Capítulo diez 🍒Cerca, lejos, no lo sé🍒

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Con la presencia de Joxter, Snufkin se sentía un poco más cómodo. Más en confianza. Era obvio, quien mejor que un mumrik adulto para hablar con un mumrik joven sobre los drásticos cambios que implicaba la madurez. Mientras Snufkin ayudaba a Moomin con algunas tareas, preparaba en su mente todas las preguntas que planeaba hacerle a Joxter después de la cena.

—¿Por qué te noto tan callado, Snufkin?

—Tu sabes que no hablo mucho.—respondió el chico de verde con toda naturalidad.

—Lo sé. Pero me refiero a que tus ojos no me dicen nada. Pareces concentradísimo en algo. Pero no lo entiendo... Si mamá solo nos encargó que cosecháramos los tomates maduros.

Snufkin dejó por unos instantes su trabajo mientras en ese espacio de silencio sólo se dejaba oír el viento ligero.

—No te preocupes, Moomin. Suelo pensar mucho.—fue lo único que se le ocurrió responder.

—¿Sabes? No había querido decírtelo... Pero me parece que últimamente eres raro conmigo, Snuff.—dijo Moomin agachando las orejas.

—¿Raro? No es posible. Siempre te he tratado así, como lo hacemos siempre. Como buenos amigos que somos.

El troll albino negó con la cabeza y meneó la cola de un lado a otro.

—Te siento cercano y distante a la vez. Por momentos no dejas de mirarme y a los dos segundos tus ojos se van de viaje. Me acerco a ti y tú te dejas pero después te alejas. Y ni se diga el contacto... Lo noté hace un momento. Íbamos a recoger el mismo tomate, tus patas rozaron ligeramente las mías y simplemente te sobresaltaste y la retiraste como si hubieras tocado algo asqueroso. ¿Por qué lo haces? ¿No me quieres?–nuevamente las orejas de Moomin cayeron y en su rostro se reflejó un toque de tristeza.

Snufkin sintió su corazón adolorido. No había notado que su trato con Moomin era así. En cierta forma todo aquello era verdad, no podía dejar de mirar a Moomin ni podía dejar de pensar en él. Pero a su vez lo asustaba. De hecho Snufkin temía a todo lo que ocurría cuando se acercaba a Moomin lo suficiente como para sentir, por ejemplo, su estómago llenarse de mariposas, o su cara calentarse, o simplemente sentir sus patas sudorosas.

—No es eso.—respondió el joven algo dudoso.—Es que... tú sabes que todos estos cambios en mi están pasando tan rápido. Es un poco difícil para mí adaptarme a mi nuevo yo.

—Eso lo comprendo.—Moomin recogió otro tomate—Pero ¿por qué me tratas así de raro? Somos unidos es verdad... pero de repente te alejas. Eso no es normal en ti. Al menos no conmigo.

Snufkin se quedó callado, decidió pensar. Si trataba de ese modo a su mejor amigo era claro que algo entre ellos dos estaba cambiando. Pero al menos Snufkin no quería echar a perder su amistad de años, pero si quería aclarar lo que sentía. Porque cada vez que miraba los intensos ojos de Moomin, todo su ser temblaba, cada que tocaba el fino pelaje blanco se sentía como en el cielo, cada vez que escuchaba la voz de Moomin su interior se desbordaba en una mágica sensación. Snufkin nunca había sentido cosas como esas, todo había comenzado desde que notó que Moomin olía demasiado bien. Y como no tenía idea de todo lo que se ocultaba tras ese aroma y esas sensaciones agradables, había decidido apartarse en cuanto sintiera de nuevo el calor interno llenar su alma. Lo único que no había tomado en cuenta era que Moomin se sentía un poco rechazado.

—Lo hago porque... estoy confundido.—respondió finalmente.— Nunca vuelvas a pensar que no te quiero. Lo hago siempre, Moomin. Te quiero. Pero cuando te siento junto a mi de este modo... algo en mi se altera. No sé qué es exactamente. Pero me hace sentir muy bien.

La madurez de un Mumrik Donde viven las historias. Descúbrelo ahora