reina Seelie no le agradas, digamos algo así.—

— Si? Pues lástima, ahora tendrá que unirse a mí club de enemigos!— respondió Anna, relajada.

— No lo estás entendiendo. Ella planea destruirte, cree que podrías ser una amenaza para su corte.—

— No soy una amenaza para su corte, soy una amenaza para ella.— y lo era, podría destruir a la Reina Seelie en un abrir y cerrar de ojos, sabía su pasado.

Levantó la mirada a los ojos de Adaon.

— Por que te ariesgaste a advertirme de esto?.— Anna tenía un poco de desconfianza pero conocía a Adaon de algún tiempo y las hadas no podían mentir.

Adaon se acercó a Anna, con gran sutileza caminando hacia ella.
Tomo su rostro sobre sus manos y se acercó dándole un beso.

Sus labios se sentian fríos y sabían a dulce de ciruelas.
Adaon puso su mano sobre el cuello de ella tocando con su pulgar la barbilla de ella mirándola a los ojos.

— Está vez si me preparé!— dijo el sonando divertido y ella no pudo evitar sacar una risa. 

Después de sonreír se miraron de nuevo.

— Te dejaré perder tu tiempo con aquel cazador, después de todo el ya está tan enamorado de ti.— Adaon comenzó a abrir la puerta.

— De que hablas?... Solo somos amigos.— Anna sonaba relajada.

— Y el está al tanto de ello?— Adaon dejo esas palabras retumbando en la habitación y en la cabeza de Anna, ella se volvió a recargar sobre el escritorio y repasó mentalmente las palabras de Adaon.

𝑳𝑨 𝑯𝑰𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑴𝑨𝑮𝑵𝑼𝑺 𝑩𝑨𝑵𝑬 [𝑪𝑫𝑺] EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora