La Primera Heredera.

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La tarde caía, el cielo estaba iluminado de un azul con destellos rojizos y naranjas.

Las estrellas estaban por caer, estaba lanzando cuchillos, uno tras otro, cada uno clavándose en el blanco que estaba dibujado frente a ella. Parecían como cientos de agujas clavadas en el mismo punto. Se sintió orgullosa. Por qué le había costado trabajo como lanzar un cuchillo, le había costado encontrar el ángulo correcto para que siguiera su caminó como una flecha.
Pero nadie había notado que una niña de seis años podía comenzar a practicar con cuchillos. Aún recordaba los pequeños cortes sobre sus dedos.

Pero todo empezó difícil. Ella había aprendido por sí misma como empuñar una espada y hacer la hoja balancearse con elegancia y precisión.

Pero una emoción nublo sus pensamientos de orgullo, le hizo pensar en sus padres.
No quería ser como ellos, quería ser valiente y honorable, honesta y leal. Pero la honestidad era lo más lejos posible, algo que no alcanzaría por qué cada día tenía que mentir.
"Eres la hija de tus padres" se dijo. Lo que implicaba que podría ser cobarde y débil así como sus padres se dejaron influenciar por Valentine.

Pero apesar de todo, perdonaba a sus padres. No podría decir que no los amó por qué si lo hizo. Lo único que podía hacer ahora, era hacer todo lo posible para no ser como ellos.
Pensó en su madre y cuando desesperada de amor había estado. Y se juró a sí misma que jamás rogaría por un amor.

Las estrellas estaban por caer, así que se apresuró para poder estar lista.
En su habitación, sobre la cama estaba el vestido que Magnus le había ayudado a escoger por qué el había dicho. "Brilla, brilla como una luz angelical. Nefilim"
Así que se apresuró a darse un baño, limpiando con el jabón a chocolate las penas de no poder ser tan valiente.

Su mente hizo un pequeño recuento, no había habido más pistas. No sabía nada de la persona que vendía bebés demonios. Solo que era un Nefilim, pero el más corrupto de ellos. Además dudaba si era cierto que fuera una mujer, ya que lo que estaba creando era algo horrible, tan horrible para una mujer.

El vestido de satín azul oscuro, la tela hacía a su piel sentirse correcta. Tenía una apertura sobre la pierna izquierda, Anna se puso una banda dorada, donde metería su estela y su daga como siempre. Cepillo su cabello y después lo dejo caer sin ningún arreglo sobre él. No era buena peinándose pero sentía que de cualquier forma le quedaría mejor su cabello suelto. Como un río de chocolate que caía a su espalda. Se miró al espejo.
Se había puesto unos tacones dorados, zapatillas brillante que hacían resaltar su colgante de llave y la banda donde estaba su estela y su daga.

"Herondale" se dijo. "Estás que ardes" se lanzó un guiño al espejo para después salír.

Violette bajo de las escaleras. Tenía un vestido lila, que hacía resaltar su cabello. Era en forma de tubo. A sus pies, frente a la escalera la esperaba Steve, con un traje negro, tan elegante. Sintió su corazón saltar chispas. Se veía tan apuesto. Como si fuera un ángel, su cabello rubio y sus pómulos altos. El le extendió una sonrisa.

— Te ves hermosa!— le dijo estirándole la mano para ayudarla a bajar.

Anna había desviado su ruta para ir por una espada corta al salón de armas.

Violette estaba tan suemrguda mirando los ojos azules de Steve que también la miraban, cuando estos parecieron desviarse a otra parte. Ella siguió su mirada.

Ante las escaleras, Anna parecía deslumbrar, su piel parecía brillar, su vestido con un escote en v, mostrando la llave dorada sobre su pecho, haciendo resaltar sus clavículas. Su piel parecía como si fuese esparcida por una fina capa de polvo dorado.
Steve estaba tan enamorado, pero su cara estaba tan brillante al igual que sus ojos. Veía con un anhelo intenso hacía Anna. Él se arrastraría en el piso por ella, eso decía su mirada. Qué podría bajarle la luna o un planeta solo con verla sonreír.

𝑳𝑨 𝑯𝑰𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑴𝑨𝑮𝑵𝑼𝑺 𝑩𝑨𝑵𝑬 [𝑪𝑫𝑺] EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora