Ten; Plan

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Emily apenas se despierta. La pesada luz del sol le molestó el rostro, incluso con las cortinas cerradas. Se cubrió con las mantas pero algo la seguía molestando. Entonces decidió levantarse.
Ahora, se peina, renegando frente al espejo.

Anoche no durmió bien. No es un secreto. La caída de sus párpados la delata. Y a pesar de haber dormido hasta un horario más cercano al mediodía, se mantiene cansada. Teme parecer una perezosa frente a los criados, y frente a Alice. Tiene suerte de que su padre sale temprano a trabajar, y de que su madre partió a Escocia a un encuentro familiar.
Sería tan deprimente que la vieran así, con la constante sensación de estar a punto de desvanecerse sólo porque no puede tomar una decisión...

Murdoc... Stuart...

Le gustaría desposarse con los dos y salir de la catedral con ellos al lado. Pero eso no es posible. La mente de Emily va por las nubes, imagina una retorcida ceremonia en la que ella es capaz de llevarse la gloria con ambos hombres. Sería un día tan precioso. Ella de blanco, brillante. Y ellos de traje, apuestos y elegantes.
Pensar en ellos la arrebata un profundo suspiro. Frena su peine, ha provocado en ella la curiosidad de lo que estarán haciendo. ¿Estarán enojados? ¿Estarán confundidos? O, ¿estarán viniendo a verla...?

-¡Rayos! -exclama la chica cuando la última opción se le ocurre. Se pone el rubor de la manera más decente. Busca entre su armario un vestido cómodo y colorido. Arregla su flequillo, y se pone unos zapatos.

Se vuelve a mirar al espejo, sintiéndose apta para que la visiten. Con sus manos en la cintura, le sonríe coqueta a su reflejo.
Pero, de inmediato le llega una aclamada duda: ¿A quién está esperando?

...

-¡No tengo resaca! -repite Stuart por cuarta vez. Lleva contradiciendo a Murdoc hace rato.

-Que sí la tienes. ¡Y vete de mi casa! -Camina por los pasillos de su hogar, y por alguna razón, Harold lo sigue.

-No puedo irme -suelta.

-¿Te gustaría levantar un campamento aquí mismo? Adelante, te invito -contesta, prendido a su bendito sarcasmo.

-No es eso -Junta sus manos-. No quiero que el pueblo me vea así...

-¡Admites que tienes resaca! -grita emocionado, señalando de inmediato al chico. Niccals adora tener la razón.

-¡Me refiero a salir de tu casa! No pueden verme saliendo de tu casa. Estamos fingiendo ser rivales, no concuerda, ¿sabes? -Stuart aparta el dedo de Murdoc que lo señalaba, con una cara seria que trata de rematar lo dicho.

-Ahh -comprende-. ¿Y piensas quedarte hasta la noche o qué? Esto no es una posada.

-No, no. Bueno no sé -Rasca su nuca-. No tengo un caballo propio y mi carruaje es el único transporte que tengo. Eso llamaría la atención...

-Te presto uno. Los míos saben volver solos. ¿Qué tan buen jinete eres?

El peliazul se queda mudo y lo piensa.

-No sé montar a caballo, en realidad -confiesa. Luego de haber sembrado una espera innecesaria.

-¿Es en serio? ¿Qué aprendiste ahí afuera? -Alza una ceja.

-Hmm, esgrima y algo de tiro al blanco.

-Vaya, admirable. Creo que en un duelo, habrías tenido la ventaja -ríe, ignorando que se sentía menos habilidoso que el chico a su lado.

-Por cierto, ¿a dónde vas ahora? -recuerda que iban por el pasillo a algún lado.

-Ah, iba a mi sala personal. Dime, Stuart querido, ¿sabes tocar la guitarra? -Ese tono socarrón divertía al muchacho.

-¡Oh sí! Aprendí sobre música desde joven. En América aprendí a tocar varios instrumentos -comenta entusiasmado. Recordar el aprendizaje que pasó le trae nostalgia de su viaje.

Murdoc sufre otro golpe que ataca su confianza.

Guía al chico hasta la habitación donde, según él, la magia está presente. Le abre la puerta y Stuart entra, totalmente ilusionado. Y, no en vano: Hay instrumentos a montones, guitarras, flautas, violines, bongoes, y hasta un gran piano en una esquina.

Niccals lo mira darse un paseo, recorriendo alegre todo el cuarto.

-¿Sabes qué significa llevarle serenata a alguien?

La voz prepotente de Murdoc perturba el calmo silencio que había, así que Stuart voltea desconcertado.

-Claro. ¿Por qué...?

Cruzan miradas y piensan en lo mismo. El azabache sonríe, pues acaba de sugerir cómo dar el primer arranque al asunto de Emily.

owo

❝Cliché❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora