El patriarcado de Berlín

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Me quedé vigilando rehenes con Río hasta que Tokio lo llamó.

¿Te los puedes quedar un momento? - Me pidió.

Asentí, y él se fue.

Me pareció un poco raro, así que en cuanto vi a Helsinki, le pedí que se quedara los rehenes unos minutos.

Gracias. - Le dije.

Y me fuí a buscar a Nairobi. Estaba en la sala de siempre, revisando billetes.

Le conté que Tokio y Río estaban tramando algo, y le conté que Tokio se había llevado a Río.

Decidimos ir a buscarles, y supusimos que estarían en el baño.

Llegamos allí pero la puerta estaba cerrada.

¿Tokio? - Pregunté.

¡Roma! - Gritó Berlín desde adentro. - Estamos jugando a la Ruleta Rusa, vuelve más tarde.

¿Qué es la Ruleta Rusa? - Le pregunté a Nairobi, quien se había quedado petrificada.

Es una especie de juego de tortura. - Me contestó. - ¡Tokio para! Que se te va la chapa.

¿Sabes? - Preguntó Tokio desde adentro. - Tenías razón, eres una mala madre. Axel está mejor con sus familias de acogida.

Eso lo hacía para que Nairobi les dejara en paz. Miré a mi amiga, estaba llorando.

Me miró y la abracé.

Tenemos que dejar esto. - Escuché que decía Río.

No. - Contestó Tokio. - Cuéntanos en plan Chernobyl.

De repente sonó una llamada.

Salvado por la campana. - Dijo Denver.

Abrieron la puerta y salió Berlín, corriendo a descolgar el teléfono. Nairobi y yo nos separamos y Tokio nos miró con cara de asco.

Lo peor es que es verdad. - Susurró Nairobi. - Soy una mala madre.

Claro que no. - Le contesté.

¿Sabes lo que hacía yo? - Me preguntó. - Escondía mis pastillas en su osito.

Tú que es lo que quieres. - Le dije, decidida. - Que Axel sea feliz, ¿verdad?

Asintió.

¿Y qué me dijiste en la Casa de Toledo? - Seguí. - Que Axel era feliz, ¿no? Pues eso te convierte en una buena madre.

Nairobi me miró y me sonrió.

¿Volvemos al trabajo? - Nos preguntó Denver, que había salido del baño.

Asentimos, bajé y me cambié por Helsinki.

Pensé que ya había acabado todo, pero no. Esa tarde aún nos deparaba algo más.

Hacia las siete de la tarde, escuché un ruido. Era como de alguien pidiendo ayuda. Pero se escuchaba muy flojito, así que no le dí importancia.

No le dí importancia, hasta que escuché que las puertas se abrían.

¿Qué pasa? - Pregunté a Denver, quien estaba haciendo guarda conmigo.

No sé, - contestó ves a mirar.

Asentí.

Me puse la máscara y me dirigí a la entrada. Lo que ví fue impactante: Una camilla con Tokio encima atada, y Berlín sonriendo y haciendo adiós con la mano.

No sabía qué hacer, así que saqué mi M16 y apunté a Berlín. Noté que alguien me apuntaba: era Helsinki.

¿Qué has hecho? - Le pregunté a Berlín, sin bajar el arma.

Roma ~ La Casa de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora