Twelve; Balcony

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Alice está con la señorita en su cuarto. Emily la llamó, y ella acudió.

La rubia se seca unas ligeras lágrimas con un pañuelo de tela. Le ha entristecido que ninguno de sus dos caballeros haya venido a visitarla. ¡Y eso que se había puesto tan bonita! Le preocupa pensar que ambos se han molestado tanto con ella que han decidido alejarse.

La de delantal la tranquiliza, susurrándole circunstancias que podrían haber ocupado el día de Murdoc y Stuart. Esto mientras le acaricia el cabello. Emily es como una niña, pues Alice siempre la ha tratado así cuando los padres de la chica abandonan su puesto.

Apoyada sobre la falda de la mujer, Williams sonríe. El calor maternal ha hecho que se calmara, y que una escena así se vuelva tierna y estúpida al mismo tiempo. Se ha convencido de que había estado llorando en vano.

Murdoc y Stuart estuvieron ocupados, y por más que quisieron, no pudieron venir. Eso cree.

...

Los pasos de su yegua resuenan ligeramente, perturbando el silencio de la noche. Stuart se mece en su lugar, pidiéndole a Murdoc que vaya con más cuidado. Entonces, Pickles pega un salto, lo que lo sacude y lo obliga a apretar su agarre. Su agarre al azabache...

-Si supieras cabalgar, no tendríamos que estar así -se excusa el mayor, tirando de las riendas. Han llegado.

Stuart lleva una capa para ocultarse, que Murdoc también cedió a prestarle. Así se montó, por segunda vez, en el caballo de Niccals. Estar sobrio le hizo darse cuenta de lo sacudido que era viajar en esas condiciones.

-Cabalgas como un desquiciado -susurra molesto. Se baja de la montura, aliviado de volver al suelo.

El terreno abandonado del que hablaron está frente a ellos. Toman sus cosas y se adentran en él. La hacienda de Emily está sólo a un costado.

-Ohh, te divertiste mucho cuando te llevé ebrio. Levantaste los brazos y todo. Casi te caes pero, fue gracioso -ríe, recordando dulces momentos que sólo él sabrá si pasaron.

Harold quiere explicarse, desmentir lo que, al menos él cree, es una falacia que sólo ha dicho para fastidiar. Aunque en su interior no está muy seguro... Antes de que abriera la boca para defenderse, Murdoc lo calla, a propósito y porque no quiere que los escuchen susurrando mientras se esconden en el pasto que ha crecido de más.

Lo decidieron antes. El primero en llamar la atención de Emily sería Stuart. Es irónico que él vaya a ser quien se presente, ese es el chiste y sentido de su elección.
Él fue el que llegó antes a la vida de la rubia, para que luego Murdoc aparezca, ofreciendo el mismo trato y cursilerías que su predecesor, ganándose las mismas emociones que antes le pertenecieron al peliazul.

Stuart abriría el espectáculo. Con su canto, con su guitarra y dando un golpe nostálgico justo en el corazón de la chica.
Murdoc llegaría de golpe. Azotando el pensamiento de la chica. Y luego, una competencia que quién sabe cómo terminará.

El azabache le hace unas señas al joven, es su turno.

Sale de la hierba, se saca la capa y tanto su cabello como su pálido rostro, brillan bajo el baño lunar. A Murdoc le parece un buen ángulo de él, hasta que la capa que se lanzó le cae en la cara. Reniega bajo ella.

Stuart se coloca bajo el balcón, de modo que pueda ser apreciado por Emily. La tenue iluminación de las velas se hace ver a través de las finas cortinas. Sombras la acompañan, por lo que así descubre que Emily está ahí.

Voltea a ver a Murdoc, él también se pone en posición.

Esto es tan absurdo, como un bobo juego en el que los niños acuerdan algo para molestar a las niñas, y llamar su atención a base de esto.

Murdoc y Stuart hacen exactamente lo mismo, pero no para quedarse con la chica una vez es atrapado su interés. Lo opuesto a ello.

Harold toca las cuerdas de la guitarra, incluso sin verlas, toca a la perfección las notas de la canción que antes propuso. Él está mirando hacia arriba, a ver quién logra asomarse por el balcón si es que su guitarra alzanza un volumen óptimo. Aún no cantará. No hasta que la señorita haga aparición.

Un minuto pasa. Y en vez de Emily, sale Alice, a revisar ese ruido que juró escuchar.

Y cuando ve a Stuart Pot ahí, plantado como flor del otro lado con una guitarra, se vuelve a meter a la habitación. Gritando y pidiéndole a la chica que salga inmediatamente.

❝Cliché❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora