| C A P Í T U L O 20 |

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Hacia quince minutos que estaba enfrente de la puerta del cuarto de Dante

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Hacia quince minutos que estaba enfrente de la puerta del cuarto de Dante. Sabía que tenía que entrar y buscar esa llave, pero por alguna razón mi cuerpo no se movía. Muy en el fondo, sabía que estaría violando su privacidad, solo esperaba que esto valiera la pena porque si me descubría...entonces podría terminar muerta o aún peor, ambos terminaríamos muertos.

Inhalé todo el aire que mis pulmones pudieron absorber y lentamente solté un suspiro, miré la manija de la puerta varios segundos y lentamente apoyé mi mano en ella. Se sentía fría como el hielo. Sin más previsto la giré y abrí la puerta, observé para todos lados asegurándome que no había nadie alrededor, una vez hecho eso entré como alma que lleva al diablo al cuarto y cerré la puerta detrás de mí. Inhalé y exhalé varias veces hasta calmar mis nervios, debía estar concentrada al máximo.

Empecé a buscar por todo el cuarto, desde el baño hasta el armario. Busqué compartimientos secretos como el que había hecho en mi cuarto, pero no había caso. Me metí debajo de la cama y encima corté el colchón y las almohadas esperando que estuviera escondido dentro de éstas. Pero no había caso, la llave no estaba por ningún lado. ¿Dónde demonios estaba? Recorrí el cuarto con la mirada, no habían muchas cosas. Se notaba que a Dante no le gustaba pasar tiempo en esta casa. Apenas habían un par de trofeos sobre una repisa, sobre la mesa de luz había un cuadro. Me acerqué a él curiosa, en él habían dos fotos. Una la reconocí al instante, era la misma que tenía guardada en mi compartimento secreto, la primera foto que nos hicimos juntos en nuestra primera cita. No pude evitar sonreír. Mis ojos se desviaron a la segunda foto dentro del marco del cuadro. Una mujer que me devolvía la sonrisa, sus ojos habían estado llenos de vida mientras miraba a la cámara. La observé mejor, pude notar el parecido con Dante, y la panza de embarazada que lucía solo aclaró aún más mi mente. Era la misma mujer que estaba en una foto en el escritorio de Don Stefano.

—Ella era mi madre —dijo esa voz que tanto amaba.

Cerré mis ojos con dolor. Había estado tan inmersa en la foto que mis sentidos e instintos no se dieron cuenta de su presencia. ¿Qué iba a hacer ahora?

—Era hermosa —llegué a responder de alguna forma.

—Me encantaría decir que pude ver y disfrutar de su belleza y alegría, pero no fue así.

—¿Qué le sucedió? —pregunté.

Sabía que no debía de preguntar, pero nunca antes había hablado de ella. Ni siquiera Don lo hacía, solo tenía una foto como si eso fuera suficiente recordatorio de su ausencia. Yo solía tener una cadena de mi madre, pero tuve que venderla hace muchos años para pagar las deudas de mi padre. Solía llorar por su ausencia, pero con el tiempo llegué a un acuerdo con ese dolor. Siempre nos aferramos a algo que tuvo esa persona a la que más amamos.

—Lo que se puede esperar cuando estás enamorado de alguien que pertenece a la mafia —crítico secamente.

Cierto, murió. Era el único final que uno podía esperar a tener en este mundo. No había garantía de una vida larga, puede que en esa foto se viera feliz aquella mujer, pero seguro en el fondo estaba asustada o temía por la vida de las personas a las que amaba. No todos estábamos hechos para esta vida. Sentí como se acercó a mí y me abrazó. Al principio mi cuerpo se tensó, pero lentamente me fui relajando. No estaba acostumbrada a las muestras de afecto, después de todo, había estado huyendo por diez años del contacto físico.

—Te estaba buscando, son más de las once de la noche y vine a buscarte para ir a comer, —susurró en mi oído. Un placentero escalofrío me recorrió— pero imagina mi sorpresa al encontrarte aquí en este lío que has hecho.

Todo en mí se congeló, no tenía mucho tiempo hasta que comenzara el ataque. Me giró para verme la cara. Podía ver la duda y desconfianza su mirada. Había curiosidad en ella, pero esa desconfianza dolió un poco. Vi como recorrió con la mirada la habitación, especialmente la cama. Había hecho un desastre con el colchón y las almohadas. Se apartó de mí y esperó a que dijera algo, pero ningún sonido salió de mi boca. No dije nada, no pude. Tenía que pensar y rápido, necesitaba la llave si o si, no quería pelear con él, pero si tenía que hacerlo...no podría dudar. Si tenía que atarlo a la cama lo haría.

—¿Qué haces aquí Roni? —No contesté, aparté la mirada, pero eso no lo detuvo. No...todo lo contrario, agarró mi barbilla obligándome a mirarlo, no pude soportar la intensidad de sus ojos sobre mi, cerré mis ojos no pudiendo soportar más de aquella tortura—. ¿Qué hacías aquí Verónica? —susurró—. ¿Qué buscabas con desesperación como para arruinar mi colchón?

Miré el reloj, no faltaba mucho para que fueran las doce, y presentía que este grupo rebelde era muy puntual. Suspiré, no tenía otra opción que manipularlo emocionalmente. Una vez que completara mi misión no lo volvería a ver en quién sabía cuánto tiempo. Abrí mis ojos y miré los suyos, observé y guardé en mi mente cada detalle de su rostro.

—Roni...

—¿Recuerdas el sueño que te dije que tuve? ¿La promesa que hicimos? —Algo cambió en su mirada, la confusión iluminaba sus ojos, pero de todas formas asintió—. Encontré una forma de realizarla, bueno en parte.

—¿Cómo? Ni yo pude encontrarla aún.

Miré el reloj de nuevo, faltaban menos de dos minutos para que dieran las doce.

—Necesito entrar al cuarto de tu padre y ver un archivo en su computadora privada —dije vagamente.

—¿Por qué? ¿Qué archivo?

—Dante...

Antes de que él pudiera decir algo más se escuchó una explosión, y después otra y otra hasta que por la ventana se vio el humo. Se acercó y su rostro palideció, apresuró su paso hacia la puerta, pero lo detuve. Su rostro mostró más confusión.

—Dante necesito esa llave —dije ahora desesperada. No tardó mucho en relacionarme con el ataque que se estaba llevando a cabo.

—¿Qué has hecho?

—Cumplo nuestra promesa, por favor Dante, necesito esa llave. Por favor, confía en mí. —Me miró varios segundos y después hacia la puerta. Podía ver que estaba en guerra consigo mismo, pero en este momento eso no podía importarme, tenía una misión que llevar a cabo—. ¡Dante! —grité.

No sé qué habrá notado en mi voz, pero eso fue suficiente para que se decidiera. Fue al estante donde estaban esos premios y rompió uno, de ahí sacó una llave y me la entregó.

—Espero que sepas lo que estás haciendo —dijo antes de irse corriendo.



—Espero que sepas lo que estás haciendo —dijo antes de irse corriendo

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Breaking The Chains Of Cruel Fate [+18] (BREAKING #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora