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Julieta Cazzuchelli [26/03/2013]

Lunes; Odiaba los lunes. Odiaba ir al colegio. Primero y principal porque él único que me habla es Tomás y sus amigos; — pero solo por compromiso, porque a pesar de conocerlo hace solo una semana, ya me sentaba con él — Y segundo, porque las chicas no paraban de mirarme de reojo y hablar a mis espaldas.

— ¡¿qué tanto me miran?! 

Subí mi tono de voz cuando vi al grupo de la rubia y la castaña observándome de mala manera desde su banco. Era la primera vez, que les dirigía la palabra. Sabía que mi hermano no quería que cause problemas, pero ya me había aguantado por él, toda una semana las malas miradas y no iba a tolerar que intenten pisarme la cabeza, que crean que yo no era nadie. Porque lo soy. Soy alguien.

— tranquila, mami. — dijo Tomás, cuando por fin llego al aula, en una semana pude darme cuenta que tenía como costumbre, nunca llegar a horario. — y ustede' me la dejan de mirar ¿me escucharon? — sonreí por lo bajo, las chicas se encogieron de hombros y ambos soltamos una pequeña risa por lo bajo — ¿qué onda, tenemo' hora libre?

— ¿podes pronunciar las s, bestia? y sí, tenemos hora libre, no vino el de historia. — le respondí y él festejó, dirigiéndose a sus amigos — ah, déjame sola, gracias. — murmuré, para mí.

Guardé mis cosas en la mochila y observé hacía todos lados a ver si alguien me estaban viendo, pero todos estaban con sus teléfonos, o haciendo la tarea de otras materias. Aproveché en colgar mi mochila y salir del aula.

Comencé a caminar por los pasillos de la escuela escondiéndome entre las columnas intentando que ningún directivo me viese y al intentar salir del colegio, sentí como me tiraban del brazo.

— ¿a dónde va'?

Suspire aliviada al ver que se trataba de Tomás y no de algún profesor o profesora que intenté detenerme y ponerme la primer sanción del año.

— ¿a mi casa? — pregunté, en un tono obvio — no pienso aguantarme dos horas libres, además después tenemos biología y no hice la tarea.

— me voy con vos, ¿así te gusta, que pronuncie las s?

Asentí con mi cabeza y ambos salimos del colegio. Empezamos a caminar directo hacía la villa de Cutral Co, nuestra ciudad.

— bueno, chau. — dije cuando llegamos a la puerta de mi casa, desde el día uno, como vivíamos en la misma villa, me acompañaba a mí y después caminaba cinco cuadras más hasta su casa — ¿te podes ir? — pregunté, de mala gana.

— no me ratee por vos para que me eche'. — tragué saliva, entendí que quería entrar a mi casa, pero yo no estaba preparada para mostrarle mi infierno — si quere' vamo' a otro lado. 

— a la plaza, ya.

Dije cuando vi la bicicleta de mi hermano en la puerta y supe que estaba en casa. Tomás me siguió hasta la plaza y solté un suspiro. ¿Qué hacía mi hermano en mi casa? De seguro lo habían echado del trabajo, otra vez.

Nos sentamos bajo uno de los árboles de la plaza y Tomás saco un porro del bolsillo. Además de ser el más bardero del curso, le encantaba fumar y tomar. Yo solo, estaba metida en el primer mundo, el segundo me daba asco, gracias a mi mamá.

— ¿por qué no quere' que conozca tu casa?

— porque te conozco hace una semana, Tomás.

— si, y ya te senta' conmigo. — solté una carcajada y me convidó de su cigarro de marihuana, el cual empecé a fumar un poco desesperada — para amiga, deja para mí ¿qué esta' tratando de olvidar?

— mi vida. — respondí sincera y le devolví el porro — no quiero que veas a mi vieja, siempre está borracha.

— al menos tenes mamá. — dejó el tono de voz que usaba para hacerse el malo y empezó a ser el verdadero Tomás — la mía nos abandonó a mi y a mis hermanos y mi viejo... — alzó sus hombros y exhalo el humo del porro — se la pasa laburando, no lo veo nunca.

— es lo mismo que no tenerla. — abracé mis piernas como si tuviera cinco años y una lágrima rodo por mi mejilla — creo que a mi hermano, lo echaron del trabajo ¿qué vamos a hacer ahora?

— dejar que yo te ayude. — levanté mi cabeza para mirarlo sin comprender — ah y no llores, nunca dejes que la gente sepa que podes ser débil.

Sacó mi lágrima de mi rostro y apoyo su cabeza en mi hombro. Sonreí con los ojos cerrados. Por primera vez, después de mucho tiempo, no me sentía completamente sola. Ahora tenía un amigo. Lo tenía a él. Tenía a Tomás.

— no me devolviste más la campera, wacha.

[30/09/2020]

Cerré los ojos y me coloqué la campera color gris que nunca le había devuelto. Lo único que me queda de él. Lo único que tengo hoy en día, una simple campera desteñida. Para los demás es una simple campera, pero tiene tanta historia.

Tomás prometió ayudarme, pero me sacó de un infierno y me metió en otro.

¿Quién me hubiese dicho que ese chico vestido de ángel, era en realidad un diablo?




Nadir | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora