II

2.3K 270 71
                                    

Uno de los pocos aspectos positivos que Shōyō le podía encontrar a su situación, era que su amistad con Kenma se había fortalecido aún más.

Al principio, él no lo tomó como algo a destacar. Tal vez, porque todavía no se había percatado de que el teñido sería la única persona, además de su familia, que lo visitaría. O podría ser porque su amistad ya era muy solida de por sí.

De igual forma, el caso era que, gracias a su nuevo mejor amigo, Hinata sentía haber descubierto la razón por la cual el chico estaba tan adherido a esa consola de videojuegos que llevaba consigo a todos lados.

Y es que esa pequeña cosa podía llegar a ser tan divertida como adictiva, dándole la capacidad a Shōyō de poder pasar horas entretenido sin necesidad de recordar su situación.

También, gracias a ella, el dúo tenía la posibilidad de pasar más tiempo juntos, haciendo videollamadas para jugar, dado que el peli-rubio vivía en Tokyo y eso les dificultaba el poder verse tan seguido como a ambos les gustaría.

Otro gran cambio que había ocurrido en la vida del pequeño era que, al no estar mas en el club de voleibol, fue capaz de hacerse con mas tiempo para centrarse en sus estudios y así poder subir las desastrosas calificaciones que hasta el momento tenía.

Visto desde el exterior, se podría decir que el chico llevaba una auténtica vida de otaku, antisocial, deprimido que solo se centraba en esconderse bajo las paredes de su habitación. Aunque el panorama no estaba tan alejado de la realidad, con lo único que Hinata no lograba coincidir al completamente era con la parte de deprimido.

A ver, sí. Él admitía que en su colegio vivía como un marginado. Comparable al típico chico que te esperas que el ultimo día de clases saque una pistola de la mochila y se ponga a contar en cuenta regresiva, para luego abrir fuego con el primero que se encontrara. Pero eso no lo convertía directamente en una persona depresiva. Él se seguía sintiendo emocionalmente como en los viejos tiempos, feliz y lleno de energía lista para ser gastada.

Obviamente también solía tener sus malos momentos. Como cuando la escuela acababa y veía a los miembros de su antiguo club dirigirse a sus actividades. Aunque luego, eso no era nada que un pequeño paseo por él parque, que se encontraba a unas calles de la preparatoria, no pudiera arreglar.

Y, era justo en ese lugar donde se encontraba ahora. Sentado en su silla de ruedas, reposando bajo la sombra de un viejo sauce justo en la mitad del recorrido.

Pequeño y escuálido serían las mejores formas para describirle en ese momento, dado que los pocos músculos que había logrado conseguir en sus entrenamientos los había perdido tan pronto como la mala suerte le azotó, y lo de pequeño... él siempre había sido así.

Recordó como una vez, mientras se preparaban para jugar un torneo, un responsable del staff del lugar les había confundido a Nishinoya y a él como estudiantes mas pequeños, sacándole a sus compañeros una buena cantidad de risas.

Hinata sonrió ante el recuerdo que lo invadió como un baldazo de agua fría, enviándole nuevamente hacia la realidad que estaba enfrentado.

🖤

Una nueva notificación en su consola logró sacarle de sus pensamientos. Era Kenma enviándole una nueva solicitud para jugar a uno de sus juegos favoritos. Instantáneamente, aceptó gustoso. Se colocó sus auriculares que llevaba en el bolsillo de la mochila y se dispuso a prender el micrófono del mismo.

-¡Hey cabeza de pudin!- habló cuando se le dio la oportunidad.

-¿Que tal Shōyō?-saludó en mencionado antes de ser interrumpido por una voz a su lado.

A Merced del Destino <UshiHina> <Haikyuu> Donde viven las historias. Descúbrelo ahora