21:00h.
La cena transcurrió tranquila y apenas duró media hora. La sobremesa se alargó esta vez con los seis que quedaban y para contento de Flavio, Samantha sí se sentó a su lado, o quizás sería más acertado decir que el murciano se sentó al lado de la valenciana, porque para cuando él llegó a la mesa, ella ya se había sentado y lo único que hizo fue colocarse a su lado antes de que alguien se le adelantara.
Había sido un día largo y ajetreado para todos, aunque por motivos distintos. Nia estaba reventada de tanto bailar, a Gèrard le ardían las cuerdas vocales de desgarrárselas por exigencias de la canción, y Anajú y Maialen tenían la presión de pensar que podían ser sus últimos momentos todos juntos, Flavio no sabía si quería que los poderes de Samantha fueran permanentes y la misma Samantha sólo tenía ganas de dos cosas: de ver una película y no pensar en nada, o de que le abrieran la habitación y poder dormir temprano, largo y tendido.
Dejaron los platos y vasos en la pila y Anajú se encargó de poner el lavavajillas. El resto se esparció por el sofá buscando algo que hacer para perder el tiempo hasta que les abrieran el dormitorio. A esas alturas de concurso quedaba poca energía para seguir cantando y ensayando a las nueve y media de la noche. Maialen aprovechó que estaban todos para proponer algo.
- ¿Jugamos a la batidora?
La reacción se plasmó en sus rostros como una onda expansiva, generando descontento, hastío y casi cabreo en algunos.
- Acho, Maialen, cierra la boquita, hija – le dijo Flavio.
- Público, ¡expulsad ya a esta persona! – pidió Samantha, hablándole a las paredes, y le tiró un cojín a la cabeza. – Qué pesadillaaaa.
- Por mí vale – la apoyó Nia. - ¿Pollito?
- Lo que pasa es que este juego dura mucho, si jugamos, jugamos ya.
La pamplonica dio un salto del sofá y fue a buscar la caja y cuadernos y bolígrafos para todos antes de que pudieran negarse.
Samantha miró a Flavio, que había cogido una guitarra y la tenía apoyada en el regazo mientras trasteaba con las cuerdas tocando una melodía que Sam no conocía.
- ¿Es nueva? – le preguntó. El chico asintió. – No me lo has enseñado.
- No está acabada, es la que te he dicho antes de cenar que no me termina de gustar.
Maialen volvió con todos los utensilios necesarios mientras Flavio le tocaba a Samantha el germen de su nueva canción, porque el resto de compañeros no les prestaba atención alguna. Cuando entraban en esa burbuja tan suya, en la que estaban con todos pero claramente iban a su bola, no intentaban intervenir e interrumpirlos, porque eran cosas suyas, íntimas, y que no hacían daño a nadie. Flavio tocó un par de acordes más sin saber que al mismo tiempo los espectadores del veinticuatro horas se estaban volviendo locos intentando recordar en qué momento Samantha y él habían hablado nada de una canción nueva.
Maialen empezó a repartir papeles y Sam se estiró, cuan larga era, en un gesto de aburrimiento mayúsculo.
- Yo me voy a duchar – dijo.
Flavio la miró como un resorte.
- Entonces no podemos jugar – dijo, y miró en rededor a sus compañeros. – Somos impares.
- Samantha, después te duchas – le pidió Nia, cogiendo un papel y un bolígrafo. – O no vamos a empezar nunca.
- Jugad sin mí mientras me ducho y cuando acabe me uno – respondió, poniéndose en pie.
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Only love can hurt like this - [ Flamantha ]
FanfictionSamantha descubre que de la noche a la mañana puede leerle el pensamiento a Flavio. No sabe cómo, ni sabe por qué, pero puede. Historia concluida.