DECIMOSEXTA PARTE - 23:38h.

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23:38h

Flavio se sentó junto al presentador en el sofá blanco y recostó parte de su peso contra el respaldo, mostrándole a Roberto una sonrisa nerviosa que rezaba porque no se ensañara mucho con él durante la entrevista.

Hacía tiempo que el diclofenaco había hecho efecto y tenía la extraña sensación de estar perfecta y controladamente drogado, insensibilizado al dolor, pero consciente al cien por cien de lo que estaba sucediendo. Era una sensación agradable, porque habría sido incapaz de ponerse delante de los focos si no se lo hubieran inyectado. Pero aquello a lo que Roberto había llamado droga, no era suficiente para adormecerle la vergüenza que le seguía dando saber que había tanta gente mirándolo. "En el directo diario te ve un montón de gente también", le había dicho Gèrard en alguna ocasión, durante las primeras semanas, pero era algo completamente distinto: él estaba en su casa, aunque hubiera alguien mirando por la mirilla todo el rato, hacía su vida sin ser consciente de que estaba siendo observado, de lo contrario, se habría vuelto loco.

Suspiró al tiempo que Roberto se colocaba la chaqueta y le daba la mano, intercambiando una sonrisa nerviosa el concursante, y segura y relajada el presentador. Intentó transmitirle tranquilidad y confianza, que viera en él un apoyo para sacar la entrevista adelante en lugar de un adversario que fuera a perjudicarle metiendo el dedo en la llaga.

Flavio tenía siempre la sensación de que no se encontraba dentro de su cuerpo en esos momentos, como si el alma se le saliera en un suspiro, y contestara un autómata para simplemente salir del paso. Después, recordaba las entrevistas de una manera muy liviana, muy por encima, como si su implicación no fuera más allá de un diez por ciento. No lo hacía de manera consciente, era por esos nervios. Intentó, como tantas otras ocasiones, relajarse y ser natural, darle cuerda a su cerebro para que no se quedara en blanco con cada pregunta que le hiciera Roberto.

- Buenas noches, Flavio - arrancó el presentador, y con esa pequeña cuña, el público comenzó a gritar. - Antes de nada, ¿cómo te encuentras?

- Bien, bien. Estoy bien.

- Hay que decirle al público aquí presente y a los espectadores que nos siguen desde casa que nuestro Flaviorito está siendo atendido en todo momento por un equipo de soporte médico. Tienen la jeringuilla preparada en cualquier momento, ¿no es así, Flavio?

El chico rio, se lamió los labios, y asintió con la cabeza.

- Las drogas que no falten - confirmó.

- Me ha comentado un pajarito que te han pedido que no te muevas mucho para que no se te vean los puntos, y la canción que escogiste..

No siguió hablando porque pudo escucharse un murmullo indefinido procedente del sofá de los compañeros. Roberto dirigió su atención a ellos y le chivaron por el pinganillo que había sido Samantha.

Mierda, me han oído, la escuchó Flavio pensar. Había puesto sus cinco sentidos en el presentador y había desconectado de la valenciana y estaba visto que no podía dejarla sola.

- Samantha, ¿qué decías? - quiso saber Roberto, mirándola con curiosidad. La chica negó con la cabeza, roja como un tomate y con los labios en una mueca graciosa. - Vamos, mujer, que estamos en confianza.

Flavio se santiguó mentalmente.

- Que digo que no le va a costar mucho lo de no moverse - dijo la chica, pero sabiendo lo mal que se podía interpretar aquello, se apresuró en explicarse. - Él no es de moverse mucho. En el escenario, quiero decir. En otros ámbitos se mueve muy bien.

Guardó silencio, convencida de que así se había entendido todo mucho mejor.

El público rio. Flavio no sabía dónde meterse.

Only love can hurt like this - [ Flamantha ] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora