BONUS TRACK: No habrá sillas vacías en Nochebuena

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Noemí ya estaba sentada en el sofá, concretamente en la esquinita izquierda, cuando los seis que quedaban fueron llamados al salón.

En la cabeza de Samantha todavía resonaba el eco de su error garrafal durante el pase de micros. Esa misma cabecita que había sido incapaz de concentrarse en su canción después de haber escuchado a Flavio cantar "Only love can hurt like this", incapaz de concentrarse durante todo el día en algo que no fueran los pensamientos del chico, esos que podía escuchar con completa claridad, con más nitidez y calidad que la escucha propia de sus oídos.

Lejos quedaba ya el desconcierto que había sufrido por la mañana, pensando que sus audífonos no funcionaban, o que hacían interferencia con algún micrófono de detrás de cámaras. Lejos quedaba también la confusión de pensar si estaría volviéndose loca. Lo único que quedaba era la certeza de ser capaz de meterse en los pensamientos de Flavio, bucear por ellos y conocerle de un modo que no le había conocido nunca. Era terrorífico, pero también estaba siendo maravilloso.

Miró el reloj del móvil antes de salir del box. Era casi la hora de cenar. A esas horas Noemí ya debía estar saliendo de la Academia para regresar a casa y vivir la poca vida que el programa le dejaba, y sin embargo, estaba allí sentadita, esperándoles.

En su fuero interno, la valenciana supo que aquello era por ella. La cagada que había metido en el pase de micros no era digna de una finalista, y aunque sabían igual que lo sabía ella que en la gala sería un numerazo, no podían pasar por alto un error como aquel. Lo que no comprendía era por qué llamaba también al resto de compañeros. Lo lógico sería que la cogiera a ella sola, a parte, y le diera un toque de atención en privado, no delante de los demás. Y ellos no tenían ninguna culpa de su mal día, el pase de micros de todos sus compañeros había sido maravilloso.

- ¿Qué pasa? – preguntó Anajú, ya que fue la primera en sentarse.

A su lado acudió una Maialen totalmente desconcertada, mirando en derredor al salón esperando que llegaran los demás. Samantha se sentó a su lado y no pudo ocultar la sensación de angustia en su rostro. Gèrard y Flavio entraron poco después, y sólo quedaba Nia por tomar asiento.

Me cago en mi vida, pensó el murciano, y Sam le miró de reojo. Se mordió el labio con nerviosismo y se sorprendió cuando Flavio se sentó a su lado, o mejor dicho, dejó caer todo su peso junto a ella. Pasó un brazo por detrás de su cabeza y lo apoyó en el respaldo del sofá.

¿Es por ti esto?, le preguntó, sabiendo que la chica podía escucharle. Ella le miró, y se encogió de hombros de manera prácticamente imperceptible. Me parece excesivo, ¿no? Todos sabemos que lo vas a hacer genial en la gala. Es que no tiene sentido que nos llamen a todos aquí para echarte la bronca. Se están ensañando.

Samantha lo negará siempre, pero en ese momento se murió un poquito de amor al escuchar su verborrea mental defendiéndola, y miró su rostro con atención y apreció cómo el gesto relajado que traía el chico se endurecía con el discurrir de sus pensamientos: apretó la mandíbula y su espalda se irguió en una postura defensiva.

- Qué bebé – susurró la valenciana, agarrándole la cara y espachurrándole los mofletes.

Tiene un papel en la mano, apreció Flavio.

Samantha miró a Noemí, aunque ya se había dado cuenta de ello.

A Noemí y a Samantha algo las identificaba: no podían disimular sus expresiones faciales. Si estaban alegres, la alegría se les desbordaba en sonrisas y miradas iluminadas. Si estaban tristes, el rostro les mudaba en una expresión tan apesadumbrada que nada parecía poder animarlas. Y si estaban enfadadas... Si estaban enfadadas el gesto era serio, comedido, pero guardaba dentro un torrente de emociones que tenía que salir por algún lado.

Only love can hurt like this - [ Flamantha ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora