13:00h
Sam se cruzó con Noemí saliendo de la ducha, con el micrófono todavía apagado, igual que sus ojos.
- ¿Cuántas veces tenemos que deciros que no apaguéis los micrófonos? - le riñó. - ¿Es que os tenemos que cerrar también las duchas? Cariño, ¿estás bien?
Sam negó con la cabeza pero asintió inmediatamente después, conectando el micrófono y poniendo de excusa los audífonos que no funcionaban. Noemí ya estaba al tanto de ello, pero efectivamente, no habían querido subir a quitárselos porque no tenía otros y los necesitaba para prestar atención en el resto de las clases.
- Déjamelos y los bajo para que te los miren, pero estarás un par de horas sin ellos, ¿de acuerdo?
La valenciana asintió y Noemí se despidió de ella con un beso y una mirada de madre, y le habría gustado poder apagar también ella su micrófono y que Samantha le contara qué le pasaba, pero si algo definía a la directora de la Academia, era la discreción.
- Nos vemos en el pase de micros - le dijo. - Quedan quince días, Samantha, cariño.
Y no le dijo más.
Samantha ya lo sabía, y eso era lo peor. Sólo quince días y Flavio iba a pasar todo el día rehuyéndola porque no había sabido ser lo suficientemente inteligente para llevar esa situación.
- Por mucho que el chico te quiera, parece que se te está yendo la pinza y que no hay nadie al volante - se dijo a sí misma en voz alta, mientras iba hacia la clase de Capde. - Y el muchacho es una persona racional, claro que lo es, y se asusta, como todos. Pues te callas, y aquí paz y después gloria, hija.
Suspiró. La verdad que si el 24h la estaba enfocando en ese momento, los espectadores iban a pensar de verdad que se le había la cabeza del todo. Intentó evitar mirar a las cámaras del comedor y del salón y volvió al aula, donde por supuesto ya estaban todos sentados y Capde al piano con un montón de papeles tirados en el suelo. Algunos compañeros ya habían empezado sus ejercicios y sólo quedaba una silla libre en una punta del semicírculo que habían formado para los seis.
Flavio estaba en la esquina contraria, y no pudo evitar mirarla cuando entró, igual que no podía evitar seguir pensando en ella y en todo lo que habían hablado en las duchas.
Lo siento, pensó, sabiendo que ella le escuchaba, por no sentarme contigo, pero... Y su mente intentó dejarlo ahí, porque no sabía cómo justificarse. Pero me siento incómodo contigo. Pero no entiendo qué te está pasando. Pero necesito evitarte porque no quiero que escuches lo que pienso. Pero aquí dentro no tengo filtros y no soy el mismo Flavio que fuera. Pero no sé lo que has oído ya y no sé si debo pedirte disculpas por algo que haya pensado de ti. Pero me da miedo tenerte aquí dentro y que veas cómo soy realmente y que tu percepción sobre mí cambie.
Y Samantha quiso decirle tantas, tantas cosas, que lo más duro era que no pudiera decirle ni una sola, pero todo cuanto le apetecía en ese momento, con una fuerza desmesurada, era decirle que escucharle todo el día dentro de su cabeza sólo iba a tener una consecuencia y por supuesto no era que fuera a dejar de quererle.
Quiso decirle que no le debía ninguna disculpa porque no la había ofendido en nada, quiso decirle que se sentía respetada, querida y valorada por él igual que siempre, que aquello no estaba cambiando nada, y que podía quedarse tranquilo y dejar de pensar que el hecho de que ella pudiera escuchar todo lo que estaba pensando, fuera a afectar a su relación, porque en el caso de ésta verse afectada, sólo sería para mejor.
Quiso decirle que no debía temer que su percepción cambiara, y sobre todo, sobre todas las cosas, quería decirle que escucharle todo el día era, en dos simples palabras, aterrador y maravilloso a partes iguales. Lo de aterrador estaba más que claro, pero también era fascinante porque había un Flavio ahí adentro que, efectivamente, no se mostraba hacia fuera, y era una pena, porque era infinitas veces mejor. Era mil veces más inteligente de lo que demostraba, y mil veces mejor músico, y mil veces mejor persona. Todo lo que llenaba su cabeza era música, y aunque Samantha pudiera escucharle pensar, sobre todo le escuchaba componer, porque su mente no paraba quieta ni un segundo. El hombre sereno, el hombre tranquilo, con una mente como una locomotora. Y todo el rato creaba melodías, y se perdía en sus pensamientos y era un auténtico laberinto donde algunos pasillos no iban a ningún lado, algunos temas los dejaba a medias, entraba en conversaciones consigo mismo que no llegaban a ninguna conclusión y otras se perdían en ramificaciones de otros mil temas más de conversación. Era fascinante. Aterrador, pero excitante al mismo tiempo.
Pero no pudo decirle nada de eso. Lo único que pudo hacer fue dedicarle una mirada lastimera, mientras él seguía sin poder apartar sus ojos de ella, de esas mejillas sonrosadas y esos ojos casi transparentes. Y mirándose, ella podía leerle, pero él, con un alto porcentaje de inseguridades cegándole, no podía entender nada.
La clase de Capde fue un desastre, al menos para Samantha, y no sólo porque desde hacía semanas su pareja para todas las clases fuera Flavio y éste ahora se hubiera colocado con Maialen, sino porque le resultaba muy difícil conciliar no sólo una, sino tres voces en su cabeza: la suya propia, la de Flavio, y la de Capde dándole indicaciones de cómo realizar los ejercicios de improvisación.
La chica veía cómo la clase iba avanzando y ella no conseguía sacar nada adelante, y que las pocas cosas que sacaba, además, eran desafinando como si no hubiera cantado nunca antes en su vida.
Lo único que esperaba era el sonido del timbre para poder salir de allí, dejar de sentirse inútil, y dejar de escuchar, al mismo tiempo, las reprimendas que su compañero le echaba mentalmente por no concentrarse en la clase y desperdiciar una de las últimas que tendrían con Capde.
Al finalizar la clase, Sam se acercó al profesor y le pidió disculpas por haber llegado tarde.
- No pasa nada, Sam - le dijo él, recogiendo sus pertenencias.- Tampoco has llegado a entrar del todo.
- ¿Cómo?
- Estabas muy distraída, no te he dicho nada pero eso no significa que no me dé cuenta - ella bajó la mirada e intentó justificarse. - No pasa nada, no quiero saberlo, pero soluciónalo. Nos vemos en el pase de micros.
Le dio un cálido y fuerte abrazo y le dedicó una mirada a su alumna antes de salir del aula, sin necesidad de decirle nada más, y aunque estuviera todo dicho, la chica no sabía qué podía hacer.
Cuando salió también ella del aula, vio que se había quedado sola y que todos sus compañeros, los pocos que quedaban, estaban ya preparándose la comida.
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Nota del autor: ya sé que me habéis dicho que os gustan los capítulos largos pero no todo pueden ser capítulos de 6k palabras. Aunque los que vienen por delante sí que vuelven a ser bastante largos, no quiero distribuir el contenido de otra manera por el formato del horario de la Academia.
A partir de ahora vais a ver mucho texto en cursiva, y es importante fijarse cuando lo es. Cuando Flavio hable en voz alta, irá marcado con guiones; cuando sean pensamientos, irá en cursiva. Espero que no sea muy lioso.
Muchas gracias por los comentarios anteriores, por las estrellas, que no sé lo que son, y por las visitas, aunque Wattpad me haya borrado más de 200.¡Nos leemos!
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Only love can hurt like this - [ Flamantha ]
FanfictionSamantha descubre que de la noche a la mañana puede leerle el pensamiento a Flavio. No sabe cómo, ni sabe por qué, pero puede. Historia concluida.