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Cada tanto tiempo, Jimin se tenía que ir todo un mes, un mes en el que Jungkook lo extrañaba demasiado y cada que volvía su amigo se veía más grande.

Este mes, Jimin se había adelantado, se había ido dos meses para llegar a tiempo en el cumpleaños de Jungkook, ya que se supone su mes de hospitalización y análisis caería en la fecha de su cumpleaños. Por lo que Jimin se escandalizó, peleando fuertemente con su abuela porque no podía faltar al cumpleaños de su mejor amigo y acordaron adelantar otro mes más.

Jungkook sabía que eso le había costado mucho a Jimin.

El castaño estaba inquieto, moviéndose de un lado a otro sobre la banca de su pupitre, su vista viajaba del pizarron al reloj en su muñeca. También estaba de repente en Eduardo y sus amigos, que ya no se metían con él, pero se sentaban cerca y estorbaban su paso por lo juntos que estaban en la fila.

Hace meses que nadie se metía con él, Jimin siempre había estado ahí, defendiéndolo y tratando de enseñarle a defenderse. Jimin era más de lo que cualquiera pudiera merecer.

Más alto que él, cabello negro que se peinaba en olitas partiendo del centro, mejillas rechonchas, ojos lindos que se hacían una linea cuando le sonreía, delgado pero fuerte y audaz. Tenía catorce años y se veía más grande que los de su curso, parecía de preparatoria y era muy buscado por las niñas de su curso. Niñas las cuales odiaban a Jungkook y él a ellas.

Jimin tenía una voz suave que era celestial cuando le cantaba y era gruesa y mordaz cuando le regañaba o tenía que defenderlo, era un niño con pensamientos más maduros que el resto y parecía tener demasiado control. Siempre tenía algo listo que decir cuando alguien intentaba faltarle al respeto y aún así, él no dejaba su educación. Dejaba callados a adultos y niños sin problema, siempre andaba cerca de Jungkook por si necesitaba algo y tomaba su mano para que todos supieran que lo protegería ante todo.

Lo que Jimin no sabía aunque era muy listo, era que Jungkook con sus trece años pronto a cumplir, se había dado cuenta que tenía un fuerte crush por su mejor amigo de la infancia. En su secundaria no le había gustado nadie, ni una niña, ni un niño, solo él, el famoso y atractivo Park Jimin que era su vecino y siempre tomaba su mano. Antes de saberlo era super normal tomarse de las manos y caminar por la calle, era super normal que se quedaran a dormir juntos y que Jimin le ayudara a su tarea; pero cuando se dio cuenta de lo mucho que le gustaba, no podía evitar esas maripositas revoloteando en su vientre cada que Jimin entrelazaba sus dedos y lo jalaba de algún lugar, cada que Jimin se acercaba a él para explicarle algo en especifico y ayudarlo lo más posible, cada que dormían en la misma cama -aunque ya no había mucho espacio- y Jungkook se aferraba a él con brazos y piernas.

Dios, el niño olía delicioso y era demasiado cálido. 

Jungkook sentía sus mejillas arder cuando Jimin se daba cuenta que Jungkok estaba mirándolo demasiado tiempo o cuando tartamudeaba sin saber que decir porque Jimin bromeaba con algo común y Jungkook lo tomaba demasiado serio, como aquella vez antes de irse que Jimin le dijo "Una niña me preguntó que porque te tomaba de la mano siempre, que si eras mi juguete o algo así y yo le dije que eras mío. Su cara fue épica". Jimin no podía ir por la vida diciéndole cosas así con su pobre corazón de niño enamorado.

Y después de dos meses, donde extrañó en demasía al pelinegro, donde añoró tenerlo riendo y tirando de su mano, donde no lo vio parado fuera de su salón para irse juntas a casa, el chico llegaría. Por fin podría verlo y contarle todo -de su nada interesante- vida. 

Por eso mismo se estaba moviendo inquieto en el pupitre, con la vista viajando de aquí y allá, con sus nervios a flor de piel y la necesidad de salir corriendo picando las plantas de sus pies dentro de sus tenis rojos. 

Power | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora