EPÍLOGO

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Murcia, 22:03h.

Lola no se sorprendió cuando Flavio le dijo que iba a deshacer la maleta antes de cenar algo. Sabía qué hijo había criado y estaba claro que no podía dejar la ropa sucia más tiempo metida en un espacio tan pequeño, cerrado y en contacto con otras prendas. Lo que sí le extrañó fue que tardara tanto, pero lo dejó estar.

El chico cerró la puerta, dejando que Rubio se colara dentro del dormitorio un segundo antes para no perder ripio de las aventuras de su dueño, al que llevaba tres meses sin ver y al que todavía lanzaba miradas de soslayo cargadas de sospecha como si estuviera invadiendo su casa.

Flavio tumbó la maleta en el suelo y la abrió por completo. Recordó el consejo de última hora que le había dado Maialen y era que nunca subiera una maleta a la cama porque las ruedas están en contacto con el suelo y toda la suciedad podía transmitirse, incluidas las chinches. Desde entonces, le daba tanta grima imaginarse las sábanas llenas de bichos que andaba obsesionado con no subirla a ninguna superficie.

Sacó en primer lugar las camisas, y las extendió sobre la cama. Después, los pantalones, misma operación para que no se le marcaran mucho las arrugas. Los zapatos, metidos en bolsas de plástico para que la suela no ensuciara todo lo demás. La ropa sucia, por supuesto. Estaba siendo extremadamente metódico porque era su manera de ser, pero también porque tenía miedo de lo que pudiera encontrarse cuando leyera la carta de Samantha. La chica había sido muy cuidadosa en pensar en otras cosas para que él no pudiera escuchar nada de lo que ella había escrito y no hacerse spoiler a sí misma.

Cuando apenas le quedaba por sacar las últimas camisetas, vio que el papel asomaba por debajo de ellas, lo cual indicaba que se había esperado a que tuviera la maleta prácticamente hecha para colocarla al fondo del todo y que no tuviera manera de verlo hasta que no la deshiciera en casa.

Cogió el papel, y lo reconoció como una hoja arrancada de la libreta de la chica. Todavía tenía las barbas del lateral despeluchadas porque no se había molestado en adecentarlo para dejarlo más bonito o presentable. Estaba doblado en cuatro, y al deshacer un doblez, observó que estaba escrito por ambas caras.

Su subconsciente se fijó primero en la letra, y aunque ya la conocía, pudo imaginarse que la chica lo había escrito con la mano trémula, porque algunas frases perdían la rectitud y Samantha nunca solía desviarse.

Se sentó en el suelo, junto a la maleta, y apoyó la espalda en la cama. Rubio le miraba subido encima de la silla de la ropa. Desdobló la carta por completo y la leyó con el corazón encogido.

Quiero ser lo que necesitas, quiero salir de estas cuatros paredes, de sus texturas, sus colores, sus cambios aleatorios de temperatura, y tener la certeza de que si extiendo la mano, la tuya estará pendiente de tomar la mía.

Me gustaría ser capaz de ser menos de aquello y más de esto otro. Menos errática, descontrolada, imprevisible; menos todas esas cosas que me hacen tan mía y ser más tú.

Tener esa pizca de calma que me arreglaría la vida, por dentro y por fuera. Transmitir algo que no sea ansiedad.

Pero sabes que no sé.

Y sabes que sé que cuando estas paredes se vengan abajo, es muy posible que caigamos con ellas.

Hay cosas que sólo existen en un momento y un lugar concretos, y nunca creí en cronologías mal logradas: que hayamos sido aquí y ahora, no implica que lo vayamos a ser mañana, y no serlo después de esto no significa que lo anterior fuese un engaño.

Hay veces que desearía mirarnos por un agujerito, ajustar una máquina del tiempo y observarnos proyectados en un futuro que no sé si tenemos juntos pero al que ansío llegar a tu lado.

Only love can hurt like this - [ Flamantha ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora