El Profesor

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A los 14 años, mi vida dió un giro inesperado.

Este giro empezó un día de verano. Conocí a alguien. Ese alguien llegó en un coche rojo. Era el último día de colegio, y yo tenía que irme al orfanato. Ese día Sofía no había ido al colegio, así que tuve que volver yo sola.

Salí del instituto, me puse música en los auriculares y me dirigí a mi destino. Tenía unos 15 minutos andando, así que me lo tomé con calma. Esa música me gustaba, así que me concentré en la música.

Estaba tan concentrada que no me dí cuenta que un coche rojo estaba muy pegado a mí. A los 5 minutos me giré, me parecía que alguien me seguía y, efectivamente, vi que allí había un coche rojo.

No le pude ver la cara al conductor, pero en cuanto yo lo miré, él giró la cabeza. No sabía si me estaba siguiendo o qué, pero iba muy pegado a mí.

Decidí comprobar si me estaba siguiendo. Así que dibujé mentalmente el camino que tenía que seguir hasta el orfanato, y me planteé otra ruta. Yo era buena en orientación, nunca me perdía, así que no tenía miedo de cambiar mi camino. Así que en una esquina giré por una calle donde la carretera era muy estrecha. Seguí caminando, disimulando.

A los 5 minutos escuché el sonido de un coche cerca mío. Miré disimuladamente y era otra vez el coche rojo. Sin duda me estaba siguiendo. Me entró el pánico, yo no sabía qué hacer. Nunca me había tenido que defender. Aceleré el paso, quería llegar cuanto antes a mi destino. Creo que el hombre del coche se dió cuenta, porque bajó la ventanilla y me dirigió la palabra.

Hola, perdona. - Me dijo. Me paré, su voz era relajante. - ¿Sabes llegar a la Plaza Cataluña?

En ese momento me relajé y me quité los auriculares.

Claro, - contesté - tiene que dar media vuelta y seguir recto. Encontrará un cartel que le indicará cómo llegar.

¿Qué te pasa? - Me preguntó. Me sorprendí. - Tienes cara de miedo.

Sí, bueno. - Contesté. Me reí. - Es que al ver que un coche me seguía me he asustado.

Bueno, has sido muy amable. - Me dijo. - ¿A dónde vas?

No quería responder, yo había aprendido a no fiarme de los desconocidos.

¿Por qué lo quiere saber? - Pregunté, sospechando.

Ah, por nada. - Respondió. - Pero si quieres te puedo llevar a donde vayas.

No quería que un hombre desconocido me metiera en su coche.

No gracias, - dije, asustada - que tenga un buen día.

Lo miré a la cara. Era un hombre de unos 40 años. Tenía el pelo castaño, barba del mismo color, llevaba gafas y tenía una nariz recta. Tenía los ojos pequeños y marrones, y una mirada que le daba un aire misterioso. Desvié la mirada a la silla del copiloto. Me asusté, había una pistola.

Sube, te puedo llevar. - Insistió.

Asentí. Tenía miedo de la pistola. No sabía que iba a hacer, ese hombre llevaba un arma en su coche.

Tuve una idea: Entrar, coger la pistola y apuntarlo para que me dejara salir.

Así lo hice. Entré, intentando parecer relajada, me senté en el asiento mientras rápidamente cogía la pistola y lo apuntaba a la cabeza.

Déjeme ir. - Dije, nerviosa. - No le conozco de nada.

Se asustó. Le dió a un botón y cerró la puerta.

A ver.... - dijo él.

No, a ver no. - Contesté. - Abra la puerta y déjeme salir.

Tengo algo que proponerte. - Dijo, rápidamente.

No sabía qué responder, así que me quedé callada.

¿Qué te parecerían 8 mil millones de euros? - Me propuso.

¿Y de dónde los va a sacar? - Le pregunté. Pensé que era una broma. - ¿Del bolso de tu abuela?

Se rió.

Yo no me estoy riendo. - Le dije.

Me miró, cambiando la cara a una de profesionalidad.

Voy en serio. - Me contestó.

Supongo que vió mi cara de incomprensión, porque empezó a explicarme un plan que él tenía.

El plan era que pasaría 4 meses en una casa estudiando un robatorio. Luego, junto con más gente, me metería en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y cometeríamos el robo más grande de la historia. También me dijo que los 4 meses que pasaría estudiando el robo, estaría en una casa de la cual no podría salir.

¿Cómo? - Lo interrumpí. - ¿Y qué les diré a mis cuidadoras?

Yo te adoptaré. Al salir te vendrás a vivir conmigo. - Contestó, muy seguro.

Me dió la impresión que ya lo tenía planeado.

¿Y todo saldrá bien? - Le pregunté, desconfiada.

Claro, les puedo decir que soy un hombre con un gran futuro. - Me contestó.

¿Y no nos pillará la policía? - Pregunté.

No, lo tengo todo calculado. Por eso te propongo este cambio de vida. - Contestó.

Pensé que sería guay atracar algo así. Enseguida me dí cuenta de que era un atraco, y que era muy peligroso.

Lo siento, señor. - Dije. - Pero no puedo aceptar.

Bajé la pistola pero no la solté.

No me puedo meter a una fábrica y después empezar a disparar. Yo no soy así, no quiero matar a nadie. - Le expliqué. - A parte después tendría que huir de la policía y todo eso, y no quiero llevar una vida así.

Tranquila. - Me contestó. - No mataremos a nadie. Y no te tendrás que escapar de nadie porque nadie sabrá tu identidad. Llevarás todo el rato una máscara puesta. Y no te va a pasar nada, porque lo tengo todo estudiado.

Sonaba bien. Pero me vino una pregunta a la cabeza.

¿Y por qué yo? - Pregunté. - Hay muchos ladrones y atracadores profesionales que harían mejor este trabajo.

Porqué estoy montando un equipo. Cada uno es experto en algún tema. Ya hay un ladrón de joyas, una falsificadora de dinero, un hacker..... - Me explicó.

Me dí cuenta que llevaba bastante tiempo con ese plan.

¿Y yo en qué soy experta? - Le interrumpí.

Primero: te sabes esconder muy bien, eres muy sigilosa, podrías ser una gran espía. Segunda: eres muy inteligente, así que estás preparada para esto. - Me contestó.

Vaya, gracias. - Contesté, con una media sonrisa.

Entonces, ¿aceptas? - Me preguntó.

Me lo pensé un momento, y al final respondí.

- Sí.

Roma ~ La Casa de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora