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Su mirada estaba en todos lados, escuchaba cada rincón entre los árboles, sus cabellos se movían con el aire y su corazón latía con fuerza, finalmente no aguantó más, lanzándose del borde, dejándose caer sin el plan de elevarse por el cielo. El agua le abrazó, recorriendo cada parte de su cuerpo, empapandolo por completo y casi llegando al final, comenzó a nadar hacia arriba. Su cabeza salió jalando aire, movió la misma para que sus cabello se sacudieran y sus dedos estuvieron sobre sus ojos para sacar el resto de agua y poder observar a Royer quejándose desde la orilla.

─Solo estoy bañándome, amigo. No puedo ir al pueblo lleno de tierra, asustaría a las personas.

Su ropa estaba tendida en una de las ramas de los árboles, secándose rápidamente con los intensos rayos del sol, esperó que fuera lo suficientemente buena para ahcerlo lucir decente, pues las prendas antes de esa eran historia; comenzando con el hecho de que una de ellas estaba llena de sangre, otra estaba rota por culpa de sus alas y otro par desgastada por usarla demasiado tiempo. Solo tenía dos pantalones y camisetas actualmente, la ropa interior era otra historia. Extrañaba su armario, donde tenía tanto que era ridículo, todo hecho bola y por lo que siempre fue regañado. En esos tiempo se quejaba de no tener que ponerse y ahora que de verdad no tenía que ponerse se sentía fatal.

Uno no valora lo que tiene hasta que sencillamente deja de estar a su alcance.

Salió del rió, impulsándose hacia arriba para estar sobre las rocas, sacudió su cabello, juntandolo todo después para poder exprimir los restos de agua, realizó aquel brillante truco con las gotitas de agua saliendo de su cuerpo y volviendo al río, quedando completamente seco y limpio. Con aquella determinación plantada en su cabeza, comenzó a vestirse y se paró frente a su improvisada casa para decidir lo que haría a continuación.

El plan era: conseguir dinero.

Sabía de sobra que robar no era una opción, su padre antes de morir había dejado claro que no eran unos bárbaros y no robarían ni aunque de hambre se estuvieran muriendo, claramente tenían suficiente comida en ese tiempo y actualmente Jungkook no poseía esa dicha. Sin embargo, tomaría las palabras de su padre, seguiría con la buena educación que su familia le había dado. No robaría, no lo haría.

Tomó sus cabellos con desesperación como manía, tiraría de ellos pero no era fan del dolor, se movió en círculos tratando de encontrar la perfecta idea para salir a adelante, no podía seguir alimentadose de conejos y ardillas, también necesitaba más cosas en su casa, como una puerta, por ejemplo. 

De pronto, sus ojos parecieron brillar ante una clara idea instalada en su cabeza de manera abrupta, corrió dentro de su casa improvisada, llegando hasta la mochila y comenzando a sacar las cosas con velocidad, tirándolas al suelo sin importar nada, hasta que entre el desorden encontró la bolsa de semillas que su madre le había entregado antes de partir. Se movió hacia afuera, leyendo la parte de atrás para hacerlo de la forma más favorable posible, porque aunque ya había hecho crecer algunas, pero esta vez sería diferente porque tendrían que durar lo suficiente.

Parándose un metro a la izquierda de su cabaña, observó los árboles que cubrían la zona y extendiendo sus dedos, logró que varios rayos partieran los troncos, cayendo al suelo y esquivándolos antes de que alguno lo aplastara, partió cada uno en pedazos más pequeños, acomodándolos después en una pirámide que le permitiría crear más cosas después o servirían para alimentar la fogata.

¿Una semilla sería suficiente para un árbol?, suponía que no, por lo que caminó a la zona recién expuesta, comenzando a hacer agujeros con un metro de distancia, dedicándose a tener nueve. Una vez estaban los agujeros, adentró un pequeño puño de semillas de la bolsa y los cubrió con la tierra de forma delicada. Caminó observando los desniveles en la tierra, unos cuantos pasos hacia atrás mientras hacia que chorros de agua se levantaran del río para viajar justo arriba de cada agujero. Extendió sus manos a la altura de sus caderas, estirando sus brazos mientras tenía las palmas de sus manos hacia arriba, se concentró en la semilla, el fruto que debía venir de él y un rico sabor del mismo.

Power | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora