45

1.7K 292 54
                                    


El cielo estaba nublado, lleno de nubes grises que parecían no querer abandonar el mismo, ocultando el sol ante cualquier mortal que quisiera de su luz, amenazando con llorar sobre las tierras y soplar fuertes vientos.

Jungkook observó esto, sin humor de extender sus alas y volar esa vez, debido a los accidentes que tuvo por adentrarse a nubes tan grandes y de mal aspecto.

Bajó la mirada, teniendo al frente el camino que debía seguir recorriendo, su rutina pronto a terminar para regresar antes de que oscureciera, no podía seguir saliendo de noche sabiendo que ahora tenía que hacerlo solo y que por más poderes que tuviera, seguía siendo peligroso.

Más importante, debido a que a esa hora múltiples animales se aventuraban a andar por el bosque y esto, atraía a los cazadores dispuestos a obtener algo que vender o comer. Idea, creada, nada más y nada menos por el cazador número uno en el pueblo, Hyuk.

Jungkook no era tonto, sabía que el anciano lo hizo para tenerlo vigilado.

Constantemente se quejaba de los hermanos Jeon, siendo raros, sobre todo el menor. Que cargaba demasiadas cajas sin esfuerzo, se movía sin agotarse, acertaba en muchas cosas que las personas decían, movía cosas sin estar muy cerca y atrapaba objetos a punto de caer, además de una que otra cosa que al menor se le escapaba y terminaba sonriendo nervioso ante el anciano, dando una explicación después que no convencía del todo al hombre.

El rubio, lo intentó muchas veces, permanecer sin usar sus poderes, pero habían tantas cosas que no podía hacer y de repente ya lo estaba haciendo con sus dones.

Sumandole el hecho de que Palatto se había mudado hace varios meses al pueblo para poder vivir tranquilamente con su esposa, no podía tener a alguien vigilando mientras él entrenaba. Sencillamente era más difícil no tenerlo después de haberse acostumbrado a estar con él tanto tiempo.

Dejó entrar a alguien en su vida y al final terminó de nuevo solo.

Aunque, sabía que no estaba del todo solo, regresaba a casa sin el hombre de treinta y un años, pero al llegar al pueblo cada mañana compartía grandes momentos con las personas del lugar, con la abuela y la familia de aquella.

Era como, ¿su independencia?

Daba lo mismo, tenía veintidós años, el tiempo pasando demasiado rápido para él y sus tranquilas mañanas sin gritos con baños calientes, en sus calurosas tardes vendiendo y recolectando verduras, en sus frías noches donde Royer permanecía durmiendo en su cama.

Concentró su mente en los puntos marcados en varias zonas de los árboles, la música en sus oídos agregando tensión al momento y una sonrisa en sus labios al recordar que había sido idea se Palatto el comprar los celulares; sus pies salieron de sus tenis y aseguró su teléfono y audífonos a donde debían estar con una pequeña masa pegajosa que creó él mismo. Una vez listo, comenzó a correr.

En el primer salto, a la mitad de un árbol de más o menos dos metros, trepó poniendo sus pies en la marca de roja al mismo tiempo que lanzaba un rayo en una tabla que comenzó a quemarse. Después de este salto, su cuerpo se impulsó para saltar en otro punto rojo, llevando agua del río con rapideza hasta la madera, logrando que las llamas pararan. Ante ese salto, se enfrentó con llegar más alto, tres metros que lo obligaron a sostenerse de una rama y girar sobre ella, subiendo a la misma para mirar el siguiente punto, saltando a él para empujar una manzana de su bolsillo hacia un punto más, transformándola en una pera y tomándola al llegar al siguiente punto.

Era cansado, debía de subir y moverse, avanzar mientras usaba su energía de distintas formas, con distintos dones, entrenando cada uno de ellos juntos con su cuerpo y resistencia. Se había vuelto realmente bueno, lo sabía de sobra, deseaba poder mostrárselo a Palatto, a los del pueblo, a sus padres, la abuela, a Jimin.

Power | JikookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora