Hasta luego

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Nairobi se vistió de mujer. Helsinki y el Profesor de camioneros. Y yo también me vestí. Me subí al camión y me senté en el asiento de atrás. Cargué mi mini pistola por si acaso y nos pusimos en marcha.

Nada más salir, vimos que una unidad de policía se dirigía al hangar. No nos prestaron atención. Cuando les perdimos de vista, nos invadió un sentimiento de alivio y alegría.

¡Profesoooooor! - Gritó Helsinki, eufórico.

El Profesor se rió.

Yo también, me sentía libre.

Llegamos al puerto en 10 minutos.

Tuvimos que esperar a los demás, ya que ellos venían andando.

Los primeros en llegar fueron Denver y Mónica. Al vernos, Mónica sonrió, y Denver se rió.

¡Síííí! - Gritó Denver, feliz.

Nos abrazamos.

La siguiente fué Tokio, también nos abrazamos, felices.

A los pocos minutos llegó Río, con un disfraz de skater.

Se abrazó y besó con Tokio. Ya solo faltaba Nairobi.

Llegó a los 10 minutos, venía muy feliz.

Al llegar nos abrazamos, emocionadas.

¿Ya estamos todos? - Preguntó el Profesor.

Asentimos.

Pues vamos al barco. - Dijo, y nos mostró un barco enorme que estaba atracado en el puerto.

¡Guaaau! - Exclamó Nairobi. - Se nota que somos millonarios.

Denver se rió y empezamos a meter el dinero en el barco.

En menos de 20 minutos ya teníamos el dinero bien guardado. Y en menos de media hora ya estábamos navegando.

Tuvimos 1 hora libre. Nos la pasamos riendo y bebiendo (yo solo Coca-Cola).

El Profesor quiso hacer clase. Nos llevó a una sala en donde había una pizarra con números y nombres de continentes.

Hemos escapado, pero ahora queda lo más importante: sobrevivir. - Dijo el Profesor. - Os iréis por parejas, y cada pareja tendrá una carpeta que será su destino.

Se acercó a una mesa y sacó 4 carpetas. Las repartió.

La parejas son, - continuó el Profesor - Tokio y Río.

Y les dió una carpeta.

Denver y Estocolmo. - Siguió diciendo, mientras les daba otra carpeta. - Y supongo que Nairobi y Helsinki vais juntos.

Helsinki sonrió. Nairobi se lo miró y aceptó.

Pues venga, vamos. - Dijo, sorprendida.

Sonrió, como siempre. Me alegré de verla feliz y convencida, pero me puse triste al pensar que me tendría que separar de ella.

¿Y vosotros vais juntos? - Nos preguntó Tokio, al Profesor y a mí.

Emm sí. - Contesté yo.

La tengo que vigilar. - Dijo el Profesor.

Tokio asintió.

¿Y qué son esos números? - Le pregunté al Profesor.

Cada número pertenece a un continente en el que podríais estar si os encontráis en peligro. - Contestó. - Os tenéis que aprender los números y llamar, es un teléfono, y alguien (un transportador) os hará llegar hasta mí.

Todos asintieron.

Os los tenéis que aprender ya. - Insistió el Profesor.

Denver replicó pero todos se los aprendieron. Yo no lo necesitaba ya que estaría con el Profesor todo el rato.

Después de esa clase, subimos a cubierta. Yo para tomar el aire, y mis compañeros para fumar.

Estuvimos allí unas 2 horas, tomando el aire.

Chicos. - Dijo el Profesor.

Y chicas. - Contestó Nairobi.

Y chicas. - Dijo el Profesor. - Son las 12 del mediodía, y tengo una buena noticia para daros. ¡Estamos en aguas internacionales!

¡Sííí! - Gritó Tokio, eufórica.

Denver se rió, y Río y Helsinki sacaron unas botellas de cava y lo celebraron. Nos lo pasamos realmente bien.

Vamos, acabad la fiesta que tenemos nuevos conceptos que aprender. - Dijo el Profesor, cortándonos el rollo.

¿Ahora? - Pregunté yo.

Vamos. - Contestó él.

Ahora que tenemos mil millonacos, nos vamos a poner a dar clases. - Se quejó Denver.

Tuvimos que ir a clases. Ese día nos habló de los transportadores.

Pasaron 2 días muy rápidos y divertidos. Yo ya le había contado (al Profesor) que Andrés, su hermano, nos había dejado su parte del botín.

Yo, la verdad, no sabía qué hacer con el dinero. Me compraría una isla o así. No lo había pensado.

Llegamos al puerto al tercer día. Descargamos el dinero y fué la hora de despedirse.

Yo estaba triste, había hecho amigos y amigas allí.

A las 4 de la tarde ya me había despedido de todos, solo me faltaba Nairobi.

Me acerqué a ella.

Eo, chiqui. - Me dijo. - Que tristes están todos.

Normal, no nos volveremos a ver. - Contesté yo.

Nos juntamos y me abrazó.

Sí que nos volveremos a ver. - Me dijo, en medio del abrazo.

¿A si? - Le susurré.

Sí. Y si no, pues te iré a buscar. - Me contestó.

Se me cayó una lágrima.

Te estaré esperando. - Dije.

Nos separamos y me sonrió.

Ví que ella tenía los ojos llorosos.

Esto no es un adiós, es un hasta luego. - Me dijo, mirándome.

Pues, hasta luego. - Le contesté. - Te quiero mucho.

Yo también te quiero mucho. - Dijo.

Roma ~ La Casa de PapelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora