Oslo

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El quinto día pasó sin anormalidades. Los rehenes ya no tenían que centrarse en la impresión de dinero: unos tenían que cavar con Oslo, y otros empezar a empaquetar billetes. En cuanto Moscú cavara el túnel, nos largaríamos de allí. Parecía fácil.

El sexto día llegó como cualquier otro. Lo que nosotros no sabíamos, era que no éramos los únicos con planes.

Me desperté (ese día a las 7:00), desayuné y bajé al despacho de Berlín. Al entrar ví algo que no me esperaba: Todos con pistolas y chalecos antibalas.

¿Qué pasa? - Pregunté a mis compañeros.

Los rehenes han decidido escapar. - Me contestó Berlín.

¿No estaban vigilados? - Pregunté yo, mientras cogía el chaleco antibalas.

Los de Oslo. - Me contestó Helsinki.

Bajamos corriendo y, mientras íbamos por las escaleras y yo me ponía la máscara, se escuchó una explosión.

¿Qué ha sido eso? - Preguntó Denver.

¡Han salido! - Contestó Berlín.

Mientras bajábamos nos encontramos a Moscú. Él nos miró y nos siguió. Llegamos abajo y ví un agujero enorme en la pared.

Corrimos y nos situamos detrás de unos tubos, escondiéndonos. Yo me escondí detrás de uno con Moscú y Río.

La policía nos vió y empezó a disparar.

¿Tenéis chalecos antibalas? - Nos preguntó Berlín.

Sí. - Contestó Río.

Sí. - Contesté yo.

¡No! - Contestó Moscú.

Me lo miré, con cara de preocupación.

¡Reacciona! - Me gritó Helsinki, des del barril de enfrente de todo.

Quédate aquí. - Dije a Moscú.

Asintió.

Seguidamente, me giré y empecé a disparar. Era la primera vez que tenía que disparar a gente. No les quería matar, pero tampoco quería que los polis nos mataran a nosotros.

Entre tiro y tiro Helsinki salió y, rápidamente, cayó al suelo. Eso me cabreo, saqué medio cuerpo y seguí disparando, mientras Nairobi iba en busca de Helsinki.

¡Nairobi no! - Le grité.

Sabía que en ese sitio (en el suelo y en medio del tiroteo) una bala la podía herir. No me lo pensé, salí del todo y encaré a los policías, poniéndome en medio de sus balas y Nairobi.

Me quedé unos minutos allí, apuntando a los policías y disparando.

¡Tenemos que cerrar el agujero! - Gritó Berlín.

Me giré, y ví como Helsinki y Nairobi se levantaban y ayudaban a coger una gran plataforma. Ese fue mi error: girarme. Noté un fuerte golpe en la mano izquierda y se me cayó la M16. Me miré la mano y la ví chorreando de sangre.

¡Apartad! - Chilló Tokio, avanzando con un carro y una metralleta enorme.

Me tiré al suelo, me escondí detrás de la pared y me quedé allí. Mientras mis compañeros cerraban el agujero y lo enganchaban con tuberías, se me acercó Nairobi.

¡Roma! - Gritó, mientras venía hacia mí.

Me miró la mano. Se giró a los demás.

¡Eo! - Le gritó a Helsinki. - ¡Helsi, ven!

Roma ~ La Casa de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora