Primeras horas

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Cogimos las máscaras, las M16 y los que tendrían que salir cogieron el dinero. Yo estaba nerviosa, sería la primera vez que participaría en un tiroteo.

Todo salió según lo planeado; Tokio, Río y Berlín salieron con unas bolsas llenas de dinero, se encontraron la policía, fingieron que les pillaban de sorpresa, dejaron las bolsas en el suelo y empezaron a disparar y a entrar en el banco.

Allí cometimos el primer error. A Río le rozó una bala y se cayó al suelo. Tokio, al verlo, se volvió loca y empezó a disparar a los policías (cosa que el Profesor nos había prohibido) mientras entraba a Río cogiéndolo del chaleco.

Tokio y Río entraron, Berlín les siguió y, mientras Denver acababa de disparar al aire, yo cerré las puertas. En ese momento empezó la discusión.

¿Qué ha sido eso? - Le preguntó Berlín a Tokio.

Todos nos quitamos las máscaras y, mientras Berlín se llevaba a Tokio al piso de arriba para hablar, Denver y yo cuidamos a Río.

¡Llama a Helsinki! - Me pidió Denver. - Él sabrá qué hacer.

¿Dónde está? - Le pregunté.

Debería estar con los rehenes. - Me contestó.

Asentí y me puse la máscara.

Me fuí corriendo a buscar a Helsinki. Le conté lo que había pasado y acordamos que yo me quedaría con los rehenes y con Oslo (quien también estaba haciendo guardia).

Se escuchaban susurros entre los rehenes.

Les pido silencio, por favor. - Dije en voz alta.

¿Qué ha pasado? - Preguntó alguien.

No es de vuestra incumbencia. - Contesté. - Así que silencio.

Me hicieron caso y se callaron.

A la media hora de vigilar a los rehenes, Río (que ya estaba bien) ocupó el lugar de Oslo. Él tenía que buscar a gente apta para cavar un túnel. Y así fué. Junto con mi ayuda (ya que Oslo no hablaba muy bien el español) buscamos a gente apta para ese trabajo.

¿Nombre? - Le pedí a un hombre de la fila de la izquierda.

Julián Mateo. - Me contestó.

¿A qué se dedica? - Le pregunté.

Fuí minero. - Me contestó.

Miré a Oslo y asintió.

¡Apto! - Dije. - Enhorabuena señor Mateo, usted es el primer voluntario.

Miró mi pistola y asintió.

De un paso al frente. - Le pedí.

Me hizo caso y avanzó.

Me dirigí a otro hombre de unos 60 años.

¿Nombre? - Le pregunté.

Francisco Torres, señora. - Me contestó.

Era muy amable.

¿A qué se dedica? - Le pedí.

A la impresión de billetes, - me contestó - trabajo aquí.

Asentí.

Usted va a ser apto para otro trabajo, - le dije - pero para este no apto.

Asintió.

Me acerqué a una chica de unos 17 años que se veía fuerte.

¿Nombre? - Le pedí.

María Fernández. - Me contestó.

Roma ~ La Casa de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora