| C A P Í T U L O 4 |

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Había dormido casi toda la tarde

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Había dormido casi toda la tarde. Miré el reloj en la mesa de luz, eran pasadas las ocho y media. Los analgésicos realmente habían sido potentes. Un ruido en la puerta resonó por la habitación. Con lentitud y pocas ganas, me levanté de la cómoda cama y fui a abrir la puerta.

Don estaba allí.

—¿Estás bien hija mía?

—Nada de qué preocuparse.

Observó mi atuendo.

—¿Has estado entrenando? —Asentí en respuesta—. Me haces tan orgulloso...

—¿Hay un nuevo trabajo? —pregunté, realmente esperaba que me dijera que no, quería seguir durmiendo.

—¿Por qué no vienen a mi oficina y hablamos?

—¿Podría bañarme y cambiarme Don?

Me miró e inspeccionó mi cuerpo lentamente, demasiado lento para mi gusto.

—Por supuesto.

Cerré la puerta y fui al baño. Traté de hacerlo lo más cuidadosa posible para no lastimarme más de lo que ya estaba. Cuando salí de la ducha me miré en el espejo de cuerpo entero que había, estaba empañado así que lo limpié y observé mi cuerpo. Mucho no podía ver ya que necesitaba anteojos para ver y mis lentes de contacto, los cuales usaba siempre, estaban en mi mesita de luz. Nadie más que Dante y un par de personas me habían visto con anteojos.

Observé con ojos entrecerrados mi figura. No tenía mal cuerpo, estaba todo tonificado de buena manera. Tenía músculo y grasa en donde debía estar, no era flaca, pero tampoco gorda o con sobrepeso. Había escuchado conversaciones de algunas mujeres diciendo que envidiaban mis curvas.

Me acerqué al tocador y agarré el peine, desenvolví mi pelo de la toalla y comencé a desenredarlo.

A diferencia de la mayoría de las mujeres en esta casa, mi pelo era de un chocolate oscuro, casi negro. Pero la razón por la cuál todos me miraban era por mis ojos verde esmeralda. Solía apreciar mis ojos, eran iguales a los de mi madre. En realidad, era la viva imagen de ella, algo que agradezco ya que no me parecía a mi padre en absoluto. Tal vez por eso se embriagaba todo el tiempo, porque le recordaba a ella. Tal vez estaba en esta situación por mi culpa, si no hubiese sido igual a ella había una posibilidad, mínima pero probable, de que mi progenitor no se hubiese embriagado todas las noches y apostado.

No, no podía hacerme esto. El pasado era eso, pasado. No podía culparme por algo que estuvo fuera de mi alcance, eran cosas que habían pasado, nada más. No podía cambiarlo, pero podía aprender de él. Me cambié de nuevo a mi uniforme oscuro de nuevo. Éste era un pantalón cargo negro, una remera negra con cuello en "v", unas botas y una campera cargo negra con el logo de mi unidad.

Casi me reí, casi.

Mi unidad no tenía logo. En el círculo, donde estaban los logos de cada unidad, no había nada, y eso era porque al ser fantasma no había logo. Salí hacia la oficina de Stefano. ¿Qué querría?

Breaking The Chains Of Cruel Fate [+18] (BREAKING #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora