| C A P Í T U L O 7 |

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La esperada fiesta por fin había comenzado

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La esperada fiesta por fin había comenzado. Alrededor de las siete de la tarde los invitados habían comenzado a llegar. El evento era exactamente lo que necesitaba para no tener que pensar en Dante, mis emociones y mi futuro. Por supuesto que Nico me miró esperando que me muriese, y Dante...ni quería saber qué había hecho el resto de la tarde.

Viajé la mirada por el salón, todos los invitados parecían disfrutar de la velada, pero para mí era aburrida. Lo único que hacían era conversar y bailar. Malditos suertudos que no debían estar en un rincón observando todo sin poder comer los manjares que ellos disfrutaban. Realmente esperaba que la noche terminara de una vez así podría sumergirme en mi cama y lamentar mi propia miseria con un balde de helado de chocolate y vino, mucho vino.

—Jefa tenemos un problema, por favor venga afuera. —Escuché a una voz en mi oído decir a través del auricular.

—Enseguida voy.

Miré de nuevo a la mesa donde estaba Dante una última vez y salí afuera. No volvería a relacionarme con él a menos que fuera sumamente necesario y por orden de Stefano.

Cuando llegué al patio vi a un grupo de hombres hablando en susurros. Me acerqué a ellos esperando una muy buena excusa para saber por qué no estaban en sus puestos.

—¿Qué sucede? —Se enderezaron al escuchar mi voz, pero sus cuerpos de todas formas los delataban, estaban nerviosos. ¿Qué cagada se habían mandado?

-—Hemos capturado a un hombre sospechoso, dice que tiene información importante, pero que sólo compartirá con usted.

Suspiré.

Justo lo que necesitaba, más problemas. ¿Era mucho pedirle a Dios una noche tranquila sin inconvenientes?

—¿Ha puesto resistencia cuando lo capturaron? —pregunté frotándome la sien con mis dedos, ya sentía venir el dolor de cabeza.

—No, jefa, y eso es lo que nos preocupa.

Suspiré de nuevo.

—Llevenme con él, no podemos permitir que la fiesta de Don se arruine.

—Sí, señora —dijeron los seis hombres al unísono.

Hice una mueca al escuchar "señora", pero no dije nada, solo los seguí hasta un edificio pequeño donde teníamos las celdas. Usualmente en esos lugares también se torturaba a los prisioneros, pero no solían haber muchos ya que serían completamente estúpidos. Nadie entraría al territorio de Don Stefano Di Conti, nadie, ni siquiera el más estúpido de todos los hombres.

Bajamos por la escalera hasta el segundo subsuelo. En cada piso había por lo menos diez celdas, algunas estaban manchadas con sangre seca y otras no. No era muy higiénico el lugar, pero mientras cumpliera su propósito no había razones para limpiarlo. Cada "jaula" tenía una catre, un inodoro y un lavamanos.

Breaking The Chains Of Cruel Fate [+18] (BREAKING #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora