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Julieta Cazzuchelli [09/01/2015]

Abrí mis ojos, de golpe. Al igual que me había despertado del sueño que estuve soñando todo este tiempo. Desperté y al hacerlo me rompí en mil pedazos.

Al final, la gente dice que te rompen el corazón, pero a mí me dolían todos los huesos.

Mi cuerpo temblaba. Todavía seguía asustada. Llena de miedo. De rabia pero sobre todo, de dolor.

Mateo se encontraba en frente mío, con una taza de té con miel que intentaba darme, pero yo me negaba a tomar. No iba a poder tragar. Tenía un nudo en la garganta que ni siquiera me dejaba hablar. Estaba, completamente rota.

— ¿podes hacer el intento de tomar el té que te preparé? — insistió y terminé accediendo, tomé la taza caliente con mis manos para tomar un trago, el cual costó, pero pudo pasar por mi garganta toda anudada — ¿lo vas a dejar, o qué más hay que hacer para que te des cuenta que no te quiere?

— si que me quiere. — escupí, como pude, lo defendí — a su manera.

— su manera de querer, te lastima Julieta.

Bajé mi cabeza, no podía llevarle la contraria a mi mejor amigo. Al fin y al cabo, tenía razón. La manera de querer de Tomás, me acababa de hacer mierda. No me podía mover de lo mucho que me dolía el corazón. Pero ¿Puedo culparlo por quererme de esa forma? No; si nunca nadie le enseñó a querer. Su mamá mató a su papá y para que él no termine matándome a mí, tengo que enseñarle a amar.

Mateo abrió su boca para volver a hablar, pero los golpes en la puerta de su casa se hicieron presentes. Gritos provinieron desde afuera y al escuchar la voz, supe que se trataba de Tomás; Por primera vez, me había venido a buscar.

— ¡amor! — oí que gritó cuando me acerqué a la sala — ¡sé que estás ahí, Julieta, por favor abrime! — siguió dándole golpes a la puerta y yo voltee a ver a Mateo quien negaba con su cabeza — perdón reina, perdóname por favor. — esas palabras bastaron para que le abra la puerta de la casa de Mateo; me encontré con mi novio, completamente fuera de sí y perdido por la droga, pero aún así, había venido a por mí — ¿me perdonas?

— me vendiste por droga, Tomás. — le reproche. — ¿eso es lo que valgo para vos, un par de gramos de cocaína?

— ¿ahora entendes por qué te dije hace dos años que estabas a tiempo de alejarte de mí? — me recordó y asentí con mi cabeza, cuánta razón tuvo, si le hubiese hecho caso a él y a mi hermano, no me encontraría hoy en mil pedazos — prometiste nunca dejarme solo, reina. — se acercó a mí y al deslizar sus manos por mis mejillas, cerré mis ojos — ¿qué tengo que hacer para que me perdones?

— es que no puedo perdonarte, Tom. — agarré sus manos y las aparté de mi rostro — me drogaste para venderme, si Mateo no me hubiese...¿comprado? — pregunté, como si yo fuera una simple cosa y no la chica que más lo amaba en este mundo — alguno de tus amigos lo habría hecho, para aprovecharse de mi y...

— pero eso no pasó. — me interrumpió, al ver que mis ojos se hicieron agua y mi voz se volvió un hilo — si Mateo, no me hubiese dado la plata, no te habría entregado porque vos sos mía y de nadie más. — volvió a posar sus manos en mis mejillas y dejó un beso sobre mi frente — sabía que él no te iba a tocar un pelo, porque te quiere, pero no más que yo, reina.

— ¡deja de manipularla, gil! — se metió Mateo a la conversación, acercándose a nosotros — Julieta, soltalo, vamos adentro.

— ¿quién es peor de los dos, Trueno? —  le preguntó Tomás con una ceja alzada — según vos, yo la vendí pero vos la compraste, eso no lo hace un mejor amigo.

— te pagué para que ninguno de tus amigos la toque, imbécil. — Mateo me agarró del brazo e intentó meterme adentro de su casa, pero yo me quedé quieta, paralizada — Julieta, vamos.

— ¿te quedas con él, o venís conmigo? — volvió a acercarse a mi y pegó su frente a la mía — acordate que nadie va a quererte como yo te quiero, te amo.

Ladee mi cabeza para ver a Mateo, quien seguía diciendo que no con su cabeza y pidiéndome por favor con sus ojos que no me vaya con Tomás. Volví a ver a mi novio, quien me estaba sonriendo sin dejar de acariciar mis mejillas.

— perdón...

Fue lo último que le dije a Mateo antes de soltarme de su agarre y tomar la mano de Tomás, para irme con él.

Nadie me iba a querer como Tomás, él era el único que me iba a salvar.

[03/09/2020]

Que imbécil, pensé después de recordar la vez que volví a tropezarme con la misma piedra llamada Tomás. 

Más que piedra, era como una droga. Y si tuviera que catalogarla, diría que Tomás, para mí en ese entonces, era heroína.

Me intentaba inyectar con el amor que de vez en cuando me daba él y al hacerlo me mataba. La dosis, Tomás Campos, era muy fuerte para que mi cuerpo lo resista. Supongo que nunca aprendí a graduar la droga. O peor aún, nunca supe quererme y por eso permitía que cada día, me hiera un poco más.

En ese entonces, creí que el único que podía quererme era Tomás. Que como él decía, nadie me iba a amar más que él, sin saber que eso, no era amor.

Nadir | cro y cazzuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora