SEXTA PARTE - 14:00h.

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14:00h

Desde hacía semanas sólo usaban una mesa. Eran seis, pronto serían sólo cinco, y la sensación de vacío en una casa tan grande empezaba a ser dolorosa. Sólo llevaban allí algo más de dos meses, y casi no podían recordar cómo era cuando estaban todos y a duras penas cabían en las dos.

Les gustaba comer, cenar y desayunar juntos, porque eran pocos, porque además los que quedaban eran gente serena, la mayoría de las veces, y se podía comer y cenar a gusto, conversando entre todos. Y además, pendía sobre ellos el yugo de saber que esto se acababa, que hoy comían seis pero en cuatro días comerían cinco y en doce días cada uno comería en su casa.

Cuando Samantha llegó al comedor, Anajú presidía la mesa, con la comida ya en el plato. Flavio se encontraba a su lado izquierdo, y Gèrard al derecho, como fieles guardianes. Nia acompañaba a Gè y Maialen todavía estaba con el cuenco de sopa en las manos hablando con el camarero y dándole las gracias por servirle.

- Boniti, ¿quieres? – le preguntó a Sam nada más verla llegar. – Es crema de puerros.

Sam ahogó un gesto de asco.

- Quita, no, gracias, ahora voy.

- Está buena – le dijo Flavio.

- Pues te la comes tú – contestó la rubia con brusquedad.

Qué puta borde eres a veces, colega, pensó el murciano, mirándola a los ojos.

Samantha lo ignoró, porque no podía contestarle, pero razón no le faltaba porque lo había hecho adrede: el chico ya había terminado el primer plato y estaba ya por la mitad del segundo, y comía como si tuviera ansiedad por levantarse enseguida de la mesa, y sólo eran las 14:13h.

La valenciana cogió el cubremantel, el vaso y un juego de cubiertos para sí, y Flavio separó la silla que había junto a él para que pudiera colocarlo sin problema, pero ante su sorpresa, se sentó al lado de Nia, completando los tres huecos a la derecha de Anajú.

¿Qué haces?, pensó, de nuevo sin dejar de mirarla. Siempre te sientas a mi lao'.

Sam le devolvió la mirada, y como no podía hablar, sólo alzó una ceja en un gesto de prepotencia, y dejó que él se imaginara la respuesta. El chico volvió a colocar la silla en su sitio, con brusquedad, tanto que asustó a media mesa.

- Ay, niño, qué golpes – le riñó Nia.

El niño no contestó.

No es justo, le dijo a Sam, en ese código suyo. Que me escuches y no me puedas contestar. Ahora tengo que imaginarme lo que estarás pensando o la bordería que me soltarías si pudieras o por qué coño no te sientas conmigo. Que el enfadado tendría que ser yo.

La chica estaba cogiendo su comida mientras tenía la antena puesta en la mente de Flavio, escuchando efectivamente sin poder contestar, pero cuando cogió su plato y se sentó junto a Nia, le devolvió la mirada y aprovechando que los demás hablaban de otras cosas y que Maialen ya había ocupado el sitio que Flavio le había ofrecido a ella, le contestó muy bajito que “te estoy dando espacio, gilipollas”, y empezó a comer, sin hambre apenas, convencida de que sus compañeros no le habían oído, aunque los micrófonos sí.

Flavio terminó el primero de comer, y se saltó la sobremesa sin decir ni una palabra. Eran las 14:21h cuando se levantó de la mesa, de muy malos modos, y dejó los cubiertos que había usado en el lavaplatos. Miró el reloj: hasta las 15:30h no tenían ninguna actividad planteada, lo cual le dejaba una hora para encerrarse y romperse los tímpanos tocando el piano en la sala de Manu.

Only love can hurt like this - [ Flamantha ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora