Nineteen; Samantha

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Emily camina al lado de Alice, con una canasta que se ha encargado de llenar con manzanas. Están en el mercado local, y de vez en cuando se detienen para comprar frutas.
Se ha entretenido por un rato, pero la angustia empieza a regresarle.

Antes de salir, confesó en voz alta que su decisión final es Murdoc Niccals. ¿Eso está bien? Claro. Emily lo siente en su pecho, es como se dice; su instinto femenino. Siente que ha elegido al hombre correcto y que a pesar de los problemas internos entre sus familias, algo bueno saldrá de su relación. Está dispuesta a correr de la mano con él hacia el atardecer si es necesario.

Sonríe de tan sólo imaginar que pronto unirían sus apellidos paternos, formando una elegante combinación.
A Emily no le importa pensar que podría ser desheredada de tanta fortuna, nunca le importó, de hecho.
Su ascendencia había dejado mucha responsabilidad y peso, por lo que era una vergüenza para sus padres tener sólo una hija única.
Su madre no fue capaz de traer más hijos sanos al mundo, a parte de la rubia, así que el apellido Williams quedó condenado desde su nacimiento. Tras casarse, ella adoptaría el apellido de su esposo, al igual que sus hijos, hasta que termine por perderse en próximas  generaciones.

Emily no evita sentirse culpable a veces. Culpable por tener rencor hacia sus padres. Para ella, su única amiga y madre es Alice. La biológica es una mujer muy estirada, estricta, distante y amante de las joyas. ¿Está mal odiar a quienes le dieron la vida?

Ve esa energía parecida a una chispa de vida en Murdoc. Desde que lo conoció se dio cuenta de que es alguien libre de hacer lo que quiera, sin restricciones, sin miedo, y alguien muy animado.
Sabe muy bien que le hizo esa promesa a Stuart, pero no puede negar que ama con locura a Niccals.

El pasado queda atrás, la nostalgia de esos jóvenes años no la van a hacer fluctuar.

Ya se disculpará con él...

Por ahora, se entretiene mirando los duraznos, mientras Alice elige los mejores.

...

—¿Cuál es tu brillante plan? —pregunta Murdoc, aún de espaldas.

Mira al espejo, muy atento. Fingía ceguera pero en realidad lo estaba viendo todo. Ve perfectamente las piernas desnudas de Stuart; ¡son muy blancas! Flaquea y aparta la mirada, muy apenado de su atrevimiento.

No se había dado cuenta de lo largas y delgadas que son...

—Pues, la idea es que caminemos por la ciudad. Lo más probable es que Emily ande por ahí, dando un paseo o en carruaje —Ahora se quita la camisa.

Murdoc vuelve a echar una mirada al espejo. Stuart se está poniendo el vestido. Lo normal sería ponerse un corset, pero Harold ya era una persona delgada con cintura de sobra. El azabache confirmó lo segundo, y se dio cuenta de que la ropa para caballeros esconde muchas cosas.

—¿Y-y si la encontramos qué hacemos? —Sin querer, Murdoc se cuestionó a sí mismo: ¿qué usará Stu para simular el pecho?

—Ya te lo había dicho. Fingiremos "coquetear". Y dejaremos en claro, delante de ella y delante de la gente, que Murdoc Niccals tiene una relación más seria con alguien más: ¡Con Samantha! ¿Te gusta? Acabo de inventarme un nombre —Se pavonea un poquito, antes de meterse por completo en el vestido.

Murdoc tiembla en su lugar. Ha empezado a sentir muchas cosas.
Está feliz, confundido, avergonzado, y con muchas ganas de darse la vuelta para saludar a Samantha.

Realmente no sabe cómo aceptar lo que Stuart le hace sentir. Tiene claro el concepto y sabe la definición del diccionario que aparece para "amor", pero está muy negado a declararlo como tal. ¡Stuart es un hombre! ¡Un hombre! ¡No puede gustarle un hombre, eso es enfermo!

Pero, ese mismo hombre está acomodando la falda de su vestido, detrás suyo en este momento. Verlo vestido de tal manera, quizás empiece a marearlo mucho más. Las imágenes que consiguió del espejo ya lo habían hecho, y Harold ni siquiera se había puesto el vestido.

—¿Quieres ayudarme con la cinta de aquí atrás? Ah, ya puedes mirar —dice el peliazul.

Niccald empieza a gritar internamente.

Se gira con mucho miedo, y la ve, ve a la preciosa de Samantha.

Camina hacia ella, y toma la cinta rosa que rodea su cintura. Debe hacer un moño que quede pegado a su espalda.

El vestido es celeste con volados blancos en el frente y las mangas. Uno muy tradicional pero simple, luce ligero. Es largo, por lo que llega  a cubrir los pies de Samantha.

Murdoc toma la cinta y empieza por un nudo. Las mejillas de la chica están rojas, pero ella esconde su vergüenza del hombre.
Siente entonces cómo su cintura es apretada, suelta un quejido muy bajito.

—Listo —anuncia el azabache.

La chica peliazul se da la vuelta y lo encara.

—G-gracias —dice tímidamente.

El ambiente se vuelve extraño por un momento, pintado de rosa, por decirlo así.
Pero el hombre suelta algo hilarante:

—¡Te podrías llamar Stuarina! Suena bien. ¿A que sí?

Entonces se corta la escena, y los dos ríen como bobos payasos.

Antes que nada:

Antes que nada:

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JSJAJJAJA. LE PUSE EL NOMBRE ANTES DE SABER LO QUE SIGNIFICA XD

vuelvo a agradecer a PanButterPot18 por ser quién más me inspiró para estos capítulos ♡

Y vengo a aclarar que toda esta historia es un cliché, quería burlarme de los estereotipos románticos de una manera más obvia, pero empecé a sumarle profundidad a esto, chale 8(

Aún así, la intención sigue siendo la misma ☆

Buenas nocheeees 💜

❝Cliché❞ 2doc/StudocDonde viven las historias. Descúbrelo ahora