Hermanas de Hierro.

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El cielo alrededor era griseaceó,
Una llanura verde intenso se había delante de ellas, el musgo se extendía sobre las pesadas rocas. Parecía una llanura volcánica.

— Las hermanas de Hierro fojan las armas con la lava, antes estos eran lechos de lava!— explicó Violette.

Si Anna iba acortarle la cabeza a ese Cazador de Sombras corrupto que creaba bebés demoníacos, nada mejor que hacerlo con la espada correcta. Hypatia les había abierto un portal de Londres hasta New York de nuevo, Anna intentaba aplacar el enojo de Steve hacía ella, por muchas razones.

Subieron arriba de la llanura a sus pies se abría un enorme y vacío abismo. Anna conocía la forma para poder entrar a la fortaleza, saco la daga  sobre su pierna y se estiró para tomar la mano de Violette. Está estaba mirando al vacío, Anna le hizo un corte sobre la muñeca lo que hizo a Violette volver su atención, ella jalo el brazo de la chica dejando que las gotas calleran hacia el ánimos.

Se alzo un puente frente a ella, para poder cruzar el abismo.
— ¿Por qué no utilizaste tu sangre?— pregunto Violette, irritada.

— No creó que mi sangre hubiese ayudado mucho!— respondió y abrió paso sobre el puente.

Surgió una enorme fortaleza, parecía estar hecha de adamas y tenía un color plata claro. Torres de electrum se elevaban en lo alto, las muestras se guiaban por un enorme arco.
Una sombra emergió de las paredes blancas.

— Quién visita a las Hermanas de Hierro?— pregunto, era una mujer con el cabello grisáceo en una trenza y un lazo dorado que lo amaraba. Tenía un vestido blanco, holgado y largo, sobre su cintura tenía otro lazo dorado.

— Mi nombre es Anna Herondale.— respondió ella.

— Violette Ashbow!— se presentó. Se veía más pálida de lo usual.

— Soy la Hermana Dolores!— dijo la mujer.

— Venimos a hablar con la Hermana Eva!— añadió Violette, su voz se escuchaba tensa.

Anna estaba atenta a otro abismo de lava, seguramente ahí se forjaban las armas. No escucho la plática entre la Hermana Dolores o Violette, solo cuando ella la llamó y comenzaron a caminar entre los pilares blancos.

— Hermana Eva!— la llamó la Hermana Dolores y una chica, tal vez de unos cinco años más mayor que ellas. Se sorprendió Anna al verla, su piel era pálida como el mismo tono que Violette y tenía el cabello de un negro como el carboncillo, también estaba en una trenza con un lazo dorado.
Cuando giró su rostro hacia ellos, vio en que se parecía a Violette, tenía los mismo pómulos que ella.

— Jane!— el susurro salió de los labios de Violette.

— Estaremos bien Hermana Dolores, le avisaré cuando las chicas estén a punto de irse!— dijo la Hermana Eva, tenía una voz suave. Anna pensó que sonaría hermosa si llegaba a cantar una canción de cuna, así de delicada sonaba.

— Jane!— hablo más alto Violette y se arrojó a la Hermana abrazandola. Está parecía responderle el abrazo.

Anna se sentía incómoda, no entendía que estaba pasando. Paso por su cabeza que la Hermana Eva era un familiar de Violette.
La Hermana Eva se separó del abrazo.

— Que haces aquí? Sabes que no podemos vernos!— dijo ella.

Violette parecía aturdida.

— Hermana Eva!— Anna se aclaró la garganta. — Digamos que tenemos a unas sugerencias para armas.—

Violette asintió, parecía avengonzada. Sus mejillas estaban sonrrojadas.

Anna recordó cuando Violette le contó que al menos tenían una cosa en común, ella también había perdido a sus padres. Aún que habian sido asesinados por demonios, le contó que su hermana se había ido, quién la había criado hasta los 13 y después desapareció.
Tal vez esta era la hermana de Violette. Creía que había muerto pero solo se convirtió en una Hermana de Hierro.




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Había ignorado las palabras que se dirigían entre Violette y la hermana de hierro. Anna se vio hipnotizada por el fuego que forjaban las armas.

La Hermana Eva había terminado la hacha de Adamas, con el mango de Fresno. La primera arma que había forjado era la espada de Plata para Violette. Anna estaba ansiosa por ver cómo forjaban la arma que había pedido. Ya había visto fundirse el Oro con el Electro, saco la daga de su muslo y se hizo un corte sobre la palma de la mano, la sangre emanó de ella. La Hermana Eva ni Violette le estaban prestando atención, estaban sumergidas un su plática y Violette tenía toda la atención en su arma.

Ella se estiro, vertiendo su sangre donde se estaban fundiendo el Oro y el Electro. La Hermana se acercó rápido a ella. Vio el color de la sangre difuminar se con el oro.

— Que estas haciendo?— pregunto molesta Violette.

— La espada se está forjando con mi sangre, lo que significa que solo me responderá a mí.— intento explicar ella.

La Hermana Eva no dijo nada y la virtio sobre el molde. Anna cerró los ojos.

— Que haces?— pregunto Violette curiosa.

— Quiero que sea una sorpresa!— respondió.

— Bueno, por suerte no tendrás que esperar mucho!— dijo la Hermana. — Está lista!—

Y Anna abrió los ojos.
La espada estaba sobre el pilar de priedra frente al lago de lava.
El oro brillaba sobre la roca. Se acercó a ella, sentía que su boca estaba estirada en una enorme sonrisa.

— No sabía que tenías tantos dientes!— escucho decir a Violette.

La empuñadura de la espada estaba tallada con runas, era una espada de doble filo. Era larga, tal vez de medio metro de largo. Pensó que sería pesada. Se estiró para tocarla, se sentía caliente, deslizó su dedo sobre el filo y de este comenzó a brotar sangre al instante. Sobre la cuchilla también habían runas, cuando la sostuvo sobre su mano sintió que quemaba pero no le importó. Se sentía segura en su agarre y cuando la deslizó sobre el aire,  se sintió ligera era como si su mano y la empuñadura de la espada se fundieran juntos.

— No será tan poderosa si no la blandes tu.— dijo la Hermana Eva.

— Es la cosa más hermosa que jamás haya visto!— susurro Anna y escucho reír a Violette detrás de ella.

Para cuando se despidieron Violette y la Hermana de hierro, está le entrego una daga. Anna vio decirle al oído la Hermana a Violette.

Y con esto ambas se fueron, cruzando el puente por donde habian pasado.
Steve estaba parado sobre frente a las grandes puertas por donde habian desaparecido.

El cielo estaba oscuro.
Steve vio emerger de ahí a Anna y Violette.

Anna llevaba una funda beige de espada, sobre su cinturón de armas. Su mano derecha estaba sobre la funda, como si la estuviese protegiendo, sobre su mano izquierda estaba una hacha con un mango de madera. La espada de Violette colgaba detrás de su espalda.

— Está es tuya!— dijo Anna y le entregó la hacha.
Olía a Fresno.

— Es de Adamas y Fresno!— explicó Violette.





𝑳𝑨 𝑯𝑰𝑱𝑨 𝑫𝑬 𝑴𝑨𝑮𝑵𝑼𝑺 𝑩𝑨𝑵𝑬 [𝑪𝑫𝑺] EdiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora