Toda una vida

Algo dulce, algo agrio

Ayer, ayer le comente a -------- que mi madre haría unos pasteles, no se mostró interesada lo que me hizo sentir francamente decepcionado, estuve pensando mucho como acercarme más a ella, pensando que era yo quien ponía barreras a nuestra amistad, y cuando lo hago ella apenas me a contestado, podría decir que se dio por vencida pero nunca me dio la impresión de intentarlo.

Simplemente estaba ocupada, y yo como siempre término pensando demasiado en esas cosas.

Bueno, mi mamá haría unos pasteles, y los vendería con las vecinas, ella estaba realmente feliz hoy en la mañana mientras iba a la escuela, mi tía nos llevó, ella iría a arreglarse el cabello, me pregunto si no extrañaba cuando usaba su cabello largo, yo sólo le dije que si ella lo extrañaba.

Ella lo tiene largo, pero hace ya un tiempo que no lo usa suelto.

Así que, bueno, en la tarde saliendo de la escuela -------- no se despidió como usualmente hace, me siguió hasta con mi padre que llevaba a Kanako demasiado entretenida en su helado para notarme.

--------- los saludó, mi padre no pudo contener su alegría, estaba él a punto de preguntarle si era mi amiga, cuando ella se adelantó, le pidió permiso para acompañarnos, dijo que le gustaría ayudar a hornear esos pasteles.

En ese momento Kanako dejo el helado, ella estaba igual sorprendida.

Mi padre se emocionó y sin preguntarme nada, de inmediato le dijo que si.

Resulta que mi tía no había vuelto, y le aviso que todavía estaba ocupada, ella realmente había decidido ir de comprar, así que nos tocaba a nosotros ayudar a mamá.

Cuando llegamos mamá estaba sacando del horno, con Tomoe en la mesa conteniendo sus ganas de probar, ella estaba sonrojada por el horno, algo despeinada papá se acercó y la beso igual, de inmediato
------- se presentó como mi amiga, y dijo que sería un placer ayudar.

Mi madre reaccionó atenta o eso me pareció escuchar mientras me dirigía a mi habitación a cambiarme.

Kanako y Tomoe me siguieron, preguntándome quien era ella y un montón de cosas más.

No me sentí cómodo, sentí que era una intrusa, una completa intrusa, una de esas personas que no quieres en tu casa.

Y eso me hizo sentir culpable, ¿no era mi amiga? ¿Por qué me fastidiaba tenerla ahí?

Era por su voz, por su forma de decir que yo la había invitado cuando era mentira.

Porque no llamaba a nadie por su nombre además de mi. Ella no sabia sus nombres, y no le interesó saberlos.

Ella no tenía que estar aquí, pero mi mamá se veía tan feliz, hablaba con ella como si -------- tuviera que saber todo de mi, y era buena fingiendo que lo sabia.

Cuando empezamos a hornear, caí en cuenta que mi hostilidad estaba mal, no tenía sentido, era mi amiga, los amigos no eran como yo pensaba eso es verdad pero seguía siendo mi amiga, y era lo único que importaba, y el que estuviera ahí, era una prueba de que me escuchaba, me ponía atención y le importaba, tal vez sólo no sabia como expresarse, como yo.

Mi mamá se animo a ir a dejarla a la parada, quería dejarla en su casa pero ella se negó.

Se despidió de manera extraña, me dio un beso en la mejilla, ante lo que mis hermanos comenzaron a burlarse, yo no entendí porque hizo eso, pero no era importante para mi

Cuando llego mi tía estábamos guardando los pasteles.

Ella se veía realmente hermosa, tenía su cabello suelto y brillante, un vestido como los que usaba antes, sólo que ahora sin tacón.

Los labios pintados, llego y sabia que se veía fantástica, nos sonrió apenada, orgullosa, mamá de inmediato fue a abrazarla y ver de más cerca ese vestido.

Papá le acercó una cajita algo vieja de donde saco uno de los collares que ella ya no ocupaba.
Estaba feliz.

Mis hermanos la observaron detalladamente, para ellos realmente era una sorpresa.

Cuando cenabamos, mi tía a a mi lado me pregunto si me gustaba como se veía.

Dije que la extrañaba, pero siempre era ella, dulce, amable y bella.

“Te ves hermosa como sea tía, pero tu sonrisa es nueva”

Ella me dio un codazo, volviendo a reír, me dio un beso en la mejilla.

Se sentía feliz.

Era como si ella apenas pudiera concebir esa felicidad, aceptarla, como si no se lo creyera hasta este momento y quería celebrarlo.

Como si al fin pudiera dejar de tener miedo.

Pero cuando mamá apoyo su mano con fuerza a la mesa, y mi tía apretó con más fuerza mi mano, supe que ella tenía miedo.

Mamá tenía miedo.
Papá tenía miedo.
Mi querida tía que estaba feliz, tratando al fin de iniciar de nuevo, que después de tanto bajo la guardia, tenía miedo.

Y yo, al no quitar mi mano de la suya, yo tenia miedo.

Vi a mis hermanos comer mientras reían y decían ocurrencias

Mamá soltó la mesa, y comenzo a reír de nuevo con papá.

Mi tía notó su mano sobre la mía, y la soltó de golpe, ahí sentí el miedo calar.

Me miró, con el brillo esfumado de su sonrisa, podía sentir su voz atorada, no pudo decir nada, pero me vio, e intento desesperada decirme que todo estaba bien, lo intento tanto que era obvio que estaba intentando convencerme a mi pero aún más, convencerse a si misma.

Después de eso en cuestión de segundos estábamos siguiendo la cena, riendo y charlando como si nada hubiera pasado.

Una obra, falso, donde el más pequeño detalle te delataría y ellos no estaban dispuestos a perder el papel, no ahí, no frente a los “niños”.

La obra de todo esta bien, la mentira que estaba cayendo justo sobre nuestra felicidad.

Todo, mentiras que se esforzaban en contar.

La familia feliz.
Con integrantes fingiendo ser felices, para que los más jóvenes se lo crean.

¡Que buen papel hacemos!