Eleven; Serenade

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Murdoc se ofreció a llevar a Stuart hasta su hacienda, o al menos a una zona acercada. Su única condición fue que Stuart vistiese un vestido y fingir ser una dama. Así sería capaz de llevarlo, con todo y disfraz, sobre su caballo, como la noche en la que lo encontró vagando.
Es como dijo Harold: no pueden verlo dejando el hogar de Niccals así nada más. Eso provocaría sospechas. La gente, los comerciantes, los niños saliendo de la escuela. Sólo se puede comprar el silencio de sus propios sirvientes, pero no el de todos caminando allá fuera.

Pot se negó a disfrazarse de tal manera, como era de esperar. Murdoc lo sugirió al principio porque no se le ocurrió nada más, como posible opción. Pero luego le insistió porque le divertía ver tan serio al chico, negándose a usar vestido, sombrero y cualquier otro accesorio que defina a una "señorita". Se reía mientras un colorado Stu repetía constantes "no".

El azabache ya ha dejado de fastidiar al peliazul, se encuentra más centrado en su piano. Dijo que tocaría algo para ambientar pero se halla algo perdido, no recuerda bien las notas de lo que tenía pensado tocar.

-Esperaré hasta la noche, me iré a pie, con una capucha o algo -Murdoc gira en su silla para ver al joven.

-¿Y quién te dijo que puedes quedarte hasta la noche? -le pregunta groseramente.

-De todos modos tenemos que pensar lo de la serenata ésta. Que me quede es conveniente, ¿no?

Él mira al mayor, confundido ante las teclas del piano y sus propios dedos.

-¿No sabes tocarlo? -Se levanta del pequeño sillón y se acerca al instrumento.

-¡Sí sé!

-Entonces toca -lo reta, gracioso.

Murdoc suspira y se aleja del piano.

-Olvídalo -Se sienta en el pequeño sillón, cruza las piernas-. Quiero contarte lo que se me ocurrió.

Stuart, decepcionando de esa rendición, se sienta en el banquillo del piano y le hace un gesto para que hable.

-En la noche, antes de que se duerma, llegaremos con nuestras guitarras. El balcón de su habitación da a un terreno abandonado, ese lado de la casa está pegada al límite. Así que desde ahí podremos tocar nuestra bella serenata.

-Se oye como si ya hubieras estado ahí...

-¡Error! Estaba pensando en ir un día de estos, y ya que sus padres me detestan, me puse a pensar en una estrategia tras instigar. Me enorgullece que vaya a ser de ayuda para esta misión -dice, limpiando una lágrima invisible.

-Qué organizado -comenta interesado, sin saber que acaba de agrandar el ego de Murdoc Niccals. Recibe una sonrisa discreta.

-Como decía: Uno llegará antes que el otro, captando la ligera atención de Emily. ¡Pero! -exclama cual actor de teatro-. El otro llegará y se pondrá a tocar la misma canción. Estaremos un rato así, fingiendo una "competencia" para ver quién lo hace mejor. Luego, empezaremos a discutir y a rogar como perros la elección de ella. Se sentirá tan mal al ver la pelea que ha provocado.

-¿Pe-pelea? ¿Dices que alguien deberá golpear al otro? -cuestiona asustado.

-¡Gran idea!

-¡No quise decir eso! -grita arrepentido. Murdoc chista la lengua.

-Agh, aburrido.

-¿Qué canción tocaremos, de todos modos?

-Lo más romántico y clásico que se te ocurra. Ah sí, se me olvidaba preguntar, ¿sabes cantar bien?

Stuart hace una ligera pausa antes de retomar la palabra.

-Bueno... La gente dice que soy muy bueno pero siendo honesto, es penoso. Mis padres me ponían a cantar cuando teníamos invitados. No entiendo esa manía de presumir hasta la más simple copa de vino.

-Traumas infantiles. Comprendo perfectamente -Pocos en la ciudad conocen la verdadera personalidad de su padre, Sebastián Niccals, así que Stuart no alzanca a entender lo último-. ¿Puedo oirte si no te importa? Me diste curiosidad. No me culpes.

-No no, está bien. Además, tengo una canción que creo, servirá -Toma aire y tose, prepara su garganta un poco, mientras Murdoc lo mira expectante.

Se levanta, y agarra sin permiso una de las guitarras de ahí. Al dueño no le importa y espera el espectáculo que se aproxima. El chico comprueba el estado de las cuerdas, y al asegurarse de que están afinadas, se acomoda de nuevo en el banquillo.

Entonces, Stuart abre su boca, con la expresión relajada, pero soltando toda su emoción en esas letras y notas.

Es cursi, lo que canta es meloso y está dirigido claramente al corazón de delicada flor que se busca conquistar. Aún así, Murdoc escucha atento a la combinación de la voz e instrumento. Y, algo maravillado ante la habilidad musical de Pot.

Murdoc es la verdadera flor acá uwu

❝Cliché❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora