Latigazos Demoníacos.

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El aire fresco de New York se sentía mágico, pensó ella. No había forma de que cada vez que sintiera el aire pegarse a su piel se sentía tal plenamente magnífico.
Steve la estaba observando, ella mantenía sus ojos cerrados dejandose acompletar sus emociones por la brisa de viento.
Estaba sonriendo para cuando abrió los ojos.

No habían discutido nada desde que se fueron de Idris, y no habían hablado sobre su precioso momento en el bosque de Brocelind.
Ni tampoco hablaron durante el camino.
Central Para era un lugar tranquilo y grande, los niños paseaban jugando, otras parejas se quedaban en las bancas besándose.

Anna observaba los árboles a su a su alrededor.

Llevaban puesto su glamour, cuando llegaron a una parte, donde los árboles se apilaban formando un cuadro.

Era por la tarde, según la tonalidad del cielo, pero esta sección era más oscura.

El aire se sentía denso, un estruendo se escucho a través de los árboles.

Instantáneamente ambos pusieron sus manos sobre sus armas. Anna ya había desvainado su espada de Adamas.
Steve mantenía un cuchillo Serafín.

Un sombra salió de los árboles, era un demonio y parecía sisear.

Era una especie de demonio con picos y una larga cola como una cobra, con un aguijón.

"Hemiel" Escucho llamar Steve a su cuchillo serafin.

— Es un demonio Scorpios!— dijo Anna.

Cuando la hoja del cuchillo destello, el demonio movió su cola como látigo hacía sus pies, ambos se calleron sobre el pavimento. El lugar se había puesto más oscuro ya que la noche comenzaba a caer.

— Pero querías, salir a pasear ¿No es así?— le espetó Steve.

Cómo cazadores de sombras se levantaron del suelo en un rápido y ágil movimiento.

La cola del demonio se estiró hasta Steve para golpeado, pero este la esquivo.

Un gruñido salió de otra sección de árboles. Se abalanzó contra ellos. El primer demonio estaba intentando dar latigazo con su cola a Steve, pero este parecía esquivarlos. Con la hoja del cuchillo corto el aguijón que tenía en la punta, el demonio se enfureció.
Anna veía brillar su rubio cabello, con los tintes oscuros de los árboles alrededor, sus músculos se marcaban y tensaba con cada movimiento.

El segundo demonio lanzó su cola hacia Anna, está se agachó para que la cola con picos del demonio no la tocaran.

Sostuvo su espada con fuerza y mientras el demonio tiraba otro latigazo hacia ella, con un rápido movimiento giró, su rodilla izquierda estaba pegada al suelo y con fuerza hizo desplegar la hoja de la espada en el aire, atravesando la mitad del demonio, este lanzó icor viscoso y después se esfumó.

Steve blandió su cuchillo sobre el cuerpo del demonio Scorpios y cuando estuvo adentro, lo deslizó hacia arriba partiendo verticalmente.

El icor negro y verdoso se expandió con más intensidad que el que había atacado Anna.

Había icor sobre el vestido amarillo de ella.

— Que lástima!— dijo él. — Me  encantaba ese vestido!— ella le dedicó una sonrisa. Intentaba limpiar su vestido.

— Puedo prestartelo ¡Apuesto a que se te vería mejor!— respondió ella.

— ¡Apuesto a que sí! Pero no sería de mi talla.—

Steve se tenso a su lado, todos sus sentidos se centraban en Anna, ahí mirándola y ella tan descuidadamente tratando de limpiar su vestido.
Ella no lo estaba mirando, de hecho no se había dado cuenta de que él la estaba mirando, sus pensamientos no tenían una dirección fija.

Los tonos azules oscuros y negros del cielo reflejándose en el rostro de ella, haciendo iluminar su piel. Él sintió su corazón estremecerse. ¿Cómo era que ella no pensaba nada de lo de la noche anterior?
Porque él tenía grabado cada momento en su memoria, la forma en la que ella puso la mano cuando la tocó y cuando la sostuvo en sus brazos.

— Deberíamos volver al apartamento!— dijo ella, sus ojos se oscurecieron por la iluminación.

También recordaba el diario que había leído.

— En la casa del bosque...— titubeó él. — Dijiste que habías leído "los diarios"— ella se giró de golpe para mirarlo. —¡Pero solo había uno ¿Existen más?—

Ella estaba negando con la cabeza.

— Por que estás hablando de esto? ¡Justo Ahora!— ella le reprochó.

— Por qué...— las palabras estaban en la punta de su boca pero no logro decirlas. — Parece que hay algo más detrás de eso, algo importante, algo importante para ti por qué si no lo fuera, me habrías dicho todo.—

Ella estaba mirando hacia el charco de icor que los distanciaba. Comenzo a decir.— Sabes que hay cosas que no puedo decirte, por qué si te las digo formarás parte de ello y....

—... Y no quieres que forme parte de ello.— él la interrumpió.

Ella se acercó a él casi impulsivamente, quería sentir su calor aunque fuese con un leve toqué.
— Por qué si te contara entonces estarías en peligro y no quiero ponerte en peligro.— aclaró ella.

Algo lo dejo inquieto, quería que Anna le aclarara cualquier cosa pero no podía pedírselo por qué sabría que no lo haría.

— Todo el tiempo me ocultas cosas Anna!— le espetó. — Me canse de ser tu perro faldero que te sigue a cualquier lado sin cuestionarte nada. ¡Todo el tiempo estar contigo es como si estuviera cerca de una bomba!. Puedo esperar todo o nada, pero siempre es así contigo.—

La distancia entre ellos era corta no tan corta como para un beso, pero si lo suficientemente cerca como para que si ella se desplomaba el la sotendria en sus brazos.

— Eres mi mejor amigo Steve, me conoces...—

— No, no lo hago. Si conozco como eres y la forma en la que te mueves y cada movimiento que realizas pero no conozco completamente nada acerca de tu pasado, excepto que tus padres murieron y Magnus te cuido durante años. ¡Después de eso no existe nada!.—

Ella estaba apunto de responder, su corazón le martillaba.

— No puedo ser tu amigo si me ocultas cada cosa que sucede a tu alrededor, cada cosa sobre ti.—

— Entonces no lo hagas.— comenzaron a decir ella. —Solo quisiera que intentaras al menos ponerte en mi lugar, me gustaría que sintieras que tienes que mentirle a todas las personas que conoces solo para que se mantengan vivos...
Tal vez tienes razón, soy como una bomba y no sé cuando vaya estallar, tal vez por eso no deberías estar conmigo. —

Y ella comenzó a irse, perdiéndose entre los árboles, solo dejando el sonido de sus tacones repiquear.

𝑳𝑨 𝑯𝑰𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑴𝑨𝑮𝑵𝑼𝑺 𝑩𝑨𝑵𝑬 [𝑪𝑫𝑺] EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora