Esa mañana Snufkin despertó temprano. Como todas las mañanas, tenía el cabello revuelto y los ojos llenos de lagañas, así que decidió arreglarse un poco. Salió de la cama con la suave y cómoda pijama que con mucho amor le había confeccionado Moominmamma y se dirigió al cuarto de baño. Abrió la llave del lavabo y tomó un poco de jabón y un chorrito de agua entre sus manos y procedió a lavarse el rostro.
Se sintió fresco, además ahora su piel estaba más suave y limpia. Quiso volver a la habitación y acostarse se nuevo al lado de Moomin, pero algo raro en el espejo lo hizo gritar del susto.
—¿Qué diablos es esto?—se miró en el espejo un montón de veces sin poder creer lo que sus ojos estaban viendo.
La punta de su pequeña nariz estaba roja, como si se hubiera resfriado. Pero en realidad Snufkin se sentía de maravilla, no estaba resfriado pero no le encontraba explicación lógica a aquella tenue mancha rojiza sobre la piel de su nariz.
—¿De dónde salió esto? ¿Me habré enfermado?—se sentía preocupado. Incluso por un momento creyó que se trataba de una mancha y limpio su nariz con agua y jabón una vez más. Pero aquella marca no desapareció, al contrario, agarró un color más intenso.
—¿Qué voy a hacer ahora? Me da algo de vergüenza que me vean así. No puedo presentarme ante Moomin con este aspecto tan horrible.—esa era la primera vez que a Snufkin le importaba su aspecto físico. Aquel joven no solía preocuparse por cosas tan simples como la apariencia o el arreglo. Conocía perfecto aspectos importantes sobre higiene personal y los aplicaba constantemente, pero poco le importaba si su cabello estaba hecho un desastre mientras estuviera limpio y menos le importaba si sus ropas de desgastaban siempre que estuvieran cómodas. Aun así, siendo alguien a quien no le interesaba mantenerse arreglado, Snufkin era bastante hermoso.
Snufkin casi se suelta a llorar de la desesperación. Pero se detuvo. Llorar no resolvería nada, además no era muy propio de su parte derramar lágrimas sin razón. Así qye trató de pensar en una solución a su problema.
—Si cubro mi nariz... Todo el mundo va a notarlo. Pero si escondo esta horrible marca con un poco de maquillaje es probable que no lo noten. Podría hacer eso hasta que me acostumbre a mi nariz enrojecida.—pensó que había tenido una excelente idea y no quiso perder más tiempo. Salió del baño y se dirigió en silencio a la habitación de Moomin para cambiarse. Por suerte su querido amigo aún dormía muy cómodo hecho un ovillo en la cama.
Así que tomó sus ropas y se vistió en silencio, después salió por la ventana y bajó las escaleras que iban desde la habitación de Moomin hasta el jardín de forma directa. No quería que nadie lo viera ni lo escuchara. Su plan había sido perfecto pero no contó con que un pequeño ser pelirrojo y travieso lo estaba observando.
—¡Hey Snufkin! ¿Robaste algo o por qué sales por la ventana?—preguntó Little My.
—No es nada, Little My. Tengo prisa.—respondió Snufkin.
—Oye ¿por qué te tapas la cara? Ocultas algo ¿te salió acné?
—No. Déjame en paz.—Snufkin siguió su camino pero unos metros más adelante se detuvo. Giró hacia Little My y le dijo:
—Iré a ver a mamá, ¿sabes si mi hermana Mabel está en casa?
Little My hizo memoria.
—Estuve en casa de nuestra madre esta mañana. Claro que la tonta de Mabel está con ella. Ohh... y también hay un tipo extraño que vino de visita. Es raro, pero dice querer mucho a mamá y haberla extrañado.–respondió Little My.
—¿Una persona extraña? No sé de quién pueda tratarse. Iré a ver si Mabel puede prestarme un poco de su maquillaje.
—¿Para qué quieres eso, Snufkin? ¿Te volviste joto?
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La madurez de un Mumrik
أدب الهواةSnufkin llegaba nuevamente al Valle Moomin después de un largo viaje por el sur durante el invierno. Lo que él no tenía en cuenta era que pronto cumpliría los 18 años y eso sería un gran y peludo problema.