Me llevó al orfanato. De camino a allí me contó que después de adoptarme iríamos a una casa. La Casa de Toledo.
Tienes que saber que te juntarás con otros ladrones y gente así, pero que no te va a pasar nada. - Me dijo.
Asentí.
Y también tienes que saber que ellos ya llevan 1 mes allí, así que ya se conocen. - Me explicó.
¿Y por qué voy tarde? - Le pregunté.
Porqué me ha llevado tiempo encontrarte. - Me contestó, y me miró.
También tienes que saber que hoy mismo iremos a Toledo, así que tendremos unas 6 horas de viaje. - Siguió.
¿Iremos en este coche? - Le pregunté.
Me miró como con cara de desconcertado.
¿Tiene algún problema este coche? - Me preguntó, atónito.
No, ninguno. - Contesté.
Su cara era muy graciosa. Llegamos al orfanato.
Bajamos del coche y nos dirigimos a la puerta. Llamé al timbre y la mujer que estaba de guardia nos abrió.
¿Hola? - Pregunté al entrar.
El hombre del coche se había quedado afuera.
La mujer que estaba de guardia inspeccionó con la mirada a mi acompañante.
Hola. - Me dijo. Vió al hombre. - Hola señor, ¿qué hace aquí?
Hola. - Contestó él. - Soy nuevo en esta ciudad, hace unos años perdí a mi hijo. Ahora vivo con mi mujer y con mi perro. Estaba interesado en adoptar a alguien, y esta jovencita parece la indicada.
Ah, claro. - Dijo la mujer.. - Entre, señor. Ahora llamo al director. Tendrá que firmar unos papeles.
Sí, claro. - Contestó él.
Bajó el señor García, el director.
Hola señor. - Dijo el director, formalmente. - Soy el señor García, el director de este orfanato.
Hola, - contestó el hombre del coche - me llamo Salvador Martín.
¿Y está interesado en adoptarla? - Preguntó el señor García, señalándome.
Sí, hemos hablado por la calle y parece muy buena chica. Es la indicada. Conmigo tendrá una buena vida. - Contestó Salvador.
En ese momento pensé que en realidad no se llamaba Salvador. Si yo fuera una ladrona, no le diría mi nombre a cualquiera. Pensé que era un nombre falso o algo así.
Bueno, hay más chicas en este centro. - Dijo el director.
Me gustaría quedarme con ella. - Insistió Salvador.
Bueno, si está tan convencido. - Dijo el director. Se dirigió a mí. - Tú, sube a hacerte la maleta mientras nosotros hacemos el papeleo.
Lo miré mal. Ese hombre era muy borde y me caía mal. Pero si quería salir de allí, le tendría que hacer caso. Así que subí, y empecé a empacar mis cosas.
No tenía muchas, así que acabé rápido. Cuándo acabé cogí una mochila y metí mis auriculares, mi móvil, mi set de dibujo, ropa y un collar que me había regalado Sofía. Eso era lo más importante para mí. Me estiré en la cama y me puse a pensar en como sería mi nueva vida.
A la media hora llamaron a mi puerta. Me senté en la cama, y entraron el director, mi cuidadora y Salvador.
Ya hemos hemos hecho el papeleo. - Me dijo mi cuidadora, Esther. - Y ya le hemos hablado de tu enfermedad, para que no se preocupe.
Ya puedes ir con tu nueva família. - Me contestó el director.
Cogí mis cosas y me dirigí a la puerta, allí estaba Salvador y le dirigí una sonrisa.
Me despedí de Esther, que había estado conmigo gran parte de mi vida, y le estreché la mano al director.
Bajamos y él metió mi maleta en el coche.
Antes de subir al coche dirigí una última mirada al Orfanato. Me alegré de salir de allí, y me consciencié de lo que iba a hacer.
En seguida nos pusimos en marcha. Envié un mensaje a Sofía, informándola que no me vería en todo el verano. Pero no le expliqué realmente lo que iba a hacer. Me dió pena y un poco de tristeza, pero me convencí que estaría todo bien.
Pararemos en una media hora para comer. - Dijo.
Asentí. Me puse los auriculares, y empecé a pensar en todo lo que vendría.
Paramos a comer en una estación de servicio. Era un sitio lleno de coches y de autocaravanas. Familias que emprendían grandes viajes.
Mientras comíamos me vino una duda.
¿No se llama Salvador Martín, no? Es que si yo fuera usted, no iría diciendo mi nombre por ahí. - Pregunté, del tirón.
No, no me llamo Salvador. - Contestó. - Quiero que me llames Profesor.
¿Profesor? - Pregunté. Estaba un poco sorprendida. - Si eres mi padre adoptivo.
Sí, bueno, yo no te puedo decir mi nombre real. Ni tú me puedes decir el tuyo. - Me contestó. - Mientras estemos en la banda, nada de nombres.
¿Y porqué? - Pregunté.
Porqué hay 3 normas muy importantes. - Contestó. Me dió la impresión que me las contaría y, efectivamente, me las contó. - Norma número 1: Nada de nombres. Norma 2: Nada de preguntas personales, y norma 3: Nada de relaciones personales. Aparte de lo de padre e hija.
¿Y cómo me llamaréis? - Pregunté.
He hablado con los demás, y hemos decidido que os pondréis nombres de ciudades. - Contestó. - Tienes que elegir una ciudad.
Me gustan los nombres cortos. - Pensé, en voz alta.
Río ya está cojido. - Me dijo, concentrado en su bocadillo.
Vaya... - Contesté, como si me diera pena. En realidad era un buen nombre. - Roma.
¿Te llamarás Roma? - Me preguntó.
Sí, me gusta. - Contesté.
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Hola, wenas. Ya sé que las adopciones no van así, pero no quería alargarme con este tema. Si has leído hasta aquí, te mando un beso :3. Espero que estés disfrutando la historia, y weno eso.
Un besito ~
Chau :).
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Roma ~ La Casa de Papel
Fiksi PenggemarQuién diría que de ser una chica a la que le gusta disfrazarse, pasaría a formar parte del atraco más grande de la historia. El Profesor había puesto 3 normas, pero las normas están para romperse, ¿verdad? ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~...