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Julieta Cazzuchelli[21/03/2018]

Tomás exhalo el humo del cigarrillo y devolvió su vista a mí, nos encontrábamos en la plaza de a cinco cuadras de donde vivía. Según él, quería hablar. Pero habían pasado dos horas y no había abierto la boca. Yo bajé mi vista hacía mi hijo, quien no paraba de mover sus manos. Él soltó una pequeña risa al ver al bebé balbuceando y sin querer, una sonrisa se formo en mi rostro.

— ¿Manuel, por mí? — preguntó, por fin se animó a hablar y yo asentí con mi cabeza — todavía no cumple los dos años ¿no? 

— mañana cumple un año y medio. 

— ¿lo puedo cargar? — me pidió, por un segundo dude, pero con cuidado le di a nuestro hijo, a quien sentó en sus piernas y empezó a jugar con sus manos, ambos soltaron una pequeña risa y yo morí de amor por dentro, había soñado por años con esto y ahora por fin, estaba sucediendo — no sé como empezar a decirte todo lo que te tengo que decir. — comentó, me acercó un poco a él, con timidez y mientras que con una mano sostenía el cuerpo de Manuel, con la otra tomo la mía — primero, te pido perdón, por todo lo que te hice. — bajé mi cabeza, al recordar todo el mal que me causó — yo te juro que realmente te amaba, pero estaba ciego por la historia de mis viejos. — presté atención en como uso el verbo amar, en pasado y apreté mis ojos, yo todavía lo sigo haciendo, pensé — era un pendejo drogadicto y no quiero que me perdones o que volvamos a estar juntos, solo quiero que me des la oportunidad de ser el padre de Manuel, a mí al mío me lo arrebataron y él no se merece cargar con ese dolor, no quiero que sea el hijo de puta que yo fui alguna vez.

— ¿realmente querés ser el papá de Manuel? — pregunté, un poco desconfiada, él asintió con su cabeza y miré a mi hijo, quien parecía estar a gusto con Tomás — sí te preocupa que el nene crezca sin papá, no lo hagas, Mateo...

— Mateo no es su papá. — me interrumpió de mala gana — sé que no me merezco que me des una oportunidad, pero al menos déjame demostrarte que quiero recuperar el tiempo perdido con mi hijo.

— ¿y por qué dos años después, Tomás? — insistí, ¿realmente quería formar parte de la vida de Manuel? — no estuviste en todo mi embarazo, ni en su primer año ¿por qué ahora?

— porque no quiero seguirme perdiendo las cosas lindas de la vida por culpa de la droga, ya te perdí a vos. — dijo, aclaró su garganta y fijó sus ojos cristalizados en mí — cuando te fuiste, me dí cuenta lo que había hecho, entonces fui a rehabilitarme y no sabes lo que me costó hacerlo solo, sin vos. — una media sonrisa apareció en mi rostro al escuchar lo último — pero pude, hace seis meses estoy limpio de droga. 

— te veo mejor que antes. — le dije sincera — está bien, te voy a dar una sola oportunidad de ser el papá de Manuel pero te juro que a la primera que te equivoques, no nos ves más.

— tranquila, pendeja. — me llamó como hace tanto no me llamabas y a mi cuerpo lo invadió la nostalgia — ¿algún día me vas a devolver la campera? — preguntó, al ver que todavía tenía puesta la campera que me había prestado hace más de cuatro años. 

— ¿algún día me vas a devolver todos los años que perdí con vos?

— no todo fue tiempo perdido, sacamos algo bueno de lo nuestro ¿no? — bajó su vista hacía Manuel quien se llevó su dedo a su boca y yo sonreí de oreja a oreja — nuestro hijo, es igual a mí cuando era chico.

— lo sé. — dije, con obviedad — te veo en él todos los días, Tomás.

Terminó de decir y él sigue jugando con las manos de Manuel. El tiempo se pasó volando, ya era de noche. Le dije a Tomás que tenía que volver a casa, al fin y al cabo yo el día de hoy, estaba con Mateo, no con él. Aunque, íbamos a estar unidos de por vida, Manuel nos unía.

— ¿sos feliz? — rompió el silencio, cuando llegamos a la puerta de mi casa, lo miré sin entender y me devolvió a Manuel — ¿con Mateo, sos feliz?

— muy. — mentí, no era feliz, había dejado de serlo desde el día que lo dejé ir, él asintió con su cabeza y desvió su mirada triste hacía otra parte — muy feliz.

— ¿más feliz de lo que fuiste conmigo? — indagó y alcé una ceja — ¿alguna vez fuiste feliz conmigo, Julieta? — apretó sus ojos y vi una lágrima rodar por sus mejillas — perdón.

— nunca voy a ser feliz como lo fui estando con vos, Tomás.

bueno, quiero que entiendan a Julieta, tiene 18 años y no sabe manejar la situación, no me la bardeen ahre.

lean poesia de la oscuridad.










Nadir | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora