VAMPIRE, simon lewis².

uno

Raphael golpeó la puerta de la habitación tres veces pero Simon no contestó; empezaba a preocuparse un poco, el castaño era remotamente nuevo en ser vampiro, y era tan idiota como una ardilla, sin contar que al menos la mitad de los ocupantes del hotel lo quería muerto por tener relación con los cazadores de sombras.

— Hey, ¿Has visto a Simon? — Raphael le preguntó a una vampira pelirroja, siendo sinceros él no recordaba su nombre y ni siquiera le molestaba no saberlo.

— No, pero debería estar en su habitación. Si yo fuera él no saldría de allí — la chica se encogió de hombros y siguió caminando.

Raphael negó con la cabeza y volvió a subir las escaleras, gracias a su velocidad en menos de 10 segundos volvió a estar frente a la puerta de Simon.

— Drácula, si no abres la puerta la tiraré abajo — pronunció apoyando su puño sobre el marco de ésta —, sé que me escuchas, Simon.

Se escuchó un suspiro innecesario detrás de la entrada y Simon abrió lentamente, miró a Raphael con ojos somnolientos.

— ¿Qué quieres?

— Buenos días para tí también, Simon — el mayor habló sarcástico y le dió un empujoncito al castaño para adentrarse en el lugar—, ¿Ya has comido? ¿Necesitas algo?

— No tomaré sangre humana, Raphael — Simon sentenció rodando los ojos y cerrando la puerta detrás de él.

— No es sangre humana, es de animal. ¿Quieres sangre de pollo? ¿de perro? Puedo conseguirte sangre de gato si-

— Sólo, detente — Lewis lo interrumpió haciendo que Raphael parara de hablar —, no quiero esto. No quiero ser un vampiro, no quiero vivir para siempre.

— Podría ser peor — Raphael habló sin interés —, podrías ser un hombre lobo, ya sabes, pulgas y eso.

Simon no contestó, miró por la ventana detrás de las gruesas cortinas oscuras, tenía la necesidad de salir y sentir la brisa del día pero no era tan estúpido como para hacerlo. Por primera vez deseaba que la noche cayera pronto.

— Tengo hambre.

— Ahí tienes sangre — Raphael contestó y apuntó la mesa donde tres botellas con líquido rojo descansaban.

— No quiero sangre — Simon contestó de forma paciente.

— Eres un vampiro, sangre es lo único que hay para calmar tu hambre. Debes aprender a ser un vampiro, Simon Lewis — el mayor decretó y salió de la habitación dando un portazo detrás de si.

Simon rodó los ojos y miró las botellas con desaprobación, él no quería tomar sangre. No lo haría.