veinte

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Simon estaba de regreso. No había llegado a la hora que Dante esperaba que llegara pero ya estaba ahí, en el hotel. El rubio no había hablado con él cuando llegó porque no estaba seguro qué decir aparte de hola y qué tal, porque sabría que cuando Simon abriera la boca para contestarle, él empezaría a regañarlo por irse sin avisarle antes.

Ya habían pasado tres horas desde que Simon había vuelto y aún no había hablado con él, se tuvo que preparar mentalmente para actuar de forma casual cuando hablara con Simon porque no quería asustarlo. No quería hacerle ver que se había vuelto indispensable para su vida en este corto tiempo.

Tocó la puerta dos veces y el menor gritó un adelante, luego de escuchar la respuesta se adentró a la habitación. Simon se encontraba sentado en la punta de la cama, sus codos estaban apoyados sobre sus muslos y sus manos sostenían su cabeza, pero cuando la puerta se cerró detrás de Dante, levantó la vista y la posó sobre aquel vampiro.

— Hola — pronunció con voz rasposa, sonaba como el roce de una lija sobre madera.

— ¿Cómo estás? — Dante preguntó mientras se acercaba a él, se sentó a su lado pero lo miraba de reojo —, ¿Qué has hecho?

— Ellos — susurró refiriéndose a los cazadores de sombras —, querían hablar conmigo, creen que encontraron la solución a mi problema. Bueno, al menos de uno de ellos.

— ¿Qué? — el rubio frunció el ceño confundido y se removió en su lugar — ¿De qué hablas?

Simon suspiró innecesariamente antes de volver a hablar.

— Clary cree que puede darme la marca de caín, para protegerme. Si me la da, no va a ser necesario quedarme aquí más tiempo.

Dante no dijo nada, no había mucho por decir. No iba a ser egoísta y comenzar a hablar idioteces para que Simon no lo hiciera, aunque era la primera vez en mucho tiempo donde realmente deseaba ser egoísta. Quería tener a Simon sólo para él, pero eso era imposible porque el menor era una persona como cualquier otra y debía tomar sus propias decisiones, controlar su vida, protegerse, y Dante no iba a meterse en el medio.

— Pero, no estoy seguro de querer irme de aquí — Simon habló de nuevo al ver que su acompañante no iba a contestar —, creo que me he acostumbrado.

Dante rió, apesar del dolor en dónde se supone que su corazón debería estar latiendo, rió.

— Este lugar es horrible, Simon. Al menos la mitad de estos idiotas te quieren realmente muerto y por el bien tuyo creo que deberías conseguir otro espacio.

— ¿Estás diciendo que quieres que me vaya para, de paso, no hacerte más cargo de mí? — el castaño se burló.

— Claro que no, aunque cueste admitirlo, me he acostumbrado a tí también. A tenerte detrás mío como un perrito faldero.

Fue el turno de Simon para reír, el castaño no estaba seguro de qué decisión tomar. Parte de él quería volver a la normalidad que le quedaba, al lado de su mejor amiga; pero la otra parte le gritaba que se quedara en el hotel, al lado de Dante, en el lugar más seguro que ahora mismo podría pensar.

— Puedes pensar bien lo que vas a hacer — Dante siguió hablando —, el hecho de que te vayas de aquí no significa que debamos dejar de ser amigos.

Simon abrió los ojos exageradamente, sorprendido.

— ¿Me consideras tu amigo?

— Claro que te considero mi amigo — El mayor se apresuró a responder —, eres distinto a los demás, Simon. Y no hay forma que no deje que alguien tan bueno como tú no sea parte de mi vida.

El chico de ojos marrones sonrió de lado y chocó su hombro con el de Dante de forma amistosa, si bien no era la relación que esperaba que tuvieran, que lo considere su amigo era un gran paso para él.

VAMPIRE, simon lewis².Donde viven las historias. Descúbrelo ahora